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Gastronotas de Capel
Por José Carlos Capel

Restaurantes de mercado

La experiencia la viví el sábado a media mañana en las horas de mayor apogeo.

A la vista, un hervidero de clientes de distintos países. Españoles, ecuatorianos, colombianos, peruanos, dominicanos, chinos, bolivianos, coreanos y africanos en un apacible trajín. Una suerte de Torre de Babel.

Lo que no me podía imaginar es que en la planta alta, junto a los puestos de frutas y verduras, me iba a tropezar con dos restaurantitos tan interesantes.

No sin cierto recelo, porque desconocía la calidad de la comida, recalé primero en el Asadero Miguel Ángel (puestos 39 y 40) que regenta una familia de ecuatorianos. Probé un caldo de gallina estupendo, luego arroz chaufalán, igual de bueno, después una tortilla de papas (nada que ver con la española) y finalmente un pollo asado allí mismo en parrillas de carbón.

Lujazo total.

Rincón incómodo, con una barra angosta atiborrada de clientes pero con auténtica comida de mercado.

Animado por la experiencia me desplacé a la esquina opuesta, justo a un chino que ha sustituido a una cafetería de rótulo desvencijado (puestos 101 al 106)

Para mi sorpresa me encontré con un restaurante chifa de nivel respetable. Un chino / peruano regentado por una familia china, como los mejores de Lima.

Probé el arroz chaufa, símbolo de la famosa fusión que me gustó. Después un caldo de mote, muy fino, con los granos de maíz (choclos) reventados. Y para beber chicha morada.

Tendré que volver, me dije a mí mismo, dada mi afición por las auténticas cocinas de mercado.

Que quede claro que no se trata de lugares para gourmets con remilgos, sino de dos pistas para foodies sin prejuicios, donde se abonan facturas modestas..

Antes de marcharme recorrí los puestos que visitan muchos cocineros profesionales.

A la vista, tamales, yucas, manojos de cilantro, choclo, ollucos, ajíes, rocotos, pimientos antillanos, pimientos habaneros y un sinfín de tubérculos andinos y verduras chinas que pese a mis esfuerzos no controlo en absoluto.

Reconocí el pak choy, la col china, la calabaza amarga, las okras y berenjenas asiáticas.

En carteles rotulados a mano se ofrecían pasta de ají, de panca, de achiote, chiuño negro y chiuño blanco y unas hierbas frescas tan importantes en la cocina peruana y mexicana como el huacatay y epazote.

En un mostrador chino se ofrecían panes tiernos, hojas de pandan, hojas de loto y patos con cabeza. En otro especias de diferentes orígenes, y algo más allá un puesto de empanadillas colombianas, así como las salteñas y tucumanas de Bolivia.

¿Y en las pescaderías? Algo muy curioso. En El Bierzo (puesto 55, planta baja), existe un lateral con pescados de consumo frecuente en la cocina española. Y a su lado otro mostrador con peces que apenas se consumen en nuestro país, bagres, carpas, tilapias y pintos

Puntualicemos las cosas. Los Mostenses no es un mercado de productos exclusivos y precios elevados. Al contrario, se trata de un mercado asequible de precios ajustados. Un emblema del intercambio multicultural, social y comercial de la ciudad.

Enclave que ratifica la amplia convivencia de culturas que hay en nuestro país. Un motivo de orgullo en este caso trenzado en torno al mundo de la alimentación. En twitter: @JCCapel

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