Cartas al director

Elogio de la Transición

Quiero expresar mi más profunda discrepancia con el artículo de Ignacio Sotelo El mito de la Transición consensuada (EL PAÍS, 1 de julio), pero aún más con las apostillas que le dedica Jorge Urdánoz en su carta al director del pasado día 3. Afirma que el Gobierno de Suárez, al saber, gracias a sus encuestas, que “solo les iba a votar el 34% del electorado” decidió “pergeñar una ley electoral que les otorgara una mayoría absoluta (sic) con sólo un tercio de los votos”. No sé a qué encuestas se refiere el señor Urdánoz, pero, desde luego, las que manejaba el Gobierno de Adolfo ...

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Quiero expresar mi más profunda discrepancia con el artículo de Ignacio Sotelo El mito de la Transición consensuada (EL PAÍS, 1 de julio), pero aún más con las apostillas que le dedica Jorge Urdánoz en su carta al director del pasado día 3. Afirma que el Gobierno de Suárez, al saber, gracias a sus encuestas, que “solo les iba a votar el 34% del electorado” decidió “pergeñar una ley electoral que les otorgara una mayoría absoluta (sic) con sólo un tercio de los votos”. No sé a qué encuestas se refiere el señor Urdánoz, pero, desde luego, las que manejaba el Gobierno de Adolfo Suárez no daban ese resultado. En todo caso, si la teoría conspirativa del señor Urdánoz fuera cierta, no se entendería por qué se optó por un sistema proporcional corregido y no por uno mayoritario, como quería Manuel Fraga. Ese sí que le hubiera dado la mayoría absoluta a UCD.

Hay otro pequeño detalle que no encaja en su interpretación. El modelo electoral —proporcionalidad, circunscripción provincial, etcétera— se fijó en la Ley para la Reforma Política de diciembre de 1976, cuatro meses antes de la creación de UCD. La teoría de que primero se hicieron las encuestas y luego la ley electoral para favorecer a UCD parece, por tanto, difícil de sostener.

En cuanto al consenso y la Guerra Civil, conviene recordar las sabias palabras de Manuel Azaña cuando, en plena guerra, lamentó que los españoles hubieran sido incapaces de “levantar por asenso común un Estado dentro del cual puedan vivir todos, respetándose y respetándolo”. Solo hay que lamentar que eso mismo no se lo dijera unos años antes a su compañero de Gobierno Álvaro de Albornoz cuando, al debatirse la Constitución republicana, zanjó la posibilidad de un gran acuerdo político con estas palabras proféticas: “No más pactos; si quieren la guerra civil que la hagan”. Afortunadamente, la Transición sustituyó la pulsión autodestructiva de otros tiempos por ese “asenso común” que Azaña echó en falta en la Segunda República. Claro que no todo el mundo en la Transición prefirió el consenso a las emociones fuertes de los años treinta. “Lo que este país necesita”, le dijo José Bergamín poco antes de morir a Fernando Savater, “es otra guerra civil, pero que esta vez ganen los buenos”.— Juan Francisco Fuentes. Catedrático de Historia Contemporánea.

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