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Fotoperiodismo latino

Varios destacados fotoperiodistas iberoamericanos eligen una foto que define bien su trabajo

Siguiendo la máxima periodística de ser curioso por naturaleza, Emilio Morenatti, jerezano nacido en Zaragoza hace 43 años, coordinador de fotografía en España y Portugal para Associated Press, quiso saber quién se escondía detrás de esos cristales destrozados por los manifes- tantes enfrentados a la policía en Barcelona durante la huelga general del 29 de marzo de 2012. Tras disparar varias veces su cámara, corrió a conocer a Mireia, la dueña de una tienda para niños que contemplaba cómo su negocio se rompía en añicos. “No hay que conformarse con lo que te da la cámara. Lo que me movió a saber qué pasaba con Mireia, con esa mujer aterrorizada, no fue tanto el componente humano, sino la curiosidad. El instinto periodístico me llevó a querer conocer su drama, por qué decidió abrir la tienda aquel día. Y comprendí que ella no era una mujer desequilibrada, ni una provocadora, ni alguien que posaba para el fotógrafo. Sin el contexto, esta foto no habría sido la misma. Tampoco se habría respetado el periodismo que debe primar en nuestro trabajo documental. Ni se habría conocido el alcance de aquella escena”.Emilio Morenatti. Ganador del Premio Ortega y Gasset de Periodismo por la imagen superior de la página siguiente y galardonado por otra fotografía de esta serie con un World Press Photo.
Quiso convertirse en fotógrafo inspirado por la senda de maestros como Sebastião Salgado. Nació en Francia en 1987 y desde los 10 años ha vivido al norte de Portugal, país donde realizó estudios en materia gráfica y trabajó para la agencia Global Images, que surtía a diarios como Jornal de Noticias, Diario de Noticias y O Globo. Hasta que perdió su empleo entre recortes y crisis varias de su país. Ahora, a los 26 años, trabaja por libre, como freelance, “contemplando el futuro con incertidumbre” desde Portugal. Decidió viajar a Guinea-Bissau el año pasado bajo la organización de una misión humanitaria. Al primer día de llegar al país africano se encontró con esta escena. “Los muchachos pasaban la mayor parte del tiempo jugando al fútbol en campos vacíos”, rememora el fotógrafo portugués. “Creo que esa imagen habla bien del día a día de esos chavales. En esa cotidianeidad no solo hay pobreza, aunque ese sea el más común de sus rostros. Probablemente, la fuerza de la imagen se potencia con la atmósfera de polvo y compromiso que respira”.Daniel Rodrigues. Premio World Press Photo 2013 en la categoría de vida cotidiana por la imagen inferior de la página siguiente, tomada en Guinea-Bissau.
A los 21 años cambió su trabajo de mecánico de aviones por unas prácticas en el diario La Nación. Tras curtirse después en Paraguay, Bolivia y el Caribe, llegó a finales de 2007 a Kenia para cubrir las elecciones y decidió quedarse los primeros días de enero de 2008 con intención de retratar la violencia poselectoral que desencadenaron los comicios. Así llegó al suburbio de Kibera, donde la policía aplastaba los ánimos de los manifestantes que habían tomado las calles. Allí escuchó los gritos de un niño llamado Monday (Lunes). Tardó poco en encuadrar la escena, en la que aparecía el brazo de un policía armado con porra y aquel niño que pensaba erróneamente que su abuela había vuelto a casa después de su jornada de trabajo limpiando casas. “Una foto como esta habla de la violencia indiscriminada que desataron las elecciones”, recuerda hoy Astrada (Buenos Aires, 1974). “Pero también de la gente común que tiene que salir a trabajar y dejar a los niños solos en casa”.Walter Astrada. Autor de imágenes ganadoras de varios premios World Press Photo, como esta espectacular escena tomada en Kenia en 2008.
La imagen de abajo cierra un círculo. El círculo vital de Manu Brabo (Zaragoza, 1981). Curtido como fotorreportero en Asturias, “entre conflictos mineros y de astilleros”, sigue siendo freelance a pesar de colaborar con Associated Press. Su primer viaje a la guerra de Libia lo hizo trabajando para diarios como La Nueva España y Gara “de hombre orques- ta”. Fue secuestrado por las tropas gadafistas en 2011. Y tras su liberación regresó al mismo escenario, ya como colaborador de Associated Press. En octubre de aquel año tomó la fotografía del cadáver del tirano cuyos hombres le tuvieron retenido durante 43 días. “Nunca imaginé que algo así pudiera ocurrirme, más bien piensas que te puede caer un pepinazo”, recuerda hoy. “Esa escena de Gadafi en un congelador de Misrata no es una fotaza, pero representa algo personal para mí. Al encontrarlo allí, pensé: ‘Al fin frente a frente. Caso cerrado”. Y la vida sigue para el fotógrafo. El Pulitzer ha reconocido su cobertura de la guerra de Siria.Manu Brabo (AP). Ganador del Pulitzer 2013 por la cobertura de la guerra en Siria para AP. Fue secuestrado en 2011 por gadafistas en Libia. Tras su liberación, retrató el cadáver de Gadafi.
Ha sido su retrato de Aída, con los ojos verdes encharcados y el rostro marcado al fuego del bombardeo militar sirio a su casa en Idlib, la imagen premiada con un World Press Photo. Pero el bonaerense Rodrigo Abd considera que también hay una imagen que define bien su trabajo. Y escoge desde Lima (Perú) una fotografía de 2008 que retrata el dolor de los represaliados por el genocidio guatemalteco contra los indígenas. A sus 36 años, recuerda que se curtió en el diario La Nación y cubriendo Centroamérica para Associated Press. Así aterrizó en Guatemala, “un país inmensamente rico en historias trágicas”. Y se convirtió “sin querer en fotógrafo de historias subterráneas”. Subterránea es también la historia de ese señor vestido de rojo que porta el féretro de un campesino asesinado durante una masacre perpetrada por el Ejército guatemalteco en 1981. “Esta imagen habla de familiares que todavía entierran a sus muertos, de la importancia de revisar permanentemente el pasado”.Rodrigo Abd. Ganador del Pulitzer 2013, compartido con otros fotógrafos, por la cobertura de la guerra en Siria para AP, y de un primer premio World Press Photo 2013.
Mexicano licenciado en Filosofía por la UNAM, habla al otro lado del teléfono desde Estambul, donde ha cubierto las recientes revueltas de la plaza de Taksim. Ejerce como stringer para AP, pero sigue siendo freelance. “Me gusta trabajar bajo mi propia perspectiva”, asegura al respecto, a pesar de las dificultades para cubrir gastos y asumir riesgos. “La planificación del enfoque recae bajo mi control, pero la desventaja es que estás más desprotegido”. Su formación de fondo fue la filosofía, pero quería estudiar cine documental. Al final se convirtió en fotógrafo. “Y la filosofía me aportó todo al oficio. La fotografía es simplemente la herramienta para concretar, pero lo importante son los contenidos”. Como el de esta escena al amanecer en un campo de refugiados de la guerra civil de Kachin, al norte de Birmania. “Habla de la belleza de las montañas ante la presencia proscrita de los desplazados”. Después aterrizó en Siria para cubrir otras batallas. Y ganó el Pulitzer por ello. ¿Qué ha supuesto este galardón a efectos prácticos? “Absolutamente nada. Aunque quizá los editores pongan ahora más atención en lo que hago”.Narciso Contreras. Ganador del Pulitzer 2013, compartido con otros fotógrafos que han cubierto la guerra en Siria para Associated Press.
Hoy tiene 38 años, pero se acercó a la fotografía a los 16. La vocación despertó con el deseo de conocer a otra gente. Y el veneno de la cámara hizo el resto. Ejerció en prácticas en el diario chileno La Tercera. Trabajó para Associated Press. Pisó tierras duras de Afganistán y otras zonas en conflicto. Y después regresó a América Latina. “Yo quiero trabajar acá”, asegura hoy este colaborador de The New York Times. “En Chile, en Perú, en Bolivia. Es la parte del mundo a la que me siento más vinculado. Un territorio unido por la misma lengua”. Así llegó hasta el desierto de Atacama para certificar la muerte del río Loa, que aparece en la fotografía de la izquierda, tomada en 2010. “La muerte del río Loa, el más largo de Chile, es el fin de un mundo que deja de ser como tal. Y muere por el acecho de una mina de cobre descomunal que abre una herida en el impresionante paisaje del desierto de Atacama. Clemencia, la mujer que aparece en la escena, es uno de los pocos habitantes que quedaban allí cuando tomé la foto. Una pastora en la parte alta del río que contempla cómo su universo se evapora”.Tomás Munita. Proclamado fotógrafo del año 2013 por Pictures of the Year para Iberoamérica y con un tercer premio World Press Photo por su trabajo sobre la violencia en El Salvador.