Cartas al director

A orillas del Támesis y del odio

No sabemos qué podía estar pasando por la cabeza del joven soldado británico de 25 años Lee Rigby cuando cerca del mediodía, en Londres, dos hombres se abalanzaron sobre él, con cuchillos carniceros, para despedazarlo dejándolo seco sobre el asfalto. Sí podemos saber qué es lo que pasaba por las cabezas de aquellos dos locos sanguinarios reflejado en una mirada fiera llena del peor odio que pueda existir. El odio injustificado. Quizá hace algunos cientos de miles de años en alguna estepa del mundo dos homínidos podrían hacer algo parecido. Entonces, tal vez, podríamos justificarlo. Ese homínid...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

No sabemos qué podía estar pasando por la cabeza del joven soldado británico de 25 años Lee Rigby cuando cerca del mediodía, en Londres, dos hombres se abalanzaron sobre él, con cuchillos carniceros, para despedazarlo dejándolo seco sobre el asfalto. Sí podemos saber qué es lo que pasaba por las cabezas de aquellos dos locos sanguinarios reflejado en una mirada fiera llena del peor odio que pueda existir. El odio injustificado. Quizá hace algunos cientos de miles de años en alguna estepa del mundo dos homínidos podrían hacer algo parecido. Entonces, tal vez, podríamos justificarlo. Ese homínido acuchillado podría ser de un clan hostil y fuera percibido como un peligro. Millones de años después el ser humano gracias a su neocórtex ha conseguido cotas de desarrollo tecnológico inimaginables. Pero su corazón se quedó atrás y no pudo seguir a la cabeza. En su interior sigue aquel hombre de la edad de piedra. Aunque ahora escriba en tableta, use el iPad, e incluso pueda pedir que graben en vídeo su macabro asesinato justo después de cometerlo para difundirlo a todo el mundo y al instante tiene elcorazón más emponzoñado que nunca.

Esto es el hombre. Con la cabeza llena de tecnología y avances increíbles, pero también capacidad aumentada para llenar su espíritu de escombreras de sinrazón y odio profundo.

Capaz de todo. Por arriba y por abajo.— Juan Manuel Chica Cruz.

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Archivado En