Cartas al director

Desobediencia civil... ¿y luego?

Desconozco de quién es la frase “es fácil sacar al Ejército a la calle, lo difícil es hacerle volver a sus cuarteles”. El artículo de Benjamín Prado Antígona en La Moncloa, publicado en EL PAÍS del día 25 de febrero, reflexiona sobre la moralidad o conveniencia en determinados casos de que los ciudadanos se acojan a la desobediencia civil como medida de protesta por las reformas aplicadas por un Gobierno, en este caso el español, en temas que afectan directamente al día a día de los ciudadanos, así como muestra de legítima indignación ante la corrupción moral instalada, no generalizad...

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Desconozco de quién es la frase “es fácil sacar al Ejército a la calle, lo difícil es hacerle volver a sus cuarteles”. El artículo de Benjamín Prado Antígona en La Moncloa, publicado en EL PAÍS del día 25 de febrero, reflexiona sobre la moralidad o conveniencia en determinados casos de que los ciudadanos se acojan a la desobediencia civil como medida de protesta por las reformas aplicadas por un Gobierno, en este caso el español, en temas que afectan directamente al día a día de los ciudadanos, así como muestra de legítima indignación ante la corrupción moral instalada, no generalizada, en nuestros partidos políticos e instituciones públicas. A nivel de ejercicio académico o como argumento de una tragedia griega es un excelente tema para reflexionar. Pero como planteamiento de presión, la desobediencia civil en un Estado de derecho, es arriesgada. ¿Supone la desobediencia civil no presentar el IRPF, no pagar el IVA, no respetar las decisiones judiciales, no obedecer a la policía? Dando por supuesto su posible aplicación y momentánea eficacia, la problemática que se plantea es: una vez un Gobierno haya modificado sus políticas forzado por la presión de esa moralmente justificada desobediencia masiva, cómo hacer volver a los ciudadanos a la senda de la “obediencia”. La desobediencia masiva, como sistema desorganizado de presión es peligrosamente atractiva e ingobernable. Salvo en el teatro griego.— Pedro Díaz Gómez.

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