Orden cartesiano para repartir luz
FOTO: Fernando Guerra
El hospital de Amarante es un rectángulo, un
eje longitudinal en el que desemboca una retícula de volúmenes autónomos. Esos
cruces crean patios alternativamente cerrados –que funcionan como grandes salas
en el interior- o abiertos -jardines por los que llega la luz y la ventilación-.
La idea principal es esa: que los pacientes de este municipio portugués estén
lo más cerca de lo mejor que ofrece el lugar: las vistas, la luz, el aire y el
verde de los campos cercanos ...
FOTO: Fernando Guerra
El hospital de Amarante es un rectángulo, un eje longitudinal en el que desemboca una retícula de volúmenes autónomos. Esos cruces crean patios alternativamente cerrados –que funcionan como grandes salas en el interior- o abiertos -jardines por los que llega la luz y la ventilación-. La idea principal es esa: que los pacientes de este municipio portugués estén lo más cerca de lo mejor que ofrece el lugar: las vistas, la luz, el aire y el verde de los campos cercanos a Oporto.
Así, el centro está ubicado en un terreno de relieve suave. Y esa ubicación permite insertar un programa variado que lleva a alterar la altura del edificio entre una y cuatro plantas para adaptarlo a los usos diversos de ambulatorio, urgencias u hospital.
Además de ese juego de alturas, el retranqueo de las plantas (a veces convertidas en umbrales y porches de acceso, otras retiradas para dejar espacio a una terraza y otras más recogidas para mirar sobre una cubierta vegetal) rompe la geometría mastodóntica que necesitan más de 20.000 metros cuadrados de instalaciones.
Más allá del bienestar de los pacientes, la funcionalidad del hospital es el segundo pie donde se apoyaron las decisiones del diseño. El tono gris piedra de las placas de hormigón es el tercero. Es ese material industrial, sobrio y eficazmente dividido en losas cartesianas, el único ornamento de un edificio enorme y, sin embargo, contenido.
Precio según arquitectos: 1000 euros por metro cuadrado