Editorial

Qué hace el Congreso

Rajoy comparece a cuentagotas y las grandes inquietudes ciudadanas no pasan por la cámara

Los siete meses de legislatura ya recorridos han mostrado a un Congreso de los Diputados en servicios mínimos y ausente de las grandes preocupaciones de los ciudadanos. Por supuesto, ha tramitado lo que formalmente le toca, pero su participación en los asuntos que sacuden al país es prácticamente nula. Los recortes al gasto público, la subida del IRPF, el afloramiento del desfase en las cuentas de Bankia —que obligó a nacionalizar a toda prisa la cuarta entidad financiera de España—, los pormenores de la oferta/rescate de hasta 100.000 millones de euros del Eurogrupo para el sistema financiero...

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Los siete meses de legislatura ya recorridos han mostrado a un Congreso de los Diputados en servicios mínimos y ausente de las grandes preocupaciones de los ciudadanos. Por supuesto, ha tramitado lo que formalmente le toca, pero su participación en los asuntos que sacuden al país es prácticamente nula. Los recortes al gasto público, la subida del IRPF, el afloramiento del desfase en las cuentas de Bankia —que obligó a nacionalizar a toda prisa la cuarta entidad financiera de España—, los pormenores de la oferta/rescate de hasta 100.000 millones de euros del Eurogrupo para el sistema financiero español, no han tenido más reflejo parlamentario que cortos y broncos enfrentamientos partidistas en los escasos minutos dedicados al control del Ejecutivo. En vez de debatir un proyecto de ley sobre educación y sanidad, vale con un par de horas para convalidar el decreto que recorta en 10.000 millones el dinero destinado a esas finalidades. Y la semana pasada supimos que este año no se celebrará el habitual debate sobre el estado de la nación, que se pretende sustituir con la (obligada) comparecencia del Gobierno, el 11 de julio, tras el Consejo Europeo.

La cámara que representa al pueblo español no ha dedicado una sola sesión en serio a estos problemas porque la mayoría absoluta del PP, en funciones de correa de transmisión del Gobierno, se calla y hace callar a la oposición. Angela Merkel comparece ante el Parlamento de su país, lo mismo que Mario Monti, y lo hacen precisamente porque hay mucho en juego. En España se actúa como si los comportamientos democráticos debieran quedar atenuados, si no en suspenso, a causa de la crisis económica.

El silencio de Mariano Rajoy podría ser paliado si existiera un vicepresidente del área económica, que al menos supliera al presidente en explicaciones cruciales. Pero tampoco. Oficialmente, Rajoy es quien lleva la coordinación de los asuntos económicos. Así que tenemos un presidente que apenas comparece y un vicepresidente económico que no existe como tal, porque Sáenz de Santamaría, eficaz portavoz de los asuntos generales, nunca ha pedido explicar los específicamente económicos y financieros.

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El jefe del Gobierno debería reflexionar sobre la eficacia de no hacer nada para curarse de su alergia al Parlamento. Las encuestas muestran el deterioro de su imagen y no hay garantías de que la estrategia del caracol sea eficaz para sus fines. Elude el eventual desgaste de la confrontación, pero tampoco aprovecha el ágora parlamentaria para explicar el sentido de las medidas que toma, la reestructuración de la eurozona, su visión sobre lo que se está haciendo, el horizonte que cabe esperar. No se trata solo de echar de menos el equilibrio de poderes en que se basa la democracia, sino de valorar el balance de tanto silencio, opacidad y exhibicionismo de la mayoría absoluta como razón suprema. La inanidad parlamentaria no mejora la confianza y ahonda en la sensación de descrédito que afecta al conjunto de la clase política.

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