EL ACENTO

Banquillo político

Islandia ha demostrado su peculiaridad con el juicio al exprimer ministro por su gestión de la crisis financiera

MARCOS BALFAGÓN

Geir Haarde ha sido el primer dirigente político del mundo en haberse sentado en un banquillo por la mala gestión de la crisis financiera desatada tras la caída de Lehman Brothers en 2008. De hecho, por cualquier crisis. Nadie se ha responsabilizado de ella hasta ahora. Pero, aunque muchos se hayan sentido reconfortados por esa imagen e Islandia sea un caso único en el mundo, no hay que confundir responsabilidad política y culpabilidad penal.

Al final, un tribunal especial islandés, el Landsdomur, diseñado en 1905 para juzgar a ministros en procesos criminales pero que nunca había sido ...

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Geir Haarde ha sido el primer dirigente político del mundo en haberse sentado en un banquillo por la mala gestión de la crisis financiera desatada tras la caída de Lehman Brothers en 2008. De hecho, por cualquier crisis. Nadie se ha responsabilizado de ella hasta ahora. Pero, aunque muchos se hayan sentido reconfortados por esa imagen e Islandia sea un caso único en el mundo, no hay que confundir responsabilidad política y culpabilidad penal.

Al final, un tribunal especial islandés, el Landsdomur, diseñado en 1905 para juzgar a ministros en procesos criminales pero que nunca había sido activado, ha librado al que fuera primer ministro entre 2006 y 2009 de la acusación de negligencia grave y otras que hubieran podido conllevar dos años de cárcel. Solo se le ha condenado,de forma leve, por no haber consultado suficientemente al Consejo de Ministros. Eso sí, mediante una sentencia de 500 páginas.

Los promotores del proceso contra Haarde pretendían que el ex primer ministro fuera juzgado también por no haber regulado bien el sector financiero entre 2006 y 2009, desbocado en una burbuja que pinchó de un día para otro tras la crisis en Wall Street. Aquella crisis llevó a la quiebra de tres bancos islandeses y otro por Internet en Reino Unido. Dejó en la estacada a muchos inversores, islandeses y británicos, lo que provocó una crisis entre Londres y Reikiavik. Islandia, un pequeño país que ha dado una lección de unidad ante el infortunio, está saliendo de aquel episodio y de la posterior y exigente intervención del FMI.

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La condena de un político por mala gestión hubiera sentado un imposible precedente en democracia, donde, salvo por cuestiones tipificadas como delito —la corrupción, la prevaricación— la responsabilidad del gobernante se sustancia en el Parlamento y en las urnas. Lo contrario llevaría a un gobierno de los jueces que trastocaría todos los equilibrios en los que pensó Montesquieu. Haarde salió furioso de la lectura de la sentencia, que calificó de “absurda” y que recurrirá ante Estrasburgo. Pero Islandia ha demostrado que es un país peculiar.

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