Cartas al director

Muere Daniel Zamudio

Esta semana murió en Santiago de Chile el joven Daniel Zamudio. A Daniel le dieron golpes hasta que perdió el conocimiento. Apagaron cigarrillos en su cuerpo, le destrozaron la cara, le tiraron piedras en el estómago y en la cara otra vez. Le arrancaron un trozo de oreja. Rompieron una botella en su cabeza.

De nuevo su cabeza: debió ser difícil para los asesinos acabar con tanta belleza, con sus ojos, sobre todo con sus ojos. Con los cristales dibujaron tres esvásticas en su piel, por si quedaban dudas. Usaron una de sus piernas como palanca hasta que se rompió.

Los médicos han d...

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Esta semana murió en Santiago de Chile el joven Daniel Zamudio. A Daniel le dieron golpes hasta que perdió el conocimiento. Apagaron cigarrillos en su cuerpo, le destrozaron la cara, le tiraron piedras en el estómago y en la cara otra vez. Le arrancaron un trozo de oreja. Rompieron una botella en su cabeza.

De nuevo su cabeza: debió ser difícil para los asesinos acabar con tanta belleza, con sus ojos, sobre todo con sus ojos. Con los cristales dibujaron tres esvásticas en su piel, por si quedaban dudas. Usaron una de sus piernas como palanca hasta que se rompió.

Los médicos han dicho que sus órganos están tan estropeados que ni sirven para la donación.

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Quizá saber que las últimas palabras de Daniel habrían sido dichas en mi lengua materna me acerca más al caso: quizá dijo “socorro” o “ayuda”. Esta vez no fue en Laramie (Wyoming) ni en un suburbio de Bagdad de nombre impronunciable, tan lejano quizá por eso, sino en el Parque de San Borja, en el centro de Santiago de Chile.

Los insultos de los asesinos habrían sido entendidos por mí sin traducción. Su odio no, claro: eso jamás lo entenderé. A Daniel le torturaron y asesinaron por ser homosexual: un delito de odio, que no es más que una forma de materializar una acción incitada por los que lanzan la piedra y esconden la mano.

De nada sirve castigar al descerebrado ejecutor si no se ataja el problema desde la raíz, desde el que lanza la piedra.

Es intolerable que en España, el Tribunal Constitucional lleve más de seis años discutiendo sobre un tema que queda meridianamente claro en el Artículo 14 de la Constitución: Los españoles son iguales ante la Ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquiera otra condición o circunstancia personal o social. Cualquiera que no entienda esto alienta a los que mataron a Daniel Zamudio.

Como los mensajes de odio lanzados desde los púlpitos de muchas religiones (con escrupuloso cuidado algunas de ellas: "os queremos pero sois un error").

Daniel, que la tierra te sea leve puesto que tú antes fuiste leve, tan leve, con ella.— José Luis Serrano.

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