África No es un paísÁfrica No es un país
Coordinado por Lola Huete Machado

¡Vaya tela!

Autora invitada: Tania Adam (Maputo, Mozambique).

Ilustraciones de Sabine Pieper para la recien lanzada campaña de la casa de tejidos Vlisco.

Kanga, capulana o chitenge son algunos de los nombres para denominar la conocida tela rectangular de algodón (original y habitualmente), estampada con diferentes dibujos y muy colorida que sirve como vestimenta para las mujeres. Todo un símbolo de africanidad que encuentra su explosión en Kenia, a mediados del S.XIX, gracias a los comerciantes portugueses que vendían tejidos provenientes de la India. Inicialmente los estampados se inspiraban en el sari indio y el sarong indonesio, pero con los años (y fusionados con la rica tradición continental, donde algunos tejidos artesanos como el kente de la realeza tiene antiguedad de hasta cinco mil años) se han ido adaptando al gusto de la clientela africana.

Hoy me cuesta imaginar alguna ciudad africana sin la policromía de estos tejidos y me atrevo a decir que no existe en el mundo tela más versátil, pues además de vestimenta sirve como portabebés, de decoración o para complementos. Sus colores y formas son un placer para la vista. Muchos la llaman “tela africana”, pero este mote no se utiliza en ningún país del continente sino que hay un nombre asignado en diferentes zonas. Por ejemplo, en África oriental se denomina kanga; en Mozambique, capulana; en Madagascar, lamba; en Malawi, chitenge; en Zimbabwe, zambias; en Sudáfrica, kikoi; en Mauricio, pareo y en África occidental y Congo se denomina pagne.

Imagen de una colección de SunoNY, en 2009

Cada vez que viajo a Maputo, la capital de Mozambique, tengo la costumbre de cargar la maleta con capulanas de todos los colores y formas para mi pequeña colección, para regalar o para mi casa. En mi último viaje vine con unas muy especiales. Como regalo de boda mi abuela me dio unas capulanas preciosas de 1960, me emocioné no sólo por el detalle sino porque sentí que formaba parte de una tradición muy bonita; en Mozambique era costumbre que el hombre que pretendía a una mujer, o su marido, le regalara una capulana y la mujer la guardaba hasta ofrecerla como regalo a su hija, nuera o nieta en el día de la boda. Con los años esta prenda ha dejado de ser de uso exclusivo de las campesinas para incorporarse en la vida de la mujer urbana. En Maputo te puedes encontrar modistos callejeros que equipados tan solo con una máquina de coser, un metro, cuaderno y lápiz te hacen auténticas locuras con dos capulanas. Lo único que tienes que hacer es comprar la tela y elegir el modelo o estilo que deseas a través de los diversos catálogos que disponen, te toman las medidas y en un par de días ya tienes el traje. Estos modistos están triunfando ya que son económicos y permiten que la mujer se pueda vestir manera exclusiva y con estilo.

No me extraña que este tejido se haya ganado el respecto de la mujer de todas las edades, clases sociales y creencias religiosas y que se haya convertido en todo un atributo a su origen y elegancia. Lo que más me sorprende es que toda esta simbología haya sido fabricada fuera del continente. Hace unos años me enteré que las grandes producciones de telas (muchas pequeñas se mantienen en el continente) proceden de la India, China (masiva, más sintéticas), Estados Unidos o de Holanda, donde se encuentra una de las marcas más importantes Vlisco, muy cotizada y considerada como el Channel del gremio. Esta fue una de las primeras marcas en comercializar tejidos de forma industrial para exportarlos a países del África Occidental, hoy en día tiene su clientela en el continente y allí donde haya comunidades africanas y mercados de ropa étnica. Las ilustraciones de Sabine Pieper que ilustran este comentario (Vlisco Delicate Shades, November-2011) y su catálogo online permite ver lo mucho que se pude hacer y diseñar con tal materia prima y algunas ideas.

Creo que la grandeza de estos tejidos es que además de ser funcionales y estéticos, destilan puro sentimiento. El mismo que, estoy segura, se transporta en la maleta de los emigrantes africanos en su viaje hacia la tierra prometida. Una herencia que hoy podemos ver no sólo en las calles de las ciudades europeas o americanas sino también en las pasarelas y en las grandes tiendas de moda. Marcas como Commes des Garçons, Adidas, SunoNy o recientemente Burberry las han incorporado a sus colecciones. Pero lo más interesante es que en los últimos años están surgiendo una serie de diseñadores de la diáspora africana que reivindican sus raíces a través de ropajes hechos con estos tejidos. El resultado son piezas que consiguen aportar naturalidad sin apelar a la etnicidad o al folklorismo. Merece la pena nombrar a Chichia London, que bajo la consigna “East Africa meets cool London” viste a la mujer urbana. Igual que Ituen Basi , que con sus diseños elegantes nos invita a toda experiencia visual. También la marca de accesorios Ugo utiliza las telas para forrar sus bolsos con un resultado muy interesante. Otros ejemplos son Sika Designs, que se inspira en la diversidad cultural de Ghana o el germano etíope Yodit Eklund que incorpora el kanga en sus bañadores. Así, poco a poco va conquistando otros lugares del planeta. Es cada vez más común ver a personajes como Michelle Obama, Beyoncé, Rihanna o Heidi Klum vestidas con piezas hechas con kanga. ¿Se convertirá en un símbolo de mujer global y conseguirá imponerse a las lineas sobrias de algunos diseñadores occidentales?

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