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Del tirador a la ciudad
Coordinado por Anatxu Zabalbeascoa

Adaptar lo que existe

FOTOS: JOSÉ HEVIA

Salvo en los trabajos de interiorismo, cada vez son menos los arquitectos que trabajan todas las escalas del diseño. Del tirador a la ciudad, un diseñador minucioso puede firmar a un tiempo las mayores decisiones y las más pequeñas, aunque no menores, de un proyecto. Fruto de ese cuidado, nace una arquitectura minuciosa e integral de la que siempre se puede aprender. Cuando es buena porque lo es. Y cuando su purismo resulta en trabajos aislados de la realidad, el emplazamiento o su propio tiempo, también encierra la lección de los esfuerzos vacuos.

 Mónica Rivera y Emiliano López ...

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Salvo en los trabajos de interiorismo, cada vez son menos los arquitectos que trabajan todas las escalas del diseño. Del tirador a la ciudad, un diseñador minucioso puede firmar a un tiempo las mayores decisiones y las más pequeñas, aunque no menores, de un proyecto. Fruto de ese cuidado, nace una arquitectura minuciosa e integral de la que siempre se puede aprender. Cuando es buena porque lo es. Y cuando su purismo resulta en trabajos aislados de la realidad, el emplazamiento o su propio tiempo, también encierra la lección de los esfuerzos vacuos.

 Mónica Rivera y Emiliano López trabajan todos los detalles. Cuando les dejan -como en el Hotel Aire, que firmaron en las Bárdenas Reales-, idean desde el edificio hasta las sillas o las duchas. Pero no siempre hace falta tanta intervención, de ahí que también sepan aconsejar a un cliente cuando merece la pena trabajar con lo que ya existe.

Algo así les sucedió cuando el fabricante de zapatos de Elda Pedro García les solicitó la renovación de sus stands, de sus muestrarios y de su show room en Nueva York. La idea era acoplarse a la imagen de calidad y seriedad sin estridencias de una empresa que lleva tres generaciones vendiendo calzado por el mundo.

Para trabajar en los tres ámbitos a la vez -un stand reutilizable , un show room cambiante y una tienda modelo-, Rivera y López pensaron en un mueble ligero y fácil de montar y desmontar. Se fijaron en cómo se muestran las cajas de frutas en un mercado. Y para unir ambas ideas dieron con la solución en una floristería. Una pieza estándar, zincada y plegable, para jardinería les dio la clave de su proyecto. ¿Para qué cambiarla si el dorado del zinc respondía también a la ambición de su cliente? Si el funcionamiento de un producto industrial es difícilmente mejorable y si los que existían en el mercado permitían cambiar las bandejas metálicas por otras de metacrilato blanco, un nuevo diseño solo podía encarecer el proyecto. Así, los arquitectos compraron varios expositores y trasladaron el zinc del expositor a la estructura metálica que sujeta el stand. Esa estructura sujeta la iluminación y los paneles de fibra de vidrio que marcan el perímetro del stand: lo encierran y lo cubren, como un velo, ocultándolo sin ocultarlo, (un requisito para evitar copias).

El resto es igualmente sencillo: moqueta de coco para pisar sin miedo y una gran mesa central de contrachapado con una capa de corcho sobre la que elegir los zapatos. La mesa sí fue diseñada por Rivera y López. Se trata de una pieza modular y desmontable que esconde en su base las maletas -en las que se transportan los zapatos a la feria-, y oculta, en los huecos laterales del grueso sobre, catálogos, hojas de pedidos y tomas de corriente para ordenadores portátiles. 64 metros cuadrados de ligereza y sentido común.

 
 
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