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Tiempos de inteligencia artificial

La inversión en esta tecnología contribuye al crecimiento de una economía mundial que resiste el ruido político

Con una ligera desaceleración del crecimiento mundial, del 3,3% en 2024 al 3,2% en 2025 y al 3,1% en 2026, la economía global se mantiene resiliente pese al ruido y la incertidumbre política. El consumo privado y la inversión estratégica en inteligencia artificial (IA) y defensa sostienen el dinamismo mundial, incluso tras un año de intervencionismo arancelario en EE UU. La narrativa de resiliencia se impone a la de crisis: los datos de comercio ...

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Con una ligera desaceleración del crecimiento mundial, del 3,3% en 2024 al 3,2% en 2025 y al 3,1% en 2026, la economía global se mantiene resiliente pese al ruido y la incertidumbre política. El consumo privado y la inversión estratégica en inteligencia artificial (IA) y defensa sostienen el dinamismo mundial, incluso tras un año de intervencionismo arancelario en EE UU. La narrativa de resiliencia se impone a la de crisis: los datos de comercio y producción industrial repuntan, y el petróleo más barato actúa como estímulo adicional para el consumidor.

2025 ha sido muy favorable para las bolsas con un crecimiento significativo, máximos históricos en los principales índices y la tendencia del mercado sigue siendo positiva. Los beneficios de las empresas del S&P500 crecieron un 11,9% interanual y los de las siete magníficas, un 18,4% interanual, superando las expectativas. En Europa, el crecimiento de los beneficios se mantuvo estable, ya que el euro se apreció un 10% frente al dólar en el último año, lo que frenó el crecimiento de los beneficios.

El endurecimiento arancelario de EE UU tiene efectos desiguales en el exterior. En la eurozona, Alemania e Italia figuran entre las economías más expuestas por su concentración en sectores industriales sensibles: automoción, maquinaria y farmacéutico, mientras que España, con una exposición comercial más moderada, soporta el impacto con relativa resiliencia. Las cifras sugieren que un incremento de 10 puntos en los aranceles podría recortar tres décimas el crecimiento de la eurozona, pero el tejido exportador español, diversificado y con alto valor añadido, actúa como colchón.

La IA ha dejado de ser un vector tecnológico para convertirse en un eje central del sistema económico global. Su irrupción no es lineal ni homogénea y se despliega de forma desigual entre sectores, regiones y modelos de negocio, pero está transformando cadenas de valor, dinámicas laborales, expectativas de beneficios y decisiones de política monetaria. En este contexto, las grandes corporaciones tecnológicas —Nvidia, Broadcom, Palantir o TSMC— no solo lideran el mercado, sino que marcan el ritmo al que se redefine la propia estructura del crecimiento económico.

La inversión en infraestructura tecnológica ya aporta casi un punto al crecimiento del PIB estadounidense, y el gasto global en computación para IA podría multiplicarse varias veces antes de 2030. Las grandes tecnológicas han liderado las ganancias del mercado (solo nueve compañías explican más del 70% del crecimiento bursátil estadounidense reciente), y el sector tecnológico ya supone más de un tercio de los grandes índices globales.

La evolución del mercado sigue marcada por la política monetaria y los tipos de interés. La Reserva Federal podría recortar hasta un punto en 2026, aunque una inflación del 3,1% y un empleo sólido limitan su margen. El BCE mantiene tipos en el 2% y una postura prudente. Si Trump gana influencia, los recortes podrían intensificarse, con una Fed más dovish y riesgos futuros para la estabilidad económica.

En relación a una posible burbuja en valores ligados a la IA, el entorno actual difiere de manera sustancial de episodios anteriores como las puntocom. Las principales tecnológicas presentan balances sólidos, márgenes excepcionales y crecimiento sostenido. El riesgo es menor, pero las exigentes valoraciones aumentan la sensibilidad del mercado ante noticias negativas.

Un elemento de preocupación es la elevada concentración del sector, dominado por un número muy reducido de actores globales en IA y servicios de infraestructura digital. Esta concentración implica riesgos de menor diversificación y una dependencia excesiva de las expectativas sobre un grupo acotado de compañías. NVIDIA con 4,44T$ de capitalización es la mayor compañía del mundo y sólo EE UU y China la superan en PIB. Su peso en el Nasdaq supone un 13,17% del índice y el 7,20% del S&P 500.

Sin embargo, la IA no es el único motor. La revolución digital disparará la demanda eléctrica y, para 2035, los centros de datos podrían consumir casi un 9% de la electricidad estadounidense, el doble que hoy. Ello exige invertir en redes, energía y cobre, la transición energética y la modernización de infraestructuras siguen atrayendo capital político y privado en Europa, China y, con mayor ambivalencia, en EE UU.

El gran reto económico de 2026 será adaptarse a un orden mundial en transformación, con una geopolítica marcada por nuevos alineamientos y desconfianza entre aliados. Las consecuencias de la guerra arancelaria, la evolución de los polos de poder, los conflictos latentes, las rutas de recursos y las cadenas de suministro definirán el equilibrio económico global.

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