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En colaboración conMcKinsey

Claves para desbloquear la competitividad industrial de Europa

EL PAÍS y McKinsey & Company organizaron un encuentro donde tres expertos analizaron el European Green Deal

La tarea de reindustrializar Europa es más complicada de lo que parece. Después de décadas de trasladar la producción a otras partes del mundo, el continente hace frente al desafío de revertir esa tendencia y fortalecer su base industrial. Lo que antes fue un simple objetivo de crecimiento económico, ahora está ligado a la transición energética y la competitividad mundial. La crisis climática y la necesidad de reducir la dependencia exterior (tanto en materias primas como en energía) han exacerbado el desafío. Como respuesta, la Unión Europea (UE) ha lanzado el Pacto Verde Industrial (European Green Deal), con el que busca convertir el reto de la descarbonización en una oportunidad de crecimiento.

“Defender ese modelo social y el papel de Europa en el mundo pasa, necesariamente, por la industria y por la energía que la sostiene”, dijo David González, socio sénior de McKinsey & Company. El problema es que, salvo la farmacéutica —que ha sido objeto de fricciones comerciales con EE UU en la guerra arancelaria—, la mayor parte de las industrias europeas llevan dos décadas en declive, aseguró. “Sectores intensivos en energía registran caídas anuales del 4% en su gross value added [valor añadido bruto]”, agregó el especialista en un encuentro organizado por EL PAÍS y McKinsey & Company, como parte de la iniciativa de Industria y Transición Energética para Iberia (IETI, por sus siglas en inglés). “No es un fenómeno coyuntural, sino una tendencia prolongada durante los últimos 20 años. La conclusión es clara: si no conectamos tres eslabones, modelo social, industria y energía, no estamos viendo la foto completa”, recalcó en el encuentro La transición energética: clave para la reindustrialización sostenible y el liderazgo de España en Europa.

El informe Draghi ha servido para elevar este debate. Porque más allá de las recomendaciones, que siempre generan discrepancias, en el diagnóstico hay consenso entre empresas, políticos y reguladores: la necesidad de actuar con urgencia. En ese sentido, McKinsey ha identificado tres pilares para reactivar el sector industrial: competitividad en costes (en la energía, principalmente), inversiones en innovación (para reforzar el tejido industrial) y la simplificación regulatoria. “La excesiva complejidad administrativa ralentiza la toma de decisiones e impide escalar proyectos al ritmo necesario, sobre todo si nos comparamos con EE UU, donde los procesos avanzan con mucha más rapidez”, subrayó David González. En este contexto de cambio surge una gran oportunidad para la península Ibérica. “España y Portugal tienen condiciones inmejorables para generar electrones y moléculas verdes”, comentó Maarten Wetselaar, consejero delegado de Moeve. Las moléculas verdes son avances como hidrógeno verde (producido con fuentes renovables), los biocombustibles de segunda generación (creados con residuos orgánicos) o los combustibles sintéticos (hechos con hidrógeno renovable y CO₂ retirado de la atmósfera).

Y para ello es necesario ponerse manos a la obra. “Lo primero es recuperar el sentido de urgencia”, dijo el representante de la energética. Por ejemplo, es imprescindible poner en marcha las infraestructuras que se requieren en un modelo económico sostenible. “En 2022, Alemania levantó un terminal de gas natural licuado (GNL) en nueve meses. Yo esperaba que en tres años ya tuviéramos tuberías de hidrógeno funcionando, pero ni siquiera hemos empezado”, agregó. Este desarrollo, además, pasa por tres fases: primero, abastecer la demanda local con energías limpias; segundo, escalar la producción para llevarla al norte de Europa mediante nuevas infraestructuras, y tercero, atraer la demanda industrial hacia la península Ibérica, donde la energía del futuro será más barata, dijo. “Eso permitiría reindustrializar nuestro país y convertirnos en un exportador de energía limpia”, recalcó Wetselaar.

La tendencia hacia la autonomía estratégica es imparable en energía, defensa y en la propia economía. “Europa tiene que fortalecerse porque, llegado el momento, nadie va a venir a rescatarnos. La autonomía es clave para el bienestar y la seguridad de los europeos, y eso pasa por desarrollar nuestros recursos aquí”, aseguró el consejero delegado de Moeve. La transición energética es un camino sin retorno, pero la cuestión es encontrar el ritmo adecuado para avanzar de forma competitiva. “Los objetivos deben ser ambiciosos pero también realistas”, dijo Luis Cabra, adjunto al consejero delegado y director general de Transición Energética, Tecnología e Institucional en Repsol. Entre las metas, expuso, está la necesidad de desplegar todas las energías renovables disponibles: electricidad, combustibles líquidos renovables, hidrógeno o biogás. Cabra indicó que en Europa hay ventajas competitivas claras, pero un marco legislativo con cierta rigidez. “Diría que un 80% funciona, pero el 20% restante está frenando la transición”.

EE UU, ejemplificó Cabra, ha atraído más inversiones para la transición energética porque su regulación es más simple y competitiva. “Produce casi tres veces más diésel renovable (HVO) que Europa. La diferencia está en la ambición climática y en la capacidad de combinar descarbonización con competitividad industrial”. Y agregó: “No se trata de desmontar toda la regulación europea, sino de ajustar unos pocos aspectos críticos… En Europa tenemos la costumbre de prohibir más que de facilitar. Estamos en una crisis. Faltan solo 25 años para 2050 y cumplir con los Acuerdos de París. En términos industriales, ese tiempo es muy corto”. Quizás, ante esta lentitud, el bloque de los 27 pueda perder la carrera en competitividad.

Relocalizar producción

“Todas las regiones están relocalizando sus industrias y lo están haciendo rápido”. Un ejemplo claro es el debate sobre los cuellos de botella en las redes eléctricas y los enormes volúmenes de inversión en data centers. “Se trata de inversiones que pueden instalarse aquí o en cualquier otro país europeo, siempre que cuenten con la capacidad de conexión en el tiempo requerido”, dijo González. “No hablamos de horizontes 2040 o 2050: en los próximos tres años se van a decidir estas grandes inversiones. O las atraemos ahora, o se irán a otra parte”. Todo esto depende de nuevas formas de colaboración entre la Administración y las empresas, un mayor impulso a la formación de expertos, así como de un entorno de estabilidad. En una encuesta realizada por la consultora se identificaron los cuellos de botella para el crecimiento: “Los tres factores que más la lastran son, primero, la complejidad regulatoria; segundo, la inestabilidad política, o mejor dicho, la necesidad de estabilidad política; y tercero, la volatilidad energética, muy marcada aún por el impacto de la crisis derivada de la guerra en Ucrania”, enfatizó González. “Si actuamos sobre esos tres elementos, podemos desbloquear la competitividad”.

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