Espacios culturales que llaman a la transformación
EL PAÍS y la Casa de la Arquitectura convocan a los responsables de diversas instituciones para analizar el futuro de los centros artísticos
Los museos y los espacios culturales no solo son sitios hechos de hormigón, hierro y cristal. En su interior hay una historia escrita por arte que vive y respira. Son sitios que provocan y cobran vida con la gente. También son esas cajas de resonancia que tienen que seguir funcionando, adaptándose a los nuevos tiempos, con retos diversos que van desde la digitalización, la sostenibilidad y la atracción de nuevo público (sobre todo más joven), hasta convertirse en integradores de la comunidad y ser actores del cambio social.
“¿Cómo hacemos que el arte, los museos y los espacios culturales sigan siendo lugares mágicos?, ¿cómo se tienen que transformar?, ¿cómo se pueden imaginar estos sitios en el 2050?”, fueron algunas de las preguntas que lanzó la periodista Marta González Novo, a los responsables de varias instituciones convocados al evento Innovación, Inclusión y Futuro, organizado por EL PAÍS en colaboración con Casa de la Arquitectura. Las respuestas fueron diversas, pero muchas de ellas coincidieron en hacer estos sitios mucho más digitales, abiertos al público, conectados con el contexto local que los rodea y que, de cierta manera, les da identidad. “Todos trabajamos en la porosidad, eliminando las barreras”, afirmó José Luis Ramos Romo, director artístico de Matadero Madrid.
Tras su inclusión, en la década pasada, en el Parque Madrid Río, Matadero Madrid hizo que las instalaciones de este centro cultural, situado en la ribera del río Manzanares, dieran una nueva vida a un barrio entero: la colonia del Pico del Pañuelo. “Durante un tiempo estuvo abandonado. Se estuvo pensando qué se hacía ahí. Se pensó en hacer estudios para Telemadrid o un campus universitario, y al final hubo la grandísima suerte de que alguien decidió que fuera un espacio para la cultura contemporánea. En ese momento se les ocurrió, con un gran acierto, explicar a los vecinos cómo un centro así podía mejorar sus vidas”, abundó Ramos Romo. Allí comenzó el programa Intermediae, un espacio de producción y visibilización de proyectos artísticos basado en la experimentación, el conocimiento y el aprendizaje compartidos. “Sirvió de puente con las comunidades que le rodeaban”.
A eso que se ha hecho en Matadero se llama mediación. “Serían esos mecanismos por los cuales acercamos a los diferentes públicos lo que estamos queriendo mostrar”, explicó Pablo Berástegui, director de La Casa Encendida. “La mediación te permite afinar y dirigirte a una comunidad u otra, a unas personas u otras. Es importante que no sea unidireccional”, resaltó Isabel Salgado, directora del Área de Exposiciones, Colección CaixaForum. Hay un sentimiento de utilidad pública. Se trata de acercar o familiarizar a las personas que habitualmente no entran en estos espacios. “Es importante que sientan que formamos parte de su ecosistema y que es un lugar al que están invitados”, agrega el responsable de La Casa Encendida, centro que busca relacionarse mejor con los barrios a los que está inscrito. “Hemos puesto en marcha un laboratorio ciudadano para convocar ideas de vecinos, se trata de abrir la gobernanza dentro de la propia Casa”, añade Berástegui.
Cómo atraer a los más jóvenes
“¿Qué hace que la gente no entre [a los espacios culturales]?”, preguntó la responsable del Área de Exposiciones, Colección CaixaForum. “Que sienten que el espacio no es suyo”, continuó. La sociedad se está transformando y los museos están en ello. Hay que estar atentos a todas las comunidades, pero cada institución tendrá que dirigirse a su público. “Tienes que posicionarte, elegir quién quieres que sea tu comunidad, ir construyendo con un lenguaje apropiado y seguir creciendo”, resaltó Salgado. Las nuevas generaciones, abundó la experta, llevan incorporado la colaboración y la tecnología, pero las más mayores tienen una mayor experiencia. “Hay que hacer el enchufe de todo”, destacó. En este sentido, la arquitectura juega un papel fundamental para la comunión entre el arte y las personas. “Es cada vez más interdisciplinar”, comentó Iñaqui Carnicero, secretario General de Agenda Urbana, Vivienda y Arquitectura.
Más allá de los espacios culturales más modernos, están los grandes museos e insignias de Madrid: el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, el Museo del Prado y el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, que también necesitan una mediación que genere un puente entre la institución y sus visitantes. “Eso lo pueden hacer muchos actores: historiadores del arte, artistas contemporáneos o escritores”, aseguró Miguel Falomir, director del Museo Del Prado. Hay un presente continuo de las colecciones y la visión actual le da un significado diferente al que se le dio en el momento de su creación. “No viésemos el Guernica igual antes o después de lo que está ocurriendo en Gaza. Lo vamos a asociar con un presente inmediato”, indicó Manuel Segade, director del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía.
Uno de los grandes retos que tienen estas instituciones es acercarse a los adolescentes. Hay dos formas e ir al museo, dijo Guillermo Solana, director Artístico del Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, como niños, que van conducidos, o como adultos, que van voluntariamente. “Entre estos dos mundos hay un gap, y ahí muchas veces los perdemos”. Pero pasada esta etapa, para los jóvenes, después de los 18 años, el arte contemporáneo es fundamental. Hoy en día, sin embargo, los museos en las ciudades compiten con diversas atracciones. Hay un mercado global del arte y muchas metrópolis han apostado por ser coleccionistas de museos, en usar estos espacios como un resort turístico, un atractivo para competir por los visitantes. Pero en España este fenómeno aún no ha cuajado. “Los museos están muy enraizados en sus propias comunidades y vinculados a su territorio”, agregó Segade.
Es evidente que los grandes museos siempre han figurado entre los grandes atractivos de las ciudades. “En muchos casos se abrieron con ese propósito, como lo fue el Museo del Prado”, reconoce su responsable. Pero el modelo de importación de franquicia, que son instituciones que de alguna manera “rapiñan” las posibilidades que en algún sitio, aún no hace mella. “Parecen restaurantes McDonald’s que los puedes encontrar igual en todas partes”, zanjó Falomir.