Solaria ajusta su hoja de ruta por los vaivenes del sector fotovoltaico
El grupo de la familia Díaz-Tejeiro debe readaptar su estrategia al nuevo entorno para las renovables. La creciente oferta disminuye los precios mayoristas y la subida de los tipos de interés impacta en la estructura de la deuda
Lo malo de los futuros prometedores siempre son los presentes complicados. Solaria —empresa decana del sector solar, 22 años de historia— tiene las dos cosas: un futuro prometedor porque España y la UE apuestan por la energía solar, y un presente complicado por los tipos de interés elevados y el desplome de los precios de la energía. En el primer trimestre, las dificultades se han traducido en una caída del 5% de los beneficios —23,6 millones de euros— respecto al mismo periodo de 2023, aunque los ingresos aumentaron un 9%. Las perspectivas, tanto en tipos como en precios, son favorables. Pero la compañía está obligada a realizar algún movimiento para calmar a los inversores. En esa línea se explica la constitución de Solaria Data Center para entrar en el mercado de los centros de datos y la anunciada revisión, en septiembre, de su plan estratégico. En 2023, Solaria obtuvo el mejor resultado de su historia —107 millones de beneficio neto—, pero el valor se mantuvo plano. En lo que va de año, con un primer trimestre de pesadilla, la acción de Solaria cae más del 30%.
A la familia Díaz-Tejeiro, que controla un 35% de las acciones, le toca mover pieza. Enrique Díaz-Tejeiro (1944), fundador, presidente no ejecutivo y aficionado al ajedrez, lo sabe bien. Ingeniero industrial, siempre vinculado al sector energético —gas y redes de canalización—, constituyó la empresa en 2002 con 6.000 euros. Han dado más fruto que las criptomonedas. Solaria vale en Bolsa en torno a 1.464 millones. Los Díaz-Tejeiro controlan Solaria a través de la sociedad DTL Corporación SL. Sus socios principales en el capital son Citigroup Global Market (5,3%), el fondo noruego Norges Bank (3,9%), el omnipresente Black Rock (3,8%) y Natixis (3%).
Desde los inicios como fabricantes de paneles solares, los Díaz-Tejeiro, con el apoyo inicial de inversores destacados como Manuel Azpilicueta, expresidente del Círculo de Empresarios, o el abogado Íñigo Sagardoy, se han movido bien en el tablero renovable. Colocaron acciones de Solaria a inversores institucionales en una oferta pública de suscripción (OPS) en 2005; salieron a Bolsa en 2007 y se incorporaron a la élite del mercado, los 35 del Ibex, hace cuatro años. Desde entonces, pese a los últimos vaivenes negativos (en el año cae en Bolsa un 34%), los títulos de Solaria han subido un 66%.
Cuota de mercado
La compañía que dirige Arturo Díaz-Tejeiro, consejero delegado, hijo del fundador, ha demostrado capacidad de adaptación. En su nacimiento, se adelantó un par de años al boom de la energía solar; fabricó paneles hasta que fue más barato importarlos de China —abandonó la fabricación en 2014—; sorteó los vaivenes regulatorios y las crisis del estreno de siglo y el shock de los mercados energéticos por la guerra de Ucrania. El reto ahora es no morir de asfixia rodeada de éxito. Según los datos de Red Eléctrica de España, la fotovoltaica es la tecnología que más crece en España. En 2023, la potencia instalada aumentó un 28%, hasta 25,5 GW, y Solaria controla una notable porción del pastel dado su tamaño: 1,6 GW que este año llegarán a 3,1 GW —el equivalente a tres centrales nucleares—. En 2030, si se cumplen los planes de expansión en los países en los que ya trabaja —España, Italia, Portugal, Uruguay y Grecia—, la porción del pastel solar llegará a los 18 GW.
El problema es que el crecimiento acelerado de la capacidad solar instalada va seguido de una caída en los precios mayoristas de la electricidad en las horas de generación solar abundante. El 24 de mayo, España batió el récord histórico de producción solar fotovoltaica diaria: 196 GWh. Pero, según informó Cinco Días, hasta abril, 500 MW fotovoltaicos pararon en algún momento por los precios eléctricos negativos, ya que producir no era rentable. Lógicamente, nada es para siempre. Eduardo Imedio, analista de Renta 4, ha destacado en sus análisis sobre Solaria que “los futuros [los precios de los contratos para los próximos años] apuntan por encima de los 50 euros por megavatio hora, no solo de cara a la segunda mitad de 2024, sino para el resto de la década”. Un cambio en positivo.
“La bajada de precio afecta solo a la parte de energía que vendemos al mercado, que es aproximadamente un 30% de nuestra producción”, explican fuentes de la empresa. El resto son contratos a largo plazo y precio fijo (Power Purchase Agreement, PPA). Solaria tiene siete contratos de este tipo (PPAs) en España con grandes empresas —Alpiq, Axpo, EDP, Endesa, Repsol, Shell y Statkraft—. El objetivo, asegura la compañía, es “bajar nuestra exposición a la fluctuación de los precios de la energía y asegurar flujos de caja constantes para los próximos 10 años”. Pero la inquietud que se ha reflejado en Bolsa en los últimos meses se mantiene. Los precios de la electricidad en el mercado ibérico “siguen siendo los más bajos a pesar de ser los únicos de Europa con subidas en la primera semana de mayo”, detallan los expertos de Aleasoft. Una situación que ha puesto en alerta a firmas de análisis como Morgan Stanley, Goldman Sachs y RBC.
La realidad es que, aunque el mercado ibérico muestra todavía cifras de récord, el boom solar ha perdido fuelle en mercados maduros; por los precios y por los tipos de interés elevados que encarecen la financiación. La deuda financiera neta de Solaria a finales de 2023 se situaba en 982 millones, una cifra que prácticamente duplica el valor patrimonial de la compañía. ¿Preocupante? “En absoluto”, apuntan en Solaria. “Nuestra situación financiera es sólida; los fondos propios se han incrementado en los últimos años, pasando de 247 millones de 2021 a 524 millones en 2023. Y tenemos una estructura de deuda saneada, con un coste medio del 3,5% y una baja exposición a los tipos, dado que el 85% está a tipo fijo. De manera adicional, el 90% de la deuda es deuda proyecto [ligada al activo], sin recurso a la matriz”, argumentan. En todo caso, las esperadas bajadas de tipos les van a venir muy bien a las compañías de renovables, “cuyo apalancamiento es muy elevado, del entorno del 70% sobre la inversión, o incluso más”, explica Imedio.
Si mejora el presente —precios y tipos—, Solaria sacará partido a sus mejores posiciones en el tablero: puntos de conexión asegurados para 9.824 MW —la mitad de la capacidad-objetivo que planea para 2030— y la posibilidad de colocar aerogeneradores —hibridación— en los parques solares que gestiona. “Hemos identificado más de 3.000 MW de eólica en hibridación con nuestras plantas”, asegura la compañía. La cifra suena a dinero y beneficios; a futuro brillante con peldaños pendientes. Uno de esos peldaños es el almacenamiento, “que permitirá acumular y volcar energía a la red fuera de las horas naturales de producción y, por tanto, ser más competitivos”. Un segundo escalón es la tramitación y obtención de permisos para la puesta en marcha de las instalaciones. Un proceso “tedioso”, según la empresa, que tiene término propio en la lingua franca renovable: “Permitting”. Son cosas del presente, siempre complicado, a la espera del futuro, siempre incierto. Nada nuevo. Hace más de medio siglo, Asimov imaginó tramas enredadas en presentes y futuros más o menos distópicos en El sol desnudo, una novela cuya acción transcurría en uno de los 50 mundos colonizados por la humanidad. Solaria se llamaba.
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