BCE: una emancipación cautelosa

La decisión del organismo monetario de reducir los tipos antes que la Fed refleja un equilibrio delicado entre estimular el crecimiento y gestionar los riesgos inflacionarios

Christine Lagarde, presidenta del BCE, durante una conferencia de prensa en Fráncfort, en abril.Kai Pfaffenbach (REUTERS)

La próxima semana, el Banco Central Europeo (BCE) reducirá el precio oficial del dinero por primera vez en cinco años hasta situar la tasa de financiación en el 4,25%. Esta medida, justificada por un proceso de moderación de precios que avanza en línea con las expectativas del organismo, sorprende a la comunidad inversora al adelantarse a la Reserva Federal (Fed), algo nunca visto. Sí hubo no obstante dos ocasiones, en 2008 y 2015, en las que la política monetaria de ambos divergió.

El BCE no será en cualquier caso el pionero de este ciclo, ya que tanto el Banco Nacional de Suiza como el Riksbank sueco le han mostrado ya el camino con sendos recortes, aunque nada compara con la magnitud económica del bloque comunitario que supone un sexto del PIB mundial y cerca del 20% del comercio mundial.

Adelantarse a la Fed podría ofrecer ventajas significativas. En primer lugar, una reducción de los tipos podría estimular el crecimiento en la eurozona al abaratar el coste del crédito para empresas y consumidores. Y con la inflación mostrando señales de desaceleración, el BCE se siente confiado para dar el paso sin temer una escalada inflacionaria. Además, esta medida podría fortalecer la confianza en la economía europea, impulsando la inversión y el consumo. Y es que, pese a comenzar el año mejor de lo previsto, el PIB de la eurozona muestra un crecimiento anémico del 0,4% interanual en el primer trimestre. Una política monetaria menos restrictiva se antoja crucial dado el contexto actual, en donde Europa enfrenta desafíos como el conflicto en Ucrania y las tensiones comerciales globales.

En el extremo contrario, el poder adelantarse a la Fed también conlleva riesgos. Un diferencial de tipos creciente entre el euro y el dólar podría fortalecer la moneda estadounidense. Esta probable depreciación del euro haría que las exportaciones europeas sean más caras y menos competitivas a nivel global, lo que afectaría a las economías exportadoras de la eurozona.

Tampoco es desdeñable la potencial pérdida de credibilidad del BCE y es que, si el banco central se llegara a ver obligado a revertir su decisión y subiera tipos debido a una inflación persistente, su reputación sobre su capacidad para gestionar la política monetaria de manera efectiva quedaría gravemente dañada. En este sentido, la lectura preliminar del IPC de mayo, con un alza del 2,9% en su versión subyacente y superando estimaciones, pone en aprietos al BCE.

La decisión del BCE de reducir los tipos de interés antes que la Fed refleja un equilibrio delicado entre estimular el crecimiento económico y gestionar los riesgos inflacionarios. Más importante será ver su hoja de ruta en las reuniones de julio y sobre todo septiembre, en donde la presión sobre el BCE se redoblará si la Fed decide no bajar y el BCE hace buena nuestra previsión de tres recortes en 2024. Ahí veremos si el movimiento preventivo de junio ha sido un gesto simbólico o el inicio de su emancipación definitiva.

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