Esperando el rugido de la Bolsa china

Las dificultades asociadas a los problemas estructurales del crecimiento en China se sienten con fuerza en sus Bolsas

Una pantalla muestra la evolución del principal índice de la Bolsa china, en Hong Kong.TYRONE SIU (REUTERS)

Hace escasos días comenzaba el año nuevo lunar, la festividad más celebrada de China. Entrábamos así en el año del dragón de madera, poderoso símbolo de su astrología que representa fuerza, poder y energía.

Bajando al terreno de los mercados, las dificultades asociadas a los problemas estructurales del crecimiento en China, con la covid-19 como punto de inflexión, se sienten con fuerza en sus Bolsas, que atraviesan un periodo de apat...

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Hace escasos días comenzaba el año nuevo lunar, la festividad más celebrada de China. Entrábamos así en el año del dragón de madera, poderoso símbolo de su astrología que representa fuerza, poder y energía.

Bajando al terreno de los mercados, las dificultades asociadas a los problemas estructurales del crecimiento en China, con la covid-19 como punto de inflexión, se sienten con fuerza en sus Bolsas, que atraviesan un periodo de apatía y desconfianza. El paradigma es el índice Hang Seng de Hong Kong, que acumula cuatro años consecutivos de caídas y pérdidas cercanas al 45% desde el cierre de 2019. Más moderadas, aunque igualmente importantes, son las pérdidas del índice continental CSI 300, cercanas al -20%. Con estas caídas, la renta variable china cotiza a unas valoraciones deprimidas y, en teoría, a unos niveles atractivos y sin parangón en los mercados globales. Volviendo al ejemplo del Hang Seng, cotiza a un múltiplo precio/beneficio estimado para el actual ejercicio de en torno a ocho veces, lo que supone un descuento del 35% frente a su media de 30 años y una valoración a nivel global de en torno al doble. La ratio que refleja su valor en libros es igualmente atractiva, inferior a una vez.

Los motivos de esta infravaloración son variados y controvertidos. Por un lado, la escasa confianza del inversor local en la capacidad de generación de resultados futuros de las empresas chinas. Influyen la débil recuperación económica del país, que hace tiempo dejó de crecer a doble dígito, agudizada por el colapso del sector inmobiliario nacional —supone en torno al 25% de la economía del país— y el intervencionismo estatal en sectores como el tecnológico.

Por otro lado, la materialización de riesgos geopolíticos asociados a China que, unido a la comentada mayor madurez de su economía, exigen nuevas políticas de estímulo. De momento, el Banco Popular de China rebajó recientemente en 50 puntos básicos el coeficiente de reserva de caja exigido a los bancos, buscando la reactivación económica y de los mercados.

Pero el inversor exige más, y nuevas medidas podrían anunciarse en marzo. Mientras tanto, la paciencia del mercado sigue a prueba en un entorno con dudas, que necesita del inversor local como requisito previo al retorno del dinero global para iniciar la ansiada recuperación bursátil. Y es que esa confianza inversora, que tarda mucho en adquirirse y nada en volatilizarse, exigirá la estabilización del mercado inmobiliario. También requerirá, del lado gubernamental, de reformas estructurales y generosos paquetes de estímulos canalizados con mejores políticas de comunicación y ejecución. En el plano micro, el crecimiento de los beneficios industriales supera ahora al coste del capital, lo que supondrá volver a invertir y, de paso, incrementar sus políticas de retribución al accionista. Este último aspecto sería un guiño muy bien acogido por un inversor local maltratado en el pasado reciente. Y deseoso de rugir como el dragón.

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