La segunda vida de un aristócrata del textil catalán

Nextil, nacida como Dogi en los años cincuenta y que entró en concurso en 2009, se orienta hacia el sector del lujo para salir de pérdidas

Un operario de Nextil.

Nextil, nacida como Dogi en la década de los cincuenta de la mano de la familia Domènech, llegó a ser uno de los grandes nombres de la industria textil de este país. El grupo salió a Bolsa en 1998 y creció a golpe de talonario en el mercado internacional mediante compras de factorías en México, Estados Unidos, Filipinas, China, Alemania, Sri Lanka y Tailandia. En la década de los dos mil, Dogi iba a por todas con una facturación de 200 millones de euros, hasta que la realidad se cru...

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Nextil, nacida como Dogi en la década de los cincuenta de la mano de la familia Domènech, llegó a ser uno de los grandes nombres de la industria textil de este país. El grupo salió a Bolsa en 1998 y creció a golpe de talonario en el mercado internacional mediante compras de factorías en México, Estados Unidos, Filipinas, China, Alemania, Sri Lanka y Tailandia. En la década de los dos mil, Dogi iba a por todas con una facturación de 200 millones de euros, hasta que la realidad se cruzó en su camino. Las compras le pasaron una alta factura. En 2009 se vio obligada a presentar concurso de acreedores y a dejar de cotizar, con unas pérdidas de más de 50 millones de euros.

“Los problemas se agravaron tras dejar la empresa a los hijos del propietario. Ahí fuera hay lobos y hay que estar atento. O tienes buenas defensas o los lobos te comen. Se creyeron intocables y en pocos años se hundió la compañía, que había llegado a ser un caso de estudio en Harvard”, esgrime Manuel Martos, actual consejero delegado de Nextil. En 2013, el grupo facturaba 15 millones de euros con unas pérdidas de más de nueve, una situación que puso en la cuerda floja a la compañía, que pasó un año después a manos del grupo de capital riesgo Sherpa, con Eduardo Navarro, socio fundador del grupo, al mando tras el relevo en la presidencia de Josep Domènech.

Sherpa, que empezó desde cero y devolvió la empresa a la Bolsa, acometió una profunda reestructuración. Empezó por sacar la chequera para comprar varias empresas textiles españolas, como Géneros de Punto Treiss, QTT, Busmartex o Ritex (ahora integradas en la nueva estructura de la empresa o en proceso de liquidación como QTT). Además, los nuevos dueños decidieron abandonar el sector del fast fashion o moda rápida (colecciones creadas a partir de las últimas tendencias a bajo coste). “Se discutía el valor de una prenda por céntimos. Habíamos desplazado el fast fashion desde España, Portugal y Marruecos, que hacían el 95% hace 10 años, a Turquía. Los turcos empezaron a abrir showrooms de diseño en A Coruña y era como formar a la competencia. Todo apuntaba a un mal final”, señala el consejero delegado.

En 2017 se trasladó la sede desde El Masnou (Barcelona) hasta Madrid, una fecha que coincide con el proceso independentista catalán y que Martos justifica además “porque los inversores están en Madrid”. La decisión culminó con el cambio de la denominación que pasó de Dogi a Nueva Expresión Textil (Nextil). “La marca tenía un gran peso interno, lo fagotizaba todo. Por eso lo cambiamos”, señala Martos.

A finales de 2022, el grupo Sherpa salió de la gestión de Nextil, aunque se mantiene en el accionariado a través de Businessgate, una de sus filiales, que ostenta el 66% de las acciones. El pasado año se llevó por delante la histórica fábrica de El Masnou, que hacía tejido elástico íntimo y de baño, una de las dos fábricas supervivientes del conglomerado de empresas que llegó a tener Dogi, junto con la de Greensboro (Estados Unidos), especializada en tejido deportivo, íntimo y médico. “Se intentó mantener, pero tenía graves problemas de costes. ¿Cómo vas a fabricar en Europa y delante de la playa en la zona más cara de Barcelona? Fue imposible”, asegura Martos.

Nueve empresas

Con una presencia importante en Europa, que asume el 60% de sus ventas, la compañía gestiona nueve empresas: una en Badalona, seis en Portugal, otra en Estados Unidos y la última en Guatemala, en las que elabora tanto prendas como tejido para sus cinco verticales: deportivo, ropa íntima, de baño, médico y lujo. Un sector este último por el que Nextil apuesta a lo grande y en el que Portugal se encuentra en el top europeo. Una razón que ha llevado a la compra de varias empresas lusas enfocadas en el lujo como Sicis 93 y Keupe.

La fábrica de Guatemala es uno de sus grandes proyectos. Gestada en 2020, el proyecto inicial era comprar algo ya existente y modernizarlo. “Pero no fue posible por la falta de conocimiento”, reconoce Martos. “Analizamos qué países tenían acuerdos ventajosos de comercio con Europa y EE UU. Vimos que Guatemala era el destino natural porque hay un sector textil enorme, la fiscalidad es favorable y tiene acceso a los dos océanos”, afirma el directivo. La fábrica guatemalteca tiene dos plantas de producción: la primera, de tejeduría, está en marcha y trabaja para la de Carolina del Norte; la segunda comenzará a estar operativa en septiembre. “De momento se han invertido 20 millones, pero el compromiso total es de 40 millones”. En la actualidad, produce seis millones de metros de tela al año y dan trabajo a 100 personas, de las 450 que lo hacen fuera de España. Aquí la plantilla apenas supera las 30 personas. “La cartera de pedidos va muy bien, muchas grandes marcas norteamericanas como GAP o Walmart, que antes no se acercaban a nosotros, se han puesto en contacto”.

Con la fábrica de Guatemala la empresa ha visto brotes verdes en su cuenta de resultados, pese a tener pérdidas que se han rebajado desde el cierre de la planta de El Masnou. “En Guatemala tenemos que hacer frente a muchos gastos y la facturación es baja. Esto nos está penalizando, pero el resto de las empresas están ganando dinero”. En el ejercicio 2022 la facturación fue de 49,7 millones de euros, frente a los 63,4 millones de euros de 2021; el segmento del lujo supone el 50% de los ingresos de la compañía, mientras que los tejidos médicos representan el 10%. Mientras, el margen de las ventas se incrementó ligeramente por el efecto del cierre de El Masnou, del 8,6% al 8,7%. A pesar de esta mejora, la empresa multiplicó casi por cuatro sus pérdidas, situándolas en 14,16 millones de euros.

La pandemia supuso un duro golpe para la cotización en Bolsa de la compañía de la que están tratando aún de recuperarse. En lo que va de año, las acciones se revalorizan un 38% y la capitalización se sitúa en 200 millones de euros. “El año que viene esperamos crecer tanto de manera orgánica como mediante adquisiciones”, asegura Martos. Un crecimiento inorgánico que siguen contemplando, sobre todo en el sector lujo. “Cada año tenemos en el foco una o dos empresas de este sector. Queremos seguir comprando”, concluye el consejero delegado.

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