Gernika y el oro de Moscú
El factor más determinante para saber si Putin podrá seguir financiando la invasión es conocer si las restricciones se extienden al petróleo y al gas
Esta semana las palabras del presidente Volodímir Zelenski han retumbado en el Congreso de los Diputados. La crudeza del conflicto de Ucrania y la infamia que genera cualquier guerra —mucho más si existe una masacre sobre la población civil— nos retrotraen a las desafortunadas experiencias vividas en Europa a lo largo del siglo pasado.
En el terreno económico, también se puede trazar un paralelismo entre Gernika, Moscú y cómo, ante situaciones de g...
Esta semana las palabras del presidente Volodímir Zelenski han retumbado en el Congreso de los Diputados. La crudeza del conflicto de Ucrania y la infamia que genera cualquier guerra —mucho más si existe una masacre sobre la población civil— nos retrotraen a las desafortunadas experiencias vividas en Europa a lo largo del siglo pasado.
En el terreno económico, también se puede trazar un paralelismo entre Gernika, Moscú y cómo, ante situaciones de guerra, los gobernantes recurren al oro. En julio de 1936, nueve meses antes del bombardeo de Gernika, el presidente de la República, Largo Caballero, y Negrín, su entonces ministro de Hacienda, dieron orden de traslado de las reservas del Banco de España hacia Moscú pensando en la financiación de la guerra que comenzaba. Tres cuartas partes de las 630 toneladas de oro y 1.225 toneladas de plata —de la que entonces era la cuarta mayor reserva metálica del mundo— tuvieron como destino la URSS y el resto se depositó en París. Aunque la historia es muy controvertida, parece que el oro de Moscú —que a precio de hoy estaría valorado en 40.000 millones de euros— sirvió para pagar los suministros y las armas del bando republicano en la Guerra Civil.
En el conflicto actual de Ucrania y en la constante lucha entre Rusia y Occidente, Putin, que ya no puede recurrir a las reservas de divisas depositadas en el extranjero debido a las sanciones internacionales, se refugia en seguir exportando materias primas y en sus cada vez más mermados recursos económicos disponibles: el 14% de las reservas totales que el Banco de Rusia tiene en yuanes y el 22% en oro.
Para frenar el desplome del rublo, desde el 28 de marzo, ha fijado un factor de conversión con el oro (5.000 rublos es igual a un gramo de oro). De esta forma —junto a otras medidas como doblar los tipos de interés hasta el 20%, limitar la compra de dólares de los ciudadanos y forzar la conversión de las empresas que reciben ingresos del exterior— ha conseguido estabilizar artificialmente la cotización del rublo, que ya cotiza contra el precio teórico fijado por decreto con solo un 8% de descuento frente al 28% inicial. Esta medida, vigente hasta el 30 de junio, permite a Rusia marcar un tipo de cambio indirecto frente al dólar, además de anticipar la voluntad de, en el futuro, intercambiar sus recursos estratégicos a cambio del metal amarillo.
Tras la prohibición que se acaba de autoimponer la UE de dejar de importar carbón ruso como reacción a los macabros hallazgos en la ciudad de Bucha, el factor más determinante para saber si Putin podrá seguir financiando su invasión será conocer si se da un paso más, y las restricciones se extienden al petróleo y, sobre todo, al gas, que es el oro de nuestros tiempos. Mucho me temo que, desgraciadamente, por encima de las atrocidades contra civiles, los tres factores que imperarán para ganar la guerra son aquellos a los que aludía Napoleón Bonaparte: dinero, dinero y dinero.
Joan Bonet Majó es director de estrategia de mercados de Banca March.