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Gabriel Zucman, economista: “Gravar a los multimillonarios no es una idea radical, sino el mínimo exigible”

Convertido en una estrella en Francia, este discípulo de Thomas Piketty propone un impuesto mínimo del 2% a las grandes fortunas y reabre el debate sobre la justicia fiscal en toda Europa

Gabriel Zucman (París, 39 años) es el economista del momento en Francia gracias a una idea simple y explosiva: fijar un impuesto del 2% sobre la riqueza de los multimillonarios. Su propuesta, concebida para corregir una “anomalía” que permite a los ultrarricos pagar un tipo efectivo mucho menor que las clases bajas y medias, ha situado a este discípulo de ...

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Gabriel Zucman (París, 39 años) es el economista del momento en Francia gracias a una idea simple y explosiva: fijar un impuesto del 2% sobre la riqueza de los multimillonarios. Su propuesta, concebida para corregir una “anomalía” que permite a los ultrarricos pagar un tipo efectivo mucho menor que las clases bajas y medias, ha situado a este discípulo de Thomas Piketty en el centro del debate político de su país. Hace semanas que Zucman está en todas partes: su ensayo Les milliardaires ne paient pas d’impôt sur le revenu et nous allons y mettre fin (Los multimillonarios no pagan el impuesto sobre la renta y vamos a ponerle fin), publicado hace apenas un mes, se ha convertido en un fenómeno editorial que roza los 50.000 ejemplares vendidos. En él desgrana su propuesta: aplicar un tributo mínimo del 2% a los patrimonios superiores a 100 millones de euros —unas 1.800 fortunas en Francia— para que los más ricos contribuyan al equilibrio de las finanzas públicas.

La propuesta, apoyada por los partidos de izquierda y por una amplia mayoría de la opinión pública, ha sido rechazada en dos ocasiones por el Parlamento francés, pero Zucman no da la batalla por perdida. Lo relata en una entrevista en su despacho de la Paris School of Economics, un espacio algo monástico con una planta, un ordenador, un casco de bici y una pizarra con la fórmula de un impuesto que ha logrado reabrir el debate sobre la justicia fiscal en toda Europa.

Pregunta. ¿Cómo explica el éxito de un libro que habla de fiscalidad?

Respuesta. Mi trabajo revela que los multimillonarios pagan, en proporción a sus ingresos, muchos menos impuestos que el resto. La mayoría de la población soporta una carga fiscal total de entre el 25% y el 50% de su renta; los multimillonarios pagan entre el 0% y el 2% de su patrimonio. Eso vulnera el principio de igualdad ante el impuesto, que en Francia es constitucional. Durante años hubo una gran opacidad: las estadísticas públicas callaban. Varios equipos de investigación hemos trabajado para disipar ese silencio. Hoy la gente quiere adueñarse de ese conocimiento. Por eso leen mi libro.

P. ¿La fiscalidad ya no se percibe como una cuestión técnica, sino de justicia social?

R. Es que, sin impuestos, no hay sociedad. Son un elemento estructural de la democracia. Según coloquemos el cursor en el 0%, el 50% o el 90%, obtenemos sociedades muy distintas. Y en Francia tenemos, además, una deuda del 116% del PIB y un déficit del 5,4% incluso en periodo de crecimiento. Hay que sanear las cuentas y repartir mejor el esfuerzo.

P. Mientras tanto, la riqueza de los multimillonarios se dispara.

R. En 1997 representaban el 3% del PIB mundial; hoy es el 14%. Sus empresas, todas multinacionales, se han beneficiado de la globalización y sus dueños apenas pagan impuesto sobre la renta, así que pueden reinvertir sus ingresos casi sin tributar. Basta una burbuja bursátil para que una sola persona pese varios puntos del PIB de un país.

P. Por ejemplo, la primera fortuna francesa, Bernard Arnault, propietario de LVMH.

R. Su fortuna ronda los 150.000 millones de euros, alrededor del 5% del PIB francés. Mañana podría ser el 10% o el 15%. Esto sucede en Francia, pero podría ocurrir en cualquier otro país. Podemos acabar con individuos cuyo peso económico se vuelva gigantesco.

P. El 86% de los franceses apoya su impuesto, incluso nueve de cada diez votantes de derecha. ¿Por qué el Parlamento lo rechaza?

R. Por la influencia de los multimillonarios en la vida política y en el debate de ideas. Estos últimos meses se han movilizado para impedir que se apruebe la propuesta y han difundido falsedades desde los medios que controlan. Pero no hay que sobrestimar su poder: las fuerzas de la democracia son más fuertes a largo plazo. Crear nuevos impuestos siempre es un combate difícil.

P. ¿Odia usted a los ricos, como le dicen sus detractores?

R. No tiene ningún sentido. Esto no va de personas, sino de democracia, de cómo contribuyen equitativamente los distintos grupos al bien común.

P. Arnault lo llamó “seudoinvestigador” y “militante de extrema izquierda”.

R. Es la reacción nerviosa de grandes fortunas que saben que la situación no es sostenible, y también la prueba de que no tienen argumentos de fondo. En ausencia de razones se recurre al insulto, al estilo de Trump: cuando alguien discrepa, se le llama comunista y, de paso, se denigra el conocimiento y a los universitarios. Es el viento del trumpismo soplando sobre el mundo.

P. En todo caso, usted nunca ha ocultado que es de izquierdas.

R. Tengo mis convicciones, como todo el mundo. Pero este impuesto mínimo no es una revolución fiscal ni un castigo a los ricos. Nace de un informe para el G-20, a petición del Gobierno brasileño. Propuse hacer con los multimillonarios lo mismo que con las multinacionales: fijar un tipo mínimo. El 2% se calculó para que no paguen menos que el resto, pero tampoco más. No es una idea radical ni particularmente de izquierdas, sino el mínimo exigible, la versión más minimalista de la justicia fiscal. Hemos identificado una anomalía y tenemos que corregirla.

P. ¿Quién la permitió?

R. Siempre ha estado ahí, pero se ha agravado con la explosión reciente de esas fortunas. En 1996, las 500 mayores fortunas equivalían al 6% del PIB francés; hoy controlan el 42%. Entonces, un impuesto del 2% apenas habría supuesto el 0,1% del PIB. Hoy serían 0,8 puntos, una cifra más significativa para un país que necesita ahorrar dos y medio.

“En España todavía faltan datos: se requiere más detalle y transparencia de la Administración. Confío en que los haya”

P. ¿Ha sido la izquierda hipócrita con la fiscalidad?

R. Sí, en Francia y en toda Europa occidental. Hubo un pacto implícito: “Nos dejáis construir el Estado del bienestar y a cambio os dejamos tranquilos”. Los impuestos sobre el patrimonio casi nunca gravaron a los multimillonarios. En 1981, Mitterrand creó un impuesto sobre las grandes fortunas, pero eximió de inmediato a las más grandes. Fue un naufragio político del que hay que aprender.

P. ¿Es Francia un país en declive?

R. No. El balance de Emmanuel Macron es, en conjunto, muy malo, pero Francia sigue siendo uno de los países más productivos del mundo y tiene muchos éxitos ligados al Estado social. Por ejemplo, Europa lo hace mucho mejor que EE UU en salud. Hay mucho de lo que sentirse orgulloso, aunque no podamos dormirnos en los laureles.

P. Usted dirige el Observatorio Europeo de la Fiscalidad. ¿Cuál es la situación en España?

R. Me es difícil responder, porque en España todavía faltan datos. En Francia, Países Bajos, Brasil, EE UU, Suecia o Noruega contamos con estudios elaborados junto a las administraciones fiscales. En España hay excelentes trabajos, pero se requiere un mayor nivel de detalle y transparencia. Confío en que lo haya. En realidad, este es un proceso muy reciente. En EE UU no hubo datos hasta 2019. En Francia, hace un par de años. En cualquier caso, la curva fiscal española es similar a la del resto de países europeos, aunque el nivel de presión sea algo menor que en Francia.

P. Asegura que los ultrarricos estadounidenses pagan más que los europeos.

R. En EE UU este debate tuvo lugar hace casi un siglo. En 1933, la prensa reveló que J. P. Morgan, una de las grandes fortunas de su época, no había pagado impuestos en 1931 ni 1932. El escándalo llevó a Roosevelt a aprobar una ley que penalizaba los holdings. Desde entonces, algunos multimillonarios pagan más que los europeos: alrededor del 9% de sus ingresos. Aun así, Elon Musk o Jeff Bezos han encontrado la forma de pagar muy poco. Hubo un año en que Bezos declaró ingresos tan bajos que llegó a recibir ayudas familiares.

P. “Cuando el pueblo no tenga nada que comer, se comerá a los ricos”, reza una frase atribuida a Rousseau. ¿Ya estamos en ese punto?

R. No veo un riesgo de violencia, pero sí de crisis democrática.

P. Si se aprueba su impuesto, ¿habrá fuga masiva de capitales?

R. Es un argumento clásico y muy exagerado. El exilio fiscal existe, pero no es masivo y se puede limitar. Por ejemplo, gravando durante algunos años a quienes se han hecho multimillonarios en Francia y luego se marchan, sin llegar al modelo estadounidense, que hace pagar impuestos a sus ciudadanos, vivan donde vivan, durante toda su vida.

P. La cultura actual está llena de ficciones donde los ricos son devorados simbólicamente: Parásitos, Succession, The White Lotus… ¿Cómo lo explica?

R. Las he visto todas. La explosión de la riqueza de los millonarios es una de las tendencias más importantes de las últimas décadas. No es extraño que aparezca también en la ficción. La cuestión es cómo abordamos este problema de manera racional, democrática y eficaz.

P. Procede de una familia acomodada y es hijo de médicos. ¿Su reflexión nace más de lo observado que de lo vivido?

R. La crisis de 2008 fue decisiva. Tenía 21 años y quería entender qué estaba pasando. Me sumergí en las estadísticas internacionales y descubrí la magnitud de la evasión fiscal. Luego viví casi diez años cerca de San Francisco, donde conviven riqueza extrema y personas sin hogar. Estaba allí cuando ganó Trump. Todo eso me llevó a trabajar directamente sobre políticas públicas.

P. ¿Ha recibido presiones o amenazas?

R. Estaba preparado: viví de cerca algo parecido en EE UU, cuando colaboré en la campaña de Bernie Sanders y Elizabeth Warren en 2020. Ambos fueron víctimas de durísimas campañas de odio. La historia fiscal muestra que toda reforma importante es una batalla dura. En la Francia de comienzos del siglo XX, el ministro que impulsó el impuesto sobre la renta, Joseph Caillaux, también fue atacado durante años, hasta que lo logró aprobar.

P. Creo que las cosas no acabaron bien para él...

R. Su esposa acabó asesinando al director de Le Figaro, que había liderado una campaña en su contra. Así que, si nos ponemos a comparar, lo mío no es nada. Además, le aseguro que soy una persona muy zen, y mi mujer también. En nuestra casa no se llega tan lejos... [ríe].

P. En muy pocos meses, se ha convertido en un famoso. Según un estudio, es la novena personalidad más citada en los medios franceses. ¿Cómo va de ego?

R. Nunca busqué esta exposición. Intento aprovecharla para difundir conocimiento y fomentar el debate democrático. Si esta atención sirve para que la gente se apropie de esas ideas, habrá valido la pena.

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