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¿Cómo crecen las economías?

Los profesores Aghion y Howitt, premiados con el Nobel de Economía, explican de forma inteligente y perspicaz el proceso de crecimiento económico

Recuerdo perfectamente el asombro que me causó leer por primera vez el trabajo por el que los profesores Aghion y Howitt recibieron ayer el premio Nobel de Economía junto al profesor Mokyr. Era un documento de trabajo todavía no publicado que aparecía en las referencias del curso de macroeconomía avanzada del doctorado. Mis compañeros de promoción coincidieron en esa mezcla de fascinación y sorpresa ante un modelo ...

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Recuerdo perfectamente el asombro que me causó leer por primera vez el trabajo por el que los profesores Aghion y Howitt recibieron ayer el premio Nobel de Economía junto al profesor Mokyr. Era un documento de trabajo todavía no publicado que aparecía en las referencias del curso de macroeconomía avanzada del doctorado. Mis compañeros de promoción coincidieron en esa mezcla de fascinación y sorpresa ante un modelo muy elegante en lo formal, que era capaz de explicar de forma inteligente y perspicaz el proceso de crecimiento económico.

Los modelos neoclásicos que habíamos estudiado anteriormente derivaban en una tasa de crecimiento del output per cápita que venía exógenamente determinada por algo denominado tasa de crecimiento tecnológico, que “caía del cielo”. De esta forma, las políticas económicas no tenían influencia en el crecimiento económico a largo plazo y sin progreso técnico, la economía se estancaba. Además, todos los países acababan convergiendo.

Más recientemente, en 1986, el profesor Paul Romer, premio Nobel de Economía en 2018, había propuesto una modificación del modelo que daba lugar a la versión AK con rendimientos constantes a escala que generaba crecimiento endógeno (explicado por el propio modelo) a partir de la acumulación de conocimientos producida por la acumulación de capital. En este modelo, la política económica podía influir en el crecimiento a largo plazo si podía cambiar de forma permanente la tasa de ahorro, y los países podían crecer sin convergencia.

El modelo de Aghion y Howitt explicaba con detalle, y de forma analítica y precisa, los procesos que fundamentaban el crecimiento económico basado en la destrucción creativa. Todos habíamos leído a Schumpeter, pero sus ideas, muy sugerentes, no generaban hipótesis precisas y contrastables con los datos, a diferencia del modelo de los receptores del premio Nobel 2025. El crecimiento en el modelo de los economistas premiados ayer se basaba en la innovación y la creatividad, y no en la acumulación de capital que fundamentaba el modelo de Romer.

A diferencia de las teorías anteriores, el modelo tenía macro y micro: las empresas y la estructura de mercado eran fundamentales en el proceso. El modelo predecía que una tasa más elevada de innovación producía un mayor crecimiento y generaba mayores tasas de creación y destrucción de empresas y puestos de trabajo. Además, la competencia estaba relacionada positivamente con el crecimiento y, por tanto, la política de la competencia podía complementar la política de patentes como impulsora del crecimiento.

El modelo también predecía que las pequeñas empresas sufrirían una tasa de destrucción superior que las grandes, generándose una elevada correlación entre el tamaño de la empresa y su edad. Sin embargo, condicionado a que sobrevivieran, las pequeñas compañías crecerían más rápido que las grandes.

El modelo también generaba la hipótesis de que diferentes tipos de políticas o instituciones podían ser favorecedoras del crecimiento en diferentes etapas del desarrollo económico. En principio, la relación entre crecimiento y democracia es más intensa para las economías más cercanas a la frontera del conocimiento. Finalmente, el modelo también podía explicar la relación entre crecimiento y revoluciones tecnológicas: la asociación entre dichas revoluciones y el aumento del flujo de entrada y salida de empresas, la reducción de la tasa de crecimiento de la productividad en los primeros compases de una revolución tecnológica (recuérdese el caso de los ordenadores o de internet) o por qué se puede producir un incremento en la desigualdad de los salarios entre grupos educativos (sencillo de explicar) y dentro de cada grupo educativo (mucho más difícil con los modelos al uso).

No obstante, el modelo original también presentaba algunos problemas que se han ido solventando en modificaciones más recientes. El crecimiento de la población producía originalmente un efecto de escala en el crecimiento y el modelo no tenía en cuenta el factor capital. Además, suponía mercados financieros perfectos cuando realmente las empresas en el sector de la investigación y el desarrollo dependen crucialmente de los mercados de capitales que funcionan mejor en unos países que en otros. Por último, el modelo de Aghion y Howitt, al igual que el de Romer, no genera convergencia. No obstante, el modelo implica clubes de convergencia (los países convergen, pero por grupos y no todos a la misma tasa). La clave en este caso es que la convergencia shumpeteriana se produce a través del aumento de la productividad por el proceso de transferencia de tecnología.

Aghion y Howitt recibieron en 2020 el Premio Fronteras del Conocimiento en Economía, Empresa y Finanzas de la Fundación BBVA lo que, dada la capacidad predictiva de este galardón, auguraba que pudieran conseguir el Premio Nobel, como así ha sucedido cinco años después. Un reconocimiento muy merecido a una contribución elegante, inspiradora y lúcida sobre los fundamentos del crecimiento económico.

José García Montalvo es catedrático de Economía de la UPF

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