Sara Aagesen, de técnica en la sombra a afrontar los grandes retos de Transición Ecológica
La secretaria de Estado de Energía, fiel escudera de Teresa Ribera y artífice del Plan de Energía y Clima, se enfrenta al fortalecimiento de las redes eléctricas, al futuro de las nucleares y a destensar las relaciones con las petroleras
El Consejo de Ministros del pasado 24 de septiembre aprobaba las dos últimas grandes medidas que la vicepresidencia tercera y ministra para la Transición Ecológica, Teresa Ribera, quería dejar zanjadas antes de iniciar su periplo hacia la vicepresidencia verde de la Unión Europea, para la que había sido propuesta por aquellas fechas: la actualización del Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC) y la remisión a las Cortes ...
El Consejo de Ministros del pasado 24 de septiembre aprobaba las dos últimas grandes medidas que la vicepresidencia tercera y ministra para la Transición Ecológica, Teresa Ribera, quería dejar zanjadas antes de iniciar su periplo hacia la vicepresidencia verde de la Unión Europea, para la que había sido propuesta por aquellas fechas: la actualización del Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC) y la remisión a las Cortes del proyecto de ley de recuperación de la Comisión Nacional de la Energía (CNE). Para entonces, Ribera ya había propuesto al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, como sustituta a su fiel escudera, la secretaria de Estado de Energía, Sara Aagesen, a la que quería dejar resueltas estas dos cuestiones. Y aunque figuraba en todas las quinielas para dirigir el ministerio, las dudas se cernían sobre el perfil demasiado técnico de la secretaria, porque, para técnico, el Gobierno ya tenía al ministro de Economía, Carlos Cuerpo.
Curiosamente, y pese a este inconveniente y la idea de que el presidente del Gobierno “es impredecible”, lo cierto es que las quinielas no se habín movido desde entonces y ningún rumor con fundamento habían venido a modificarlas. Lo que parecía indiscutible es que para el cargo que dejaba vacante Ribera se nombraría a una mujer. Y el hecho de que Sánchez haya aceptado la recomendación de la vicepresidenta saliente, da idea de que aspira a una continuidad en las políticas de energía y clima marcadas por esta. Además ha respetado la vicepresidencia verde y ha optado por alguien con una importante conexión con Bruselas, principalmente con la propia Ribera que, según se sospecha en ciertos ámbitos, podría seguir moviendo los hilos en la distancia.
Sara Aagesen (Madrid, 1976), ingeniera química especializada en medio ambiente, ocupa la secretaría de Estado de Energía desde 2020. Previamente, desde 2002, formó parte de la Oficina del Cambio Climático y ejerció como negociadora para la delegación española en la comisión marco de la ONU contra el cambio climático. No en vano, ha sido la artífice del PNIEC a 2030, en el que ha tenido que actualizar las previsiones de demanda eléctrica a un 34% para poder alcanzar los objetivos de descarbonización, muy inferiores en el plan anterior. Su discreción y bajo perfil político son de sobra conocidos, y no participa, como sí lo hace Ribera, en la red social X (la antigua Twitter), y en la que la cabeza de lista del PSOE para el Parlamento Europeo y próximamente vicepresidenta comunitaria ha propiciado más de un debate.
El perfil climático de la ya exsecretaria de Estado (”Sara nació verde y Teresa se hizo verde”, ironizan en sus círculos cercanos) no le ha impedido hacer frente a las graves consecuencias que la crisis energética derivada de la guerra de Ucrania tuvo para el mercado eléctrico, con escaladas de precios nunca vistas que obligaron al ministerio a tomar medidas para recortar los beneficios extraordinarios de las compañías eléctricas, como la llamada excepción ibérica.
Aagesen, siempre a la sombra y con un discursos un tanto light, tuvo como voz política a Ribera (de hecho, se aseguraba que esta ejercía al tiempo de ministra y de secretaria). Ahora se enfrentará sola a los retos pendientes de un ministerio que deberá remodelar pero que en esencia y estructura seguirá igual. Será importante ver quiénes conformarán su equipo: si mantiene al actual secretario de Medio Ambiente, Hugo Morán, y si en su propio lugar elige a un secretario de Energía también de perfil técnico o más político que pueda hacer frente (a falta de Ribera) a un sector energético con dientes afilados. En el primer caso, una opción es el director general de Política Energética, Manuel García, gran experto en regulación.
Asignaturas pendientes
La nueva vicepresidenta tiene por delante algunos retos: el más importante, el futuro de las redes eléctricas, de la que dependerá el cumplimiento de los objetivos de demanda del PNIEC, y cuya tasa de retribución financiera 2026-2031 se deberá aprobar a lo largo del próximo año.
Aunque dicha tasa está en manos de la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC), organismo regulador competente en su revisión, Transición Ecológica puede dar orientaciones de política energética. De hecho, a principios de noviembre, como colofón, Teresa Ribera pidió a la Comisión que preside Cani Fernández, a través de una orden ministerial, una mejora de la retribución de las redes españolas para garantizar las inversiones y que puedan competir ante el reto de la descarbonización.
Sí está en manos de Aagesen aceptar o no la eterna reivindicación de las eléctricas de que se elimine el límite de inversión anual en redes ligado al PIB (estas inversiones las pagan los consumidores en los peajes de la luz). Precisamente, la medida más inmediata que debe aprobar la nueva ministra es la revisión de los cargos de la factura para 2025 (con ellos se financian, entre otros, los incentivos de las renovables o la deuda eléctrica) que, junto a los peajes de acceso a las redes (la CNMC ha propuesto una bajada media del 4%) componen la parte fija del recibo.
Otra medida que el sector espera como agua de mayo, y que, según fuentes empresariales, Ribera aplazó pese a que el resto de homólogos europeos cuenta con él, es la creación de los llamados mecanismos de capacidad para incentivar el funcionamiento de centrales que, como los ciclos combinados de gas, no son rentables pero sí necesarias para el sistema. El ministerio se había marcado como fecha el mes de enero del próximo año.
Otro conflicto encima de la mesa es el futuro de las centrales nucleares que, pese al protocolo firmado en 2018 entre las propietarias de las plantas (Iberdrola, Endesa y Naturgy) y Enresa (empresa pública dependiente de Transición) para el cierre ordenado entre 2026 y 2035, aquellas han abierto una cruzada contra la nueva tasa para el desmantelamiento y la gestión de los residuos radiactivos. En este caso, la posición ante la energía nuclear de Aegesen está en línea con la de Ribera, que ha insistido en que el cierre adelantado de las centrales está en manos de las compañías.
En el ámbito político, tendrá la potestad de proponer al presidente de la futura Comisión de la Energía, que contará con siete consejeros que deben ser pactados previamente entre los grupos políticos. Si las vacantes que desde hace más de un año se mantienen en la CNMC se demoran mas allá de la entrada en funcionamiento de la CNE, su ministerio ya no tendrá voz en los relevos, porque solo tiene competencias en el área de energía que será segregada.
Sobre sus relaciones con las grandes compañías del sector, apunta a que, siendo un nombramiento continuista, todo siga igual. Con las grandes eléctricas Teresa Ribera mantuvo una correcta relación, pese a las demandas judiciales por distintas decisiones regulatorias (algo habitual), pero los enfrentamientos con Repsol han sido sonadas. Es probable que el talante y un perfil político más bajo de la nueva titular de Economía pueda destensar estas relaciones.