¿Cómo recuperarse de la recesión?
El partido Laborista ha prometido encarar resueltamente esos déficits, pero con extrema prudencia, se supone que para no alarmar
Los 14 años de gobierno conservador finiquitados el jueves han degradado al Reino Unido. De cuarta potencia económica mundial en 2015 ha pasado a sexta en 2024. Su descenso se aceleró al iniciar en 2016 su secesión de la UE, el Brexit, operativo desde 2021. Las incógnitas se ciernen ahora sobre la ambición del Partido Laborista, rotundo vencedor. La cuestión es si su muy modesto programa reformista, tanto en la reaproximación a Europa como en la financiación de las promesas de gasto social, servirán para re-enderezar el rumbo.
Porque el retroceso económico ha sido mayúsculo, al igual que en otros procesos de separación, triunfantes como en Checoslovaquia o frustrados como en Cataluña. El Brexit “reduce nuestro PIB a largo plazo en torno a un 4%” estimaba en octubre de 201 el presidente de la Oficina de Responsabilidad Presupuestaria británica (OBR), Richard Hughes. O sea, el doble que “el efecto de la pandemia, un 2% adicional”.
Ese desplome equivale al verificado de la productividad en relación con haber mantenido en la UE: dos tercios de ese mismo menos 4% se plasmaron antes de consumarse la separación, por su impacto adelantado, según la OBR. La causa ha sido la retracción comercial con Europa, del 15%, dadas las nuevas barreras no arancelarias autoimpuestas. Y disparada por una inflación alimentaria superior: solo entre el inicio de 2022 y el primer trimestre del año pasado “los precios expuestos al Brexit” crecieron un 3,5% diferencial, calcula un estudio del CEP/London School of Economics. Corolario: la libra se ha depreciado un 20%
Junto al mal viento comercial, el desfase entre propaganda y realidad en gestionar los flujos migratorios (reducirlos era la gran coartada de la secesión) ha sido clave: el saldo neto de llegadas ha alcanzado en 2023 las 685.000 personas (eso sí, más del antiguo imperio y menos de la UE), entre el doble y el triple que antes del covid. Y aun así, falta por cubrir casi un millón de empleos (Beautiful Enterprise, 2024).
A peor economía, pésimos servicios sociales. Las listas de espera sanitarias se han triplicado largamente desde 2010, hasta 7,8 millones en 2023. La crisis educativa se mide por las 700.000 escuelas en ruina o semi-ruina, y las consiguientes protestas rampantes. Y la vivienda social para jóvenes se ha reducido desde el 25% de 1980 al 10%. Todo ello, tras aumentar la presión fiscal al 37% del PIB, pese a los consabidos juramentos conservadores de rebajas impositivas.
El Partido Laborista ha prometido encarar resueltamente esos déficits, pero con extrema prudencia, se supone que para no alarmar. Tanta, que el –independiente– Instituto de Estudios Fiscales concluía el análisis de su programa constatando que el aumento del gasto en servicios públicos prometido en la tabla de costes es minúsculo y que “no hay indicaciones de que exista un plan sobre de dónde vendría el dinero para financiar” esas promesas” (Labour Party Manifesto: an initial response). Ahora vendrá el duro contraste con la realidad. Aunque salir de la pesadilla suponga de entrada un enorme alivio.
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