El bum de los alquileres llega a Segovia: los turistas y estudiantes disparan los precios
La ciudad experimenta la mayor subida de las rentas en 2023
Segovia, ciudad de paraguas llueva o no llueva. El acueducto romano guarece a hordas de turistas pastoreados por un guía, paraguas en ristre para acentuar su condición de sherpa. Las manadas de visitantes miran absortas este Patrimonio de la Humanidad, paladean el pedigrí del Alcázar y patean sobre adoquines con vistas a la cordillera, sin un copo pese a las fechas. La ruta concluye llenando buches y vaciando bolsillos en los mesones, un hábito en una ciudad de 51.000 habitantes y unos 500.000 visitantes en 2023, año en el que Segovia ha protagonizado la mayor subida nacional en alquileres: un...
Segovia, ciudad de paraguas llueva o no llueva. El acueducto romano guarece a hordas de turistas pastoreados por un guía, paraguas en ristre para acentuar su condición de sherpa. Las manadas de visitantes miran absortas este Patrimonio de la Humanidad, paladean el pedigrí del Alcázar y patean sobre adoquines con vistas a la cordillera, sin un copo pese a las fechas. La ruta concluye llenando buches y vaciando bolsillos en los mesones, un hábito en una ciudad de 51.000 habitantes y unos 500.000 visitantes en 2023, año en el que Segovia ha protagonizado la mayor subida nacional en alquileres: un 24,6% respecto a 2022. En cambio, la población apenas ha aumentado y no hay una demanda extra, sino un mercado inmobiliario viciado por la llegada masiva de turistas y estudiantes de universidades privadas.
El estudio publicado por el portal inmobiliario Idealista sobre 2023 pone a Segovia dentro del grupo de capitales que acusan la gentrificación y el aluvión turístico, como Valencia y Palma, donde los alquileres también crecen más del 20%. Detrás, le siguen Alicante y Málaga. Segovia se cuela entre los destinos de sol y playa, ausentes este miércoles en la ciudad del comunero Juan Bravo, por cuya calle proliferan las franquicias, carísimas tiendas de golosinas y anodinos locales sin arraigo frente a clausurados establecimientos tradicionales.
Dos letras salen a colación al preguntar a los nativos: IE, acrónimo de Instituto de Empresa, que copa las conversaciones de quienes batallan por un piso digno a precios razonables. Ana Pérez, de 44 años, cambió Madrid por Segovia hace 20 años y recaló en la consabida y asequible calidad de vida de la ciudad mediana: “La cosa se ha disparado últimamente: hace ocho años pasé de pagar 550 euros en Madrid por un piso de una habitación, a pagar 550 por la planta baja de una casa con dos habitaciones y un patio en el centro urbano, un paraíso”.
Pérez señala a los estudiantes del IE, “internacionales, con capacidad económica y rotatorios”, como carnaza para el especulador inmobiliario. Segovia cuenta también con un campus de la Universidad de Valladolid, con unos 2.300 alumnos en 2023, pero menos pudientes que los casi 2.500 del IE, necesitados de un techo sin estrecheces económicas tras pagar unos 20.000 euros de matrícula por curso. “Se instalan en el centro y la gente se está yendo porque hacen muchas fiestas y les es caro e incómodo”, relata Pérez.
La vecina del casco histórico Raquel Esteban, también de 44 años, lleva 12 como arrendada y conoce esos “problemas de convivencia” por los ruidos, con unos 1.500 universitarios en una zona de 9.000 personas. De ahí cree que viene el aumento de precios. Esteban celebra que sus caseros mantienen sus precios, pero lamenta que otros dueños creen que los valores de mercado son muy superiores y lo repercuten en el arrendatario. También lo sufren, agrega, el menguado comercio local y los colegios públicos, faltos de residentes. José López, de 31 años y 23 años en Segovia tras nacer en Ecuador, reparte paquetes en antiguos comercios segovianos reconvertidos en pisos turísticos: “Estuvimos llevando mamparas sin parar”. “Si quieres alquilar, te piden de todo, se ha inflado y ahora piden hasta el ADN”, protesta, muy habituado a distribuir paquetes por pisos turísticos, pero menos a encontrarse con carteles de Se alquila.
Escasez de oferta
Jorge Ayuso, de la inmobiliaria SegoDomus, coincide con esos diagnósticos y cita el aumento de universitarios junto a la escasez de oferta. “Hay agencias que solo trabajan con la IE o que hacen de intermediación”, explica. Portavoces de People and Home, una de estas entidades, cifran en 400 sus clientes de la IE y aseguran mantener los precios medios de la última década, dando “lavados de cara a inmuebles de propietarios que no los mantienen” y ejerciendo de intermediarios con el alumnado del Instituto: “Es mejor que te alquilen un piso bien por 700 euros, que uno mal por 500, acondicionamos casas para que sean dignas”. “Es muy gratificante, no dan problemas de fiestas ni de pagos, es un cliente altamente recomendable”, sentencian.
El metro cuadrado cuesta en Segovia, unos 10,5 euros contra los 6,2 de Zamora, de similar población y también carente de industria o nuevos proyectos atractivos para potenciales inquilinos. Un vistazo por Idealista acredita la imposibilidad de alquilar casi nada amplio y acogedor por menos de 600 euros, escenario habitual en el Madrid de donde tantos turistas proceden. Los descuentos del AVE, con la capital o Valladolid a media hora, invitan a muchos segovianos a reinstalarse en su ciudad, aunque los precios dificultan sus empeños. El concejal de Urbanismo, Alejandro González, ensalza la “calidad de vida” en una “ciudad magnífica e histórica” y reconoce que los estudiantes, ante la “alta demanda”, propician los aumentos: “Se une que la oferta de viviendas no ha recogido esas necesidades y los alquileres están caros, pero son casas grandes de mucha calidad”. González recalca los planes del Ayuntamiento para construir vivienda pública para tratar de reducir la presión.
La cuestión hastía a Jenifer de la Fuente, de 25 años. “Me consta, me consta”, afirma, al sacarle el horror intergeneracional del alquiler. “Mínimo 600 euros, casas normalitas, hay casas en condiciones horribles”, suspira, tocada con un gorro de Papá Noel, mientras cubre de caramelo una manzana ante la estupefacta vigilancia de un turista ante tal ingenio edulcorado.
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