A más riqueza, mayor protesta
El malestar de algunos empresarios no se corresponde con los números: olvidan que ganan lo que nunca
Enorme paradoja. La intuición dicta que a mayor pobreza, más protesta. Y a la inversa, que a más riqueza, mayor satisfacción. Pues no parece ser así, al menos en España.
Los asalariados no recuperarán hasta 2026 el poder adquisitivo perdido estos años, sobre todo en 2022: la inflación al 8,4% devastó sus ingresos. Y en 2023 se redujo el diferencial, sin cubrirlo.
En cambio, el malestar aflorado en protestas tangibles (número de huelgas, de...
Enorme paradoja. La intuición dicta que a mayor pobreza, más protesta. Y a la inversa, que a más riqueza, mayor satisfacción. Pues no parece ser así, al menos en España.
Los asalariados no recuperarán hasta 2026 el poder adquisitivo perdido estos años, sobre todo en 2022: la inflación al 8,4% devastó sus ingresos. Y en 2023 se redujo el diferencial, sin cubrirlo.
En cambio, el malestar aflorado en protestas tangibles (número de huelgas, de huelguistas y de horas de trabajo perdidas) disminuyó en los 11 primeros meses de este año, según el informe de conflictividad de la CEOE de diciembre.
Por el contrario, los beneficios empresariales repartidos cabalgan. Los dividendos de las cotizadas alcanzaron a noviembre 27.443 millones, un 18,8% más que en los 11 primeros meses de 2022, según BME. Y si se les suman las amortizaciones de acciones de la autocartera (otra manera adicional de retribuir al accionista), superarán los 40.000 millones este año.
Más relevante. De cinco ejercicios y medio bajo Gobiernos de izquierdas, en tres (2019, 2022 y 2023) la suma de dividendos y amortizaciones superó los 36.000 millones; por un solo año en las legislaturas de Mariano Rajoy (2014, el récord absoluto).
Las perspectivas para 2024 también son halagüeñas, pese a la desaceleración de la economía, europea y nacional. España se mantendrá como el gran país de la UE líder en PIB, según todos los organismos. El Gobierno ha adjudicado ya 33.600 millones —la mitad a empresas— de fondos Next Generation, lo que la caverna oculta.
La prima de riesgo (diferencia entre el valor del bono a 10 años y el del bund alemán, o sea, el sobreprecio que un país paga por financiarse en los mercados) partirá de un buen nivel, que mejora a diario: ayer marcó 92 puntos, contra 160 el bono italiano. Y solo una de las agencias de calificación, Moody’s, se muestra renuente.
Además, el Santander prevé que el Ibex aumente al menos otro 10% el año próximo, tras haber batido ocasionalmente el listón de los 10.200 puntos. Y el consenso de mercado de Bloomberg augura otro año de ingresos récord en banca, aunque una ligera flexión de resultados netos.
Y, sin embargo, empresarios de primera como Juan Roig o Josu Jon Imaz alertan de que podrían desviar inversiones. El malestar no se corresponde con los números.
Quizá haya que explorar las percepciones. En 2018 el presidente Pedro Sánchez anuncia en Valencia al Instituto de Empresa Familiar un horizonte de alzas impositivas. Le reciben con frialdad sepulcral.
Algunos empresarios olvidan que ganan lo que nunca. Y se enfurecen por contribuir con briznas (gravámenes a banca y energéticas). Ciertos despropósitos del Gobierno con ellos —no el santísimo tirón de orejas a la fuga de Ferrovial, por motivos fiscales saduceos— agravan esa tensión. Del todo innecesaria y estéril.
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