Observatorio Retina 2024
La inteligencia artificial generativa supone la disrupción más importante de este siglo y es la tecnología que tendrá más impacto en los años venideros. Su regulación es clave para salvaguardar los derechos humanos
Hay un diálogo extraordinario en la película El tercer hombre (1949), dirigida por Carol Reed y escrita por Graham Greene. Holly Martins (interpretado por Joseph Cotten) y Harry Lime (Orson Welles) se citan en una noria que contempla una Viena devastada, entre escombros, tras la Segunda Guerra Mundial. Lime trafica con penicilina adulterada y su amigo Martins lo ha descubierto. Mata a enfermos y niños.
— ¿Víctimas?— inquiere Lime, mientras mira desde lo alto de la atracción hacia el suelo el ir y venir de la gente. ¿Sentirías compasión por alguno de esos puntos negros si dejara d...
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Hay un diálogo extraordinario en la película El tercer hombre (1949), dirigida por Carol Reed y escrita por Graham Greene. Holly Martins (interpretado por Joseph Cotten) y Harry Lime (Orson Welles) se citan en una noria que contempla una Viena devastada, entre escombros, tras la Segunda Guerra Mundial. Lime trafica con penicilina adulterada y su amigo Martins lo ha descubierto. Mata a enfermos y niños.
— ¿Víctimas?— inquiere Lime, mientras mira desde lo alto de la atracción hacia el suelo el ir y venir de la gente. ¿Sentirías compasión por alguno de esos puntos negros si dejara de moverse?—.
El ser humano mezcla las maravillas y lo horrible. Por eso, en siete ediciones que lleva analizando el futuro Retina, sorprende que por primera vez el sector esencial sea seguridad y defensa. Sobre todo, después de tres años en los que esa posición le correspondió a la energía. Pesa en el alma los más de 660 días de guerra en Ucrania o la invasión de Israel en tierra palestina. Es la mala noticia en un informe repleto de optimismo. Estamos en un época de cambio de ciclo. La tecnología que tendrá mayor impacto —acorde con el grupo de Observadores, que ha incorporado profesionales más jóvenes— es la inteligencia artificial (IA) generativa. “Supone la disrupción más importante de este siglo”, asume Elena Pisonero, presidenta de Taldig y Relathia, que asesora a líderes y organizaciones. En el espejo retrovisor de 2023 se refleja un componente digital muy por encima del entorno económico y la sonrisa financiera se tuerce un poco. Pero nadie vive en el pasado ni viste hoy la ropa que llevará mañana.
Riesgos permanentes
El ejercicio que entra será mejor en todo según los expertos que construyen el Barómetro. Un tiempo que, lógicamente, trae su propio calendario. Unas 82 elecciones en todo el mundo y cuatro en España. No resulta extraño que el riesgo geopolítico gire en el globo terráqueo. Será un año de política. Escriban la P con mayúsculas. La narrativa regresará a algunas páginas conocidas. La necesidad de más talento digital —como señala María González Veracruz, secretaria de Estado de Telecomunicaciones e Infraestructuras Digitales— “para dar respuesta al nivel en el que se ha situado España” o aumentar las inversiones extranjeras.
Esos párrafos también escribirán líneas sobre el valor de la sostenibilidad, el reto de enfrentarse a la desinformación o el peso más liviano de las firmas emergentes. Habrá olvidos. ¿Alguien se acuerda del Metaverso? Habrá pilares. IA generativa, big data y, también, retos sociales como el empleo, la ciberguerra y el terrorismo. Y el epílogo llegará con las tecnologías limpias, la economía de los cuidados, la educación. “Tiene que haber puentes entre Universidad, empresa y Gobierno si queremos captar los mejores expertos digitales”, es una propuesta compartida. Pues el año que viene acude con un dibujo de rayuela y nos jugamos mucho. Los Observadores alzan la palabra y amortiguan la voz. En una economía que se preocupa —lo hemos visto— por el contexto político nacional e internacional, la inflación o la subida del precio del dinero.
La alegría se sienta, en este caso, en la primera fila del espacio expositivo Solo, a contados metros de la Puerta de Alcalá de Madrid. Un día de diciembre con un cielo gris pedernal. La Unión Europea es la primera región del mundo que ha aprobado una ley que regula la IA. La noticia de la década. “Esta normativa aportará transparencia y seguridad e influirá positivamente en la productividad. ¿Cómo vamos a vender si carecemos de esas dos virtudes?”, se pregunta Carme Artigas, secretaria de Estado de Digitalización e Inteligencia Artificial. “También las pymes serán responsables de toda la cadena de valor. Ahora tendremos un mercado regulado y no el Salvaje Oeste”. Y esta novedad recoge un eco. “Nuestros softwares ya están construidos sobre valores y sin sesgos”, apostilla Julián Cañadas, consejero delegado de Adobe.
Valores europeos
El año de la IA generativa empieza bien. “Sin duda este 2024 debe ser el de la autorregulación de esta tecnología. Aplicada con el propósito de acelerar la transición verde”, narra David Villaseca, Chief Digital Officer (CDO) de Cepsa. Habrá que esperar y ver si se consigue cierta soberanía. Pues el viaje sería corto si al final los Veintisiete terminan dependiendo de algunos de los colosos tecnológicos estadounidenses. “Necesitamos un mercado único digital porque hay empresas emergentes competitivas en este espacio en Francia o Alemania”, defiende Irene Cano, directora general de Meta. Algunos dirán que debemos competir contra países que apenas respetan las normas básicas comerciales. Pero es la Europa de la “D” mayúscula; los “Derechos”. El Viejo Continente de los valores.
Tirar la ficha de la rayuela y retroceder algún paso. El boom de las empresas emergentes, vivido años anteriores y recogidos en el Barómetro, amortigua su sonido. El inversor Luis Martín Cabiedes cumple más de dos décadas en este ecosistema de start-ups y las reglas son claras. “Inviertes donde existe rentabilidad”, analiza. “Y en los últimos tiempos ha entrado mucho dinero público que ha matado la rentabilidad del activo”. Algo chirría. “No somos capaces de modular bien productividad e impacto. Es el gran desafío. Un ejemplo. ¿Cuántos años debemos esperar para que Netflix dé dinero?”, incide Juan Pedro Moreno, presidente de WPP España. Los resultados disuelven la paciencia. A la vez —esto revela el comienzo de algo distinto— cambia la métrica social. “¿Es el crecimiento la única vía del éxito?”, observa Pepita Martín, fundadora de la firma We are Knitters. “Ahora somos menos en la compañía y soy más feliz”, añade. Pero uno de los motivos por el que las grandes empresas se han transformado —subraya Rebeca Marciel, directora de Transformación del Grupo Santander— fue debido al temor de ser disrumpidas por las start-ups. Si pierden presencia podrían ralentizar el cambio digital.
De repente, se cuelan en el juego palabras como felicidad o ganar menos. La economía no puede crecer sin límites y la historia jamás transcurre de forma lineal. Pero la realidad sube a la noria. Dentro de lo que el Barómetro denomina tecnologías habilitadoras el tercer puesto lo ocupa la ciberseguridad, tras la IA y el big data. “Debido a la computación cuántica debemos inventar nuevos algoritmos [para protegernos]”, indica Luis Abad, consejero delegado de Capgemini. Estonia cree que tras la guerra en Ucrania habrá al menos dos décadas de este tipo de batalla y ni Europa ni la OTAN está invirtiendo lo suficiente en trincheras tecnológicas. Los lobos aúllan ahí fuera.
Pero todo es tan reciente y acelerado que parecen traviesas que discurren cerca de una ventana de un tren de alta velocidad. “Hemos avanzado mucho y muy rápido, creo que estaría bien tener algo de orgullo de país. España está totalmente conectada y el desafío de 2024 es llevar a todos los sectores el 5G”, destaca María González Veracruz. Queda una palabra: sostenibilidad. “El consumidor no está dispuesto a pagar ni un céntimo más porque la botella sea reciclable. El precio cero solo se logra con productividad, ahorro de costes y eficiencia”, admite Juan Pedro Moreno. Nada importa. Sube el mercurio del Barómetro. Llega la Navidad. Europa ha dejado un regalo tecnológico. Habrá que abrirlo.
Apuntes de una jornada
Toda conversación deja palabras, frases o ideas suspendidas en el aire. A veces no encuentran papel o pantalla, pero no por eso merman su valor. Sobre todo en un tiempo de infinidad de preguntas y respuestas imprevisibles. “España vive un momento extraordinario, único. Si nos diésemos cuenta. Por ejemplo, en todo lo que tiene que ver con el espacio”, describe Elena Pisonero, antigua presidenta de Hispasat, la principal empresa de satélites española. También sabe que llegan años complicados para las próximas generaciones. Nuestra era del jazz quedó atrás. “La clave de la transformación es que seamos ciudadanos aumentados” y esto pasa por el manejo de la sucesión imparable de nuevas tecnologías. “Será obligatorio aprender durante toda la vida. Tengo 60 años y eso es lo que hago”, admite. Pero habrá “olvidados”.
Aunque este cambio se medirá mejor. “Cada vez tenemos métricas más precisas para trazar la transformación digital”, comenta Susana Voces, presidenta de Adigital (Asociación Española de la Economía Digital). El desempeño será clave y la palabra “productividad” se repite con la insistencia de un niño que memoriza la tabla de multiplicar del siete. ¿Más presión para los trabajadores? ¿O mejor desempeño? Cepsa ha formado a 1.400 personas en nuevas tecnologías. Porque la geopolítica juega con los dados cargados. “El centro de todo radica en que la competitividad es el resultado de la innovación”, desgrana Pedro Mier, presidente de AMETIC (Asociación Multisectorial de Empresas de Tecnologías de la Información, Comunicaciones y Electrónica). “Tenemos insuficientes empresas europeas de Europa e insuficientes empresas españolas de España”. La rima se resuelve fácil. Soberanía digital. Depender del Viejo Continente, depender de nosotros mismos. Porque ahí afuera se alza una luna de lobos.
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