Menos coche y más despacio, el aire acondicionado más suave y más teletrabajo: los consejos para ahorrar gas y petróleo
Las autoridades tratan de sumar a la ciudadanía al reto de reducir la dependencia externa en plena pugna por la seguridad de suministro
La Agencia Internacional de la Energía (AIE) vuelve a la carga, esta vez de la mano de la Comisión Europea. Un mes después de hacer pública su primera batería de peticiones a la ciudadanía para hacer frente a la crisis de precios —y de suministro— desatada por ...
La Agencia Internacional de la Energía (AIE) vuelve a la carga, esta vez de la mano de la Comisión Europea. Un mes después de hacer pública su primera batería de peticiones a la ciudadanía para hacer frente a la crisis de precios —y de suministro— desatada por la invasión rusa de Ucrania, el brazo de la OCDE para asuntos energéticos ha hecho público este jueves su segunda ronda de peticiones en ese sentido. Con el fantasma del racionamiento al acecho, la eficiencia energética y la “conciencia ciudadana” se han convertido en algo más que una recomendación: son, más bien, un imperativo. Estas son las nueve fórmulas con las que ambos organismos tratan de sumar a la sociedad al reto de cortar amarras con el gigante euroasiático, reducir la dependencia del exterior y, más en general, abaratar las facturas que afrontan hogares y empresas:
1. Bajar la calefacción y el aire acondicionado en casas y oficinas
El frío toca a su fin, el verano está a las puertas, y la consigna sigue siendo clara: bajar un grado la temperatura invernal del termostato y subirlo en idéntica proporción en verano reduciría, respectivamente, el 7% y el 10% de la cantidad total de energía que se destina a mantener oficinas y hogares a una temperatura adecuada. “Se puede, además, bajar la calefacción y el aire acondicionado en las habitaciones que no están en uso, o ajustar la temperatura en función del tipo de estancia: no es necesario tener la misma temperatura en el dormitorio que en el baño, por ejemplo”, sugieren los técnicos de la AIE y el Ejecutivo comunitario.
2. Regular la temperatura del calentador
No solo la temperatura ambiente de las estancias es importante: también lo es la del agua caliente sanitaria: “La configuración por defecto de los calentadores puede ajustarse para aumentar la eficiencia y ahorrar hasta un 8% de energía que se utiliza”. Este gesto también tendría un rédito económico sustancial: permitiría, según sus cálculos, recortar la factura en hasta 100 euros al año por hogar.
3. Trabajar desde casa
Este hábito, adquirido a la fuerza en el peor momento de la pandemia, en el que el trabajo en remoto era la única opción posible, ha ido perdiendo fuelle a medida que Europa daba pasos hacia la normalidad. Sin embargo, las implicaciones de ir y venir a diario desde el puesto de trabajo van mucho más allá de lo rutinario: suponen la cuarta parte de los combustibles que utilizan los coches europeos.
“La tercera parte de los empleos se pueden desempeñar desde casa, y las empresas deberían alentarlo: cada vez que se trabaja en remoto se ahorra dinero y se deja de quemar combustible”, apela el texto. “Si tu puesto lo permite, trabajar tres días a la semana en remoto reduciría el coste de carburante en unos 35 euros mensuales [por unidad familiar], incluso teniendo en consideración el mayor uso de energía derivado de quedarse en casa [aire acondicionado, calefacción, luces...]”.
4. Hacer un uso eficiente del coche...
La mayoría de desplazamientos en vehículo privado se hacen con un solo ocupante bordo, y “compartir trayecto con vecinos, amigos o compañeros de trabajo ahorraría combustible y dinero”. Hay más: bajar en tres grados centígrados la temperatura del termostato o aire acondicionado del vehículo también reduciría el consumo. La suma de ambas acciones, por nimias que puedan parecer, reducirían el gasto en aproximadamente 100 euros al año.
5. ... Y conducir más lento
Además de ser peligroso, pisar demasiado el acelerador es ineficiente: superar los 100 kilómetros por hora es sinónimo de un mayor consumo de carburante. En Europa cada coche recorre, de media, 13.000 kilómetros al año. Y reducir en 10 kilómetros por hora la velocidad de crucero en autopista disminuiría en 60 euros al año el presupuesto dedicado a gasóleo y gasolina.
6. Los fines de semana, el coche en casa
Las recomendaciones no tienen a la ciudadanía como destinataria única. También los alcaldes y, en general, los gobernantes, tienen que poner de su parte: “Las ciudades deberían promover los domingos sin coches, y que estos fuesen más frecuentes”. Según sus cálculos, para un residente en una gran ciudad, dejar el coche en casa los domingos supone un ahorro medio en combustible de 100 euros al año por familia.
7. A pie o en bici, en vez de al volante
Utilizar el coche para desplazamientos cortos es un importante sumidero de carburante en los países ricos, y la Unión Europea no es una excepción. La AIE y Bruselas tasan en un tercio los desplazamientos cortos (de menos de tres kilómetros), en los que usar otros medios de transporte no solo reduciría la contaminación y los atascos, sino que supondría un ahorro potencial de más de 55 euros al año para el bolsillo. Las alternativas van desde la más lógica —caminar— hasta tirar de bicicleta o de servicios de micromovilidad eléctrica, como bicicletas, coches compartidos o motocicletas.
8. Más transporte público (y más barato)
La comodidad es uno de los grandes tótems modernos. Y romper el vínculo con el coche privado, una necesidad imperiosa: “Si puedes ir al trabajo en transporte público, en vez de en tu vehículo, merece la pena hacerlo”, se lee en el listado de recomendaciones publicado este jueves. Pero, de nuevo, el mensaje no solo va dirigido al gran público, sino también a las autoridades nacionales, regionales y municipales: “Deben jugar un papel relevante, con incentivos temporales como la reducción de tarifas de autobuses, metro y trenes ligeros”, reclaman. Algunos Ayuntamientos y Gobiernos centrales han tomado medidas en ese sentido desde que estalló la guerra. Pero en España, estas brillan por su ausencia.
9. Adiós al avión; hola al tren
“Para distancias de menos de 1.000 kilómetros, los ferrocarriles de alta velocidad son un sustituto de alta calidad para el avión. Es más práctico y más asequible”, deslizan la AIE y la Comisión Europea. Los trenes nocturnos, una tendencia al alza en buena parte del continente, también están llamados a ocupar un lugar central en este cambio de hábitos. Las empresas, dicen, también deben tomar nota, tanto primando el tren para los desplazamientos de sus empleados como promoviendo los encuentros virtuales en lugar de los presenciales. Pero hace falta un impulso adicional a las infraestructuras: a pesar de tener una de las redes de conexión más potentes del mundo, en la UE menos del 5% de los viajes por avión pueden hacerse en tren.