El consejero delegado de Vueling: “Cobrar por las maletas va a favor del cliente”
Marco Sansavini defiende el modelo de negocio de la aerolínea ‘low cost’ y prevé recuperar el 100% de actividad el próximo verano
La aerolínea Vueling busca ganar la altura perdida tras el severo pinchazo que causó la pandemia en el tráfico aéreo. La compañía de bajo coste prevé cerrar el año operando al 75% de la actividad que tenía en 2019 y sitúa en verano de 2022 la vuelta a la senda de la normalidad perdida, según indicó este miércoles. Marco Sansavini, su consejero delegado, dijo que “el nivel de incertidumbre es aún muy alto” y que, por ahora, se mantiene el ERTE que afecta la plantilla, unos 4.000 empleados. El ejecutivo salió en defensa de las medidas para evitar que se amontonen las maletas en la cabina —desde ...
La aerolínea Vueling busca ganar la altura perdida tras el severo pinchazo que causó la pandemia en el tráfico aéreo. La compañía de bajo coste prevé cerrar el año operando al 75% de la actividad que tenía en 2019 y sitúa en verano de 2022 la vuelta a la senda de la normalidad perdida, según indicó este miércoles. Marco Sansavini, su consejero delegado, dijo que “el nivel de incertidumbre es aún muy alto” y que, por ahora, se mantiene el ERTE que afecta la plantilla, unos 4.000 empleados. El ejecutivo salió en defensa de las medidas para evitar que se amontonen las maletas en la cabina —desde hace un año la aerolínea cobra por embarcar cualquier maleta de más de 40x20x30 centímetros—, porque considera van en beneficio de la puntualidad y del servicio, además de dar libertad al cliente: “Cada pasajero puede elegir: precio bajo y limitarse a un bulto en la cabina o, si quiere un troley, pagar el coste. Es un tema de elección y va a favor del cliente, porque él es quien elige”.
Vueling empezó a cobrar hace un año por subir la maleta de mano a la cabina y ahora ha dado otra vuelta de tuerca a su política tarifaria: cobra un mínimo de ocho euros por facturar la maleta en la bodega del avión. Si se paga por un billete básico, solo sale gratis subir una mochila o un bolso a la cabina. “Son opciones que le dan al cliente la posibilidad de elegir lo que prefiere”, justificó Sansavini. “En realidad, ofrecer diferentes opciones permite tener una tarifa básica muy conveniente y asequible”. El máximo directivo de la aerolínea low cost del grupo IAG alegó que “el cliente que no quiere soportar el coste se organiza para meterlo todo en un bulto, debajo del asiento, y ya está”.
Sansavini manifestó que, al pasajero, volar le está saliendo ahora más a cuenta que en 2019, porque los precios de los billetes han caído. Un escenario deflacionista que podría tener los días contados, porque las aerolíneas van a tener que tomar medidas para compensar el encarecimiento del coste del carburante. La factura del combustible es “una preocupación”, confesó. “En el pasado se ha demostrado que siempre que ha habido una subida del carburante, puede repercutir en el precio de los billetes”, apuntó.
Según ha informado el directivo, la campaña de verano supuso una inyección vigorizante y Vueling se hizo fuerte en el mercado doméstico. En el tercer trimestre logró ya enjugar pérdidas y alcanzar el “equilibrio operativo”.
Mientras, la empresa trata de lidiar con el escenario que ha dejado el parón de la demanda. Sobre las medidas de ahorro de costes, el directivo dijo que el ERTE continuará “sin duda, hasta febrero”, y dejó la puerta abierta a que sea necesario prorrogarlo si no se animan las ventas de billetes. El directivo italiano, que cumple un año a los mandos de Vueling, calificó la herramienta de flexibilidad laboral como “indispensable” para adaptar los costes a la caída de la demanda.
La aerolínea impulsa un plan piloto para reducir las emisiones y la huella ambiental. Este miércoles realizó su primer vuelo usando biocombustible. Fue en la conexión Barcelona-Sevilla, donde se puso a prueba un carburante “de origen sostenible” para alimentar los motores de un Airbus A320neo. El biocombustible ha sido desarrollado por Repsol en su refinería de Tarragona y proviene de biomasa y de aceites vegetales. “El futuro de la aviación es una aviación sostenible”, vaticina Marco Sansavini.
Según Javier Sancho, director del complejo industrial de Repsol, el biocombustible es válido para los motores estándares del sector de la aviación y no implica mayores complicaciones logísticas, con lo que supone un activo para procurar la descarbonización del sector aéreo. Repsol tiene previsto desarrollar estos carburantes en sus complejos de Tarragona, Cartagena y Bilbao. En la refinería de Petronor se proyecta una de las mayores plantas del mundo de combustibles sintéticos. Se pondrá en marcha en 2024 y tendrá una capacidad para 2.100 toneladas anuales.
En Cartagena, la empresa energética ha invertido 190 millones de euros en una planta de biocombustibles avanzados. La previsión es estrenarla en 2023 y tendrá una capacidad de 250.000 toneladas anuales de biocombustibles producidos a partir de residuos, y válidos para coches, aviones y camiones.