“Esta crisis ha sido muy brutal en lo inmediato, pero también corta para Chile”
EL PAÍS continúa con una serie de conversaciones con los encargados de manejar las reservas financieras de los países de América Latina. En esta entrega, Mario Marcel, al frente del Banco Central chileno, explica las inéditas herramientas utilizadas para moderar el impacto de la pandemia con un proceso constituyente en curso
La economía chilena venía rasguñada desde antes de la covid-19. En octubre de 2019, la crisis social que explotó en Chile tuvo un impacto importante: hizo aumentar la incertidumbre y hubo actividades comerciales que tuvieron que cerrar. En marzo de 2020, comenzó la pandemia y produjo un impacto indirecto a través de la economía mundial y otro directo producto del confinamiento. “Entonces, hemos tenido tres shocks importantes en un espacio de 18 meses”, explica el presidente...
La economía chilena venía rasguñada desde antes de la covid-19. En octubre de 2019, la crisis social que explotó en Chile tuvo un impacto importante: hizo aumentar la incertidumbre y hubo actividades comerciales que tuvieron que cerrar. En marzo de 2020, comenzó la pandemia y produjo un impacto indirecto a través de la economía mundial y otro directo producto del confinamiento. “Entonces, hemos tenido tres shocks importantes en un espacio de 18 meses”, explica el presidente del Banco Central chileno, Mario Marcel (Santiago de Chile, 1959), un reconocido economista y académico que fue director de Presupuestos en el Gobierno de Ricardo Lagos (2000-2006). “Estos tres shocks son bastante inusuales”, agrega el líder del organismo autónomo, que dirige desde 2016.
Pregunta. ¿Por qué son inusuales?
Respuesta. Los economistas estamos acostumbrados a estudiar los ciclos económicos como algo que tiene un desarrollo gradual y donde, normalmente, el sector financiero juega un papel importante. En este caso, en cambio, tuvimos la paralización abrupta de muchas actividades económicas y el sector financiero no estuvo en el origen de la crisis. Al contrario: el sector financiero ha ayudado en Chile a contener la crisis. Es, por lo tanto, un escenario bien distinto de lo habitual.
P. ¿Cuáles han sido las respuestas?
R. La respuesta desde las políticas públicas y las políticas económicas, en particular, también han sido excepcionales. Como Banco Central, desde noviembre de 2019 hemos aplicado más de 20 medidas para facilitar el ajuste de los mercados y evitar que se generen episodios de inestabilidad y, por otro lado, ajustar la política monetaria a una orientación mucho más expansiva que lo que hemos tenido en ningún otro episodio recesivo anterior en Chile. Hemos innovado bastante en los instrumentos aplicados. Por lo tanto, ha sido una respuesta inusual en su envergadura, en sus dimensiones, en su contenido y, en buena medida, en su duración.
P. ¿Cuáles son las dimensiones de las medidas?
R. En lo que se refiere solo a las medidas de liquidez, las medidas de política monetaria no convencional, incluyendo la Facilidad de Crédito Condicional al Incremento de las Colocaciones (FCIC) –en sus versiones uno y dos, porque estamos entrando a la tres– y a los programas de compra de activos, estamos hablando de más de 20% del producto. Es un esfuerzo importante que se suma a la política monetaria convencional que nos llevó a reducir la tasa de política monetaria en 125 puntos base y dejarla en su mínimo técnico.
P. Ya casi por un año…
R. Estamos a punto de cumplir un año con la tasa en 0,5%. Dentro de América Latina, fuimos los primeros en llevarla a su mínimo técnico.
P. ¿Por qué considera que los instrumentos aplicados han sido innovadores?
R. Si tomamos como referente la crisis financiera internacional 2008-2009, el Banco Central proporcionó liquidez más bien de corto plazo y sin mayor condicionalidad, esperando que el sistema bancario transmitiera esa liquidez a la economía. En este caso, en cambio, los instrumentos que hemos usado han sido de un horizonte más largo –el FCIC, por ejemplo, tiene una perspectiva de cuatro años respecto de la fecha en que comenzó– y, al mismo tiempo, se ha entregado liquidez condicionada al comportamiento crediticio de los bancos. A diferencia de lo que ocurrió en 2008-2009, no nos hemos quedado simplemente en suponer que la liquidez se va a trasladar a la economía, sino que más bien lo hemos incluido como un condicionante al acceso a estos fondos a tasa mínima. Nos hemos apoyado en la credibilidad que tiene el banco en un grado de coordinación con el Ejecutivo para complementar instrumentos, que también ha sido mayor que lo habitual.
P. En el curso de la crisis, además, hubo una reforma constitucional para darle herramientas al Banco Central…
R. Como Banco Central no solamente hemos usado todas las posibilidades que tenemos en políticas macro, sino que también hemos tomado algunas medidas para ir generando mayor espacio de política para lo que se pueda necesitar en el futuro. A mediados del año pasado, efectivamente, se aprobó la reforma constitucional que le permite al Banco Central comprar bonos públicos en el mercado secundario para enfrentar situaciones de riesgo para la estabilidad financiera. Recientemente, iniciamos un programa de reposición y aumento de reservas internacionales para prepararnos para cuando salgamos de la línea de crédito flexible del Fondo Monetario y estar protegidos frente a episodios de restricciones en el acceso a liquidez internacional.
P. Usted fue quien instaló en los años 2000 la regla fiscal en Chile, basada en el balance estructural. ¿Qué importancia ha tenido para hacer frente a esta crisis, dos décadas después?
R. Chile ha estado aplicando ciertos marcos de política macro que consiste en acumular holguras durante periodos de abundancia para poder utilizarlos en periodos de estrechez. En este episodio, quizás mucho más que en episodios anteriores, se ha mostrado esta segunda parte. Durante mucho tiempo se habló de la importancia de la prudencia y de prepararse para tiempos más negativos y ahora, que hemos estado en un escenario muy negativo, pudimos utilizar buena parte del espacio de política que fuimos generando con el correr del tiempo. Durante mucho tiempo parecía como algo teórico y de cierta ortodoxia, pero hoy día es cuando hemos visto su valor. Otros países no han tenido esa posibilidad, ya sea porque no acumularon holguras en su momento, porque esta crisis los pilló más endeudados o porque los bancos centrales no habían generado un anclaje de expectativas como el que hemos tenido en Chile.
P. ¿Qué ha posibilitado esta política fiscal?
R. La política fiscal la aplica el Gobierno, pero lo interesante en este periodo es que la regla fiscal, que está basada en esta medida de balance estructural, no solamente ha permitido que operen los estabilizadores automáticos del presupuesto –no recortar el gasto cuando los ingresos fiscales están cayendo, porque la economía está más débil–, sino que ha posibilitado tomar medidas que han aumentado la expansividad de la política monetaria. Eso ha significado aumentos del déficit estructural y del endeudamiento público, pero desde niveles de deuda bastante bajos en la comparación internacional.
P. ¿Cuál es la expectativa de recuperación económica en Chile?
R. Primero tenemos que tener claro dónde estamos parados hoy. El impacto inicial de la crisis por covid-19 significó una caída de actividad del orden del 13% real en el segundo trimestre de 2020. Esta caída se detuvo por junio o julio, empezó a recuperarse, y en el tercer y cuarto trimestre acumuló una recuperación del orden del 12%. Esto significa que esta crisis ha sido muy brutal en lo inmediato, pero también relativamente corta en la comparación con recesiones pasadas, porque la recuperación se inició bastante pronto. Aun así, todavía nos va a tomar hasta comienzos de 2022 cerrar la brecha de actividad. De acuerdo con las proyecciones del Banco Central de diciembre pasado, la economía chilena crecerá entre 5,5% y 6,5% en 2021. Eso se ha ido reforzando por los avances que ha tenido el programa de vacunación y porque las condiciones externas para Chile han ido mejorando. Evidentemente, esto no nos debe llevar a minimizar la magnitud de los shocks que hemos enfrentado ni los riesgos aún presentes.
P. ¿En qué medida la recuperación económica puede verse afectada por el proceso constituyente abierto en Chile?
R. La elaboración de una nueva Constitución, que será redactada por una convención de representantes elegidos por la ciudadanía, que luego será sometida a un plebiscito en 2022, es la respuesta que encontró el sistema político a la crisis social. Evidentemente, cuando ocurrió no se preveía que tendríamos shocks adicionales producto de la crisis sanitaria, pero hay una relación importante entre ambos episodios: las respuestas que hemos dado en Chile a la crisis de la covid-19 se han apoyado mucho en las instituciones. Desde la campaña de vacunación hasta la propia capacidad de la política económica del Banco Central de poder tomar decisiones oportunamente. En este periodo, las instituciones en Chile han ayudado a enfrentar una situación muy compleja. En ese marco, la discusión constitucional de Chile es una oportunidad, más que un riesgo.
P. ¿En qué sentido?
R. Otros países no tendrán la opción de actualizar su marco institucional a los desafíos que hoy día se enfrentan y a las demandas de la sociedad, después de un episodio tan crítico como ha sido el de la pandemia. Si en ese ejercicio constitucional ayuda a actualizar, modernizar y fortalecer las instituciones, puede terminar siendo un aporte bastante positivo a las proyecciones de Chile hacia adelante y a los desafíos que va a enfrentar, que no son menores.
P. ¿Incluso si se quiere discutir la autonomía del Banco Central, como han propuesto algunos sectores de izquierda?
R. No es conveniente que quienes dirigimos actualmente el Banco Central estemos planteando posiciones, porque en buena medida somos parte interesada. En su momento, si nos invitan, podremos aportar antecedentes como lo hemos hecho en otras reformas legales o constitucionales.
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