Un petardazo de Berlín hacia Europa
La sentencia del Constitucional alemán no acaba ya con la compra de deuda del BCE, pero sí estrecha el margen de maniobra de Lagarde
“Las compras de deuda soberana por parte del BCE son en parte inconstitucionales”, rugía este martes la web del Handelsblatt, la biblia de los negocios en Alemania. La sentencia del Constitucional del martes supone un petardazo inesperado hacia Fráncfort y Luxemburgo, sedes de dos de las instituciones europeas más importantes y con un papel más destacado en la anterior crisis, el BCE y el Tribunal de Justicia de la UE.
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“Las compras de deuda soberana por parte del BCE son en parte inconstitucionales”, rugía este martes la web del Handelsblatt, la biblia de los negocios en Alemania. La sentencia del Constitucional del martes supone un petardazo inesperado hacia Fráncfort y Luxemburgo, sedes de dos de las instituciones europeas más importantes y con un papel más destacado en la anterior crisis, el BCE y el Tribunal de Justicia de la UE.
¿Qué dice la sentencia? Karlsruhe no acusa al programa de compra de bonos que creó Mario Draghi de financiar directamente a los Estados —algo prohibido por los tratados— pero sí exige al BCE pruebas de que ha actuado de forma proporcional, diferenciando la política monetaria y la económica. Y le da tres meses para justificarlo. Si no, exige al Bundesbank, con un 26% en el capital del organismo, que deje de participar en las compras, lo que supondría un importante golpe al mercado de deuda en el peor momento, en plena crisis del coronavirus.
¿Quién ha presionado? 1.750 personas acudieron a los tribunales en 2015. Entre ellos había profesores de economía y personalidades que van desde un nieto del gran canciller democristiano de posguerra, Konrad Adenauer, al fundador del partido primero euroescéptico y más tarde directamente ultraderechista AfD. Luxemburgo dejó clara la legalidad del programa de Draghi, pero ahora Karlsruhe les da parcialmente la razón. Friedrich Merz, uno de los candidatos a presidir el partido democristiano de Merkel, dijo este martes que el dictamen entrará en la historia y exigió a los políticos reaccionar en consecuencia.
¿Queda inhabilitado el BCE a seguir comprando deuda? No directamente. El organismo que preside Christine Lagarde dispone de tres meses para exponer sus razonamientos, que no está claro que vayan a convencer a los duros jueces alemanes. El ministro de Finanzas, el socialdemócrata Olaf Scholz, apuesta por el statu quo. “La sentencia concede al BCE el derecho de continuar con el programa de compras”, dijo este martes. En esa línea apuntó el presidente del Bundesbank, Jens Weidmann, que destacó que el Constitucional no ve financiación a los Estados por el BCE.
¿Y qué pasa con el nuevo programa contra la pandemia? La sentencia no habla de este programa creado por Lagarde, sino del anterior de Draghi. Pero el nuevo fondo, con 750.000 millones de euros que seguramente aumentarán en junio, se ha saltado las reglas autoimpuestas en el anterior, una de las críticas de los jueces de Karlsruhe. Así que se abre la puerta a un aluvión de nuevas demandas. “Ese es el gran riesgo”, tuiteó este martes Vítor Constâncio, exvicepresidente del BCE. Tras reunirse este martes de urgencia, el Consejo de Gobierno del BCE se limitó a decir que toma nota de la sentencia.
Pero entonces, ¿qué consecuencias tendrá? Esa es la pregunta más difícil. Nada apunta a que Christine Lagarde vaya a dar un brusco volantazo. Y menos aún con una crisis como la que atraviesa Europa. Pero el fallo sí estrecha su margen de maniobra, sabedora de que en cualquier momento tendrá sobre su cogote a la primera economía del euro. “El BCE podrá seguir comprando deuda. Pero lo que cambia ahora es su independencia. La sentencia convierte en inválido el principio de hacer ‘lo que sea necesario’, a no ser que el BCE quiera enfrentarse directamente al Constitucional alemán”, escribió este martes Henrik Enderlein, director de la escuela de negocios berlinesa Hertie. El fallo es una declaración de guerra contra el Tribunal de Luxemburgo. O, simplemente, como dice Enderlein, “un desastre para la integración europea”.