“Hay menos basura porque la ciudad se ha parado”
Miguel Ledesma observa ahora más desechos orgánicos en los barrios pobres y más cajas de comida a domicilio en los ricos
“Cambia mucho el tipo de basura que la gente tira según dónde vive. Se podría hacer un estudio sociológico de la ciudad solo analizando sus residuos”. Miguel Ledesma, con 29 años de experiencia a sus espaldas recogiendo lo que nadie quiere, podría ser uno de esos sociólogos urbanos de la basura. Asegura que con el estado de alarma recoge mucho menos, ya que no hay comercios ni industria. Los orgánicos, sin embargo, han aumentado considerablemente en los barrios de me...
“Cambia mucho el tipo de basura que la gente tira según dónde vive. Se podría hacer un estudio sociológico de la ciudad solo analizando sus residuos”. Miguel Ledesma, con 29 años de experiencia a sus espaldas recogiendo lo que nadie quiere, podría ser uno de esos sociólogos urbanos de la basura. Asegura que con el estado de alarma recoge mucho menos, ya que no hay comercios ni industria. Los orgánicos, sin embargo, han aumentado considerablemente en los barrios de menos recursos, mientras que en los de mayor poder adquisitivo abundan las cajas y bolsas de comida a domicilio. “Sé cuándo a un bar le va bien, porque si el negocio funciona acumula mucha basura. Cuando es al revés, casi no dejan bolsas”, explica.
Ledesma, una de las 70.000 personas que en España se dedican a la recogida de residuos no peligrosos, encara estos días con sentido de la responsabilidad: “La ciudad ha parado, pero nuestro trabajo es fundamental, tenemos que seguir”, dice este hombre de 52 años. En su plantilla ya hay un caso confirmado de coronavirus, lo que ha aumentado la tensión en la empresa y entre sus compañeros. Por eso, los basureros piden a los ciudadanos con síntomas que pongan sus residuos en triple bolsa de plástico como medida de seguridad. “Nosotros en teoría no tenemos que tocar la basura, pero a veces es inevitable”, cuenta. “En ocasiones las personas sin hogar buscan residuos de comida para alimentarse dentro del cubo y dejan bolsas por fuera. Y ahí llega el riesgo”, explica.
Supo desde joven lo que era aprender a ganarse la vida. Hijo de emigrantes, una andaluza y un extremeño que buscaron en Francia un futuro mejor hace medio siglo, nació en París, pero con apenas dos años aterrizó en Madrid, donde su padre encontró trabajo como basurero.
A él, en cambio, le tiraban más los libros. Empezó a estudiar Filosofía en la Universidad Complutense. Las necesidades de la familia, sin embargo, apretaban, y en su tercer año de carrera decidió dejarlo para seguir los pasos de su padre e incorporarse a la empresa de recogida de residuos del Ayuntamiento. “De aquellos años me quedó el gusto por las letras y un amor incondicional por Nietzsche”, recuerda. Aprendió los secretos del oficio por vía paterna. No tiene hijos ni pareja, y estos días dedica sus escasas jornadas libres a ayudar a su padre, ya mayor, a hacer la compra para que no tenga que salir de casa.
Ledesma ha pasado casi tres décadas recorriendo Madrid de cabo a rabo sobre camiones de basura. Usualmente, su turno empieza a las siete de la mañana, cuando arranca en la zona con mayor renta de la ciudad, el norte: desde el barrio Salamanca, con su milla de oro, hasta Ciudad Lineal, donde, si no ha habido contratiempos, termina su jornada sobre las 14.30. Hace dos años, tras casi tres décadas subiendo y bajando de cientos de camiones, cogiendo y soltando miles de cubos, fue ascendido y ahora es conductor.
Su rutina ha cambiado desde que empezó la crisis. Ahora las medidas de seguridad son extremas y la preocupación por un posible contagio flota en el ambiente desde que llega a los vestidores donde se pone el traje de faena. “Usamos dos tipos de guantes: primero el de cuero, y encima, otro de nitrilo. Las mascarillas solo las usamos cuando tenemos que recoger los residuos de los hospitales, porque pueden estar contaminados con el virus”, dice.
Los turnos de entrada y de salida ahora son escalonados para que los compañeros puedan estar a la mayor distancia posible en los vestidores. En un camión de basura usualmente van dos personas: el conductor y el mozo que ayuda a recoger los cubos amarillos y los marrones. “La gente está aprendiendo a reciclar poco a poco, pero todavía fallan con el cubo marrón”, asegura.
Entre la basura y la preocupación, sin embargo, ve algo de esperanza: Ledesma ha encontrado carteles y cartas en los cubos en las que los vecinos les agradecen por seguir con su trabajo en estos tiempos tan difíciles. “Hasta nos hicieron una canción, los súper basureros”, cuenta, divertido y agradecido, por teléfono.
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