NEGOCIOS

Las ideas dan beneficios

La crisis ha hecho daño a las empresas europeas y japonesas y ha reforzado a las de EE UU por su apuesta por la innovación

Nadie debe extrañarse de que las empresas estadounidenses hayan resistido mejor la etapa recesiva (que, en algunos países todavía no ha terminado) y que algunas de ellas estén entre las primeras del mundo por capitalización bursátil. Su vitalidad se explica por muchas razones, ampliamente estudiadas por los economistas y las escuelas de negocios, que no siempre tienen que ver con diferencias legales. Las empresas estadounidenses son más flexibles, sí, pero principalmente porque las relaciones entre propietarios, ejecutivos y empleados también se establecen en términos que permiten la flexibili...

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Nadie debe extrañarse de que las empresas estadounidenses hayan resistido mejor la etapa recesiva (que, en algunos países todavía no ha terminado) y que algunas de ellas estén entre las primeras del mundo por capitalización bursátil. Su vitalidad se explica por muchas razones, ampliamente estudiadas por los economistas y las escuelas de negocios, que no siempre tienen que ver con diferencias legales. Las empresas estadounidenses son más flexibles, sí, pero principalmente porque las relaciones entre propietarios, ejecutivos y empleados también se establecen en términos que permiten la flexibilidad; la movilidad o rotación laboral es muy elevada (al contrario que el Europa o, sobre todo, en España) pero no es sólo por incentivo legal, sino personal, ya que los trabajadores o empleados no están atados por bienes raíces y tienen cultura itinerante; superan con holgura los problemas financieros, pero es que en Estados Unidos las compañías disponen de crédito (ya se encarga la Reserva Federal de que haya liquidez incluso en los peores momentos) y, si no lo hay, pueden recurrir al mercado. Porque en Estados Unidos suele haber capitales para proyectos (cultura de riesgo), mientras que en Europa, sobre todo en España, o no hay capitales para proyectos o no hay ni proyectos ni capitales.

La crisis ha limitado la pujanza de las empresas europeas y japonesas. Quizá porque en el trasfondo del sistema empresarial estadounidense domina el impulso a arriesgar dinero con una fe sólida en la innovación. Sobre todo, tecnológica. Las ideas producen beneficios. Pero sobre este hecho debería imponerse otra consideración de mayor alcance. El que las empresas europeas tengan más dificultades para recuperar la pujanza anterior a la crisis también se debe a una política económica equivocada en el área euro. Se puede aprender a utilizar algunos recursos, como apelar a la bolsa o a los inversores privados, pero la condición primordial es que el marco general de liquidez no sea restrictivo. Y conste que en Europa ya no lo es, pero el grueso de la recesión la sufrió la zona euro con una política monetaria comparativamente más restrictiva que el área del dólar y del yen. En la cuenta final, la política influye y mucho. Si Europa fuese un país (para simplificar el argumento, como Estados Unidos, por ejemplo) es dudoso que se hubiera impuesto una política de austeridad como tratamiento contra una crisis financiera tan grave.

La conclusión implícita es que, como se repite y se olvida, de las recesiones se sale pero lo que importa es cómo se sale. Las empresas españolas —las del Ibex— llevan acumulando beneficios durante varios trimestres, lo cual confirma lógicamente que la recesión ha terminado y estamos en una fase temprana de recuperación. Pero caben pocas dudas de que en el caso de otra hipotética recesión global volverían a sufrir —en general, claro, siempre hay excepciones— más que las empresas europeas y las europeas más que las estadounidenses. Las crisis fortalecen a los países y a las empresas que aprovechan las enseñanzas de los malos momentos para cambiar, a veces con decisiones imperceptibles, las estructuras de gestión y de financiación. No parece que las empresas europeas hayan aprendido demasiado de esta crisis; y los responsables de la política económica el euro tampoco.

En todo caso, pronto comprobaremos en Europa la profundidad del aprendizaje. Porque el crecimiento de la zona, lento y dificultoso, muestra síntomas inequívocos de otra ralentización. Si la desaceleración se prolonga, el BCE y Bruselas estarán ante un problema grave, porque ya no pueden contar con el impacto de la política monetaria (aunque todavía queden recursos monetarios de detalle) y se habrían agotado además los efectos macroeconómicos del hundimiento del crudo.

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