Pensiones para una segunda vejez

Un grupo de expertos defiende el retraso de la edad de jubilación para evitar el colapso del sistema público

Un hombre en su puesto de comida en la ciudad china de Xian.ZHANG PENG (GETTY)

El 22 de junio de 1889, en el Castillo de Berlín, el emperador de Alemania, Guillermo II, firmó la Ley sobre los seguros de invalidez y vejez. Hoy ya no hay emperador de Alemania ni Castillo de Berlín, pero 125 años después las consecuencias de ese plumazo se extienden por todo el planeta. Uno de cada ocho habitantes de la Tierra tiene más de 60 años, según Naciones Unidas: en 2050 será uno de cada cinco. Saber cómo garantizar a esos 2.000 millones de personas mayores una vejez digna fue el objetivo de unas jornadas celebradas en Madrid organizadas por AFI y patrocinadas por el Instituto Aviva...

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El 22 de junio de 1889, en el Castillo de Berlín, el emperador de Alemania, Guillermo II, firmó la Ley sobre los seguros de invalidez y vejez. Hoy ya no hay emperador de Alemania ni Castillo de Berlín, pero 125 años después las consecuencias de ese plumazo se extienden por todo el planeta. Uno de cada ocho habitantes de la Tierra tiene más de 60 años, según Naciones Unidas: en 2050 será uno de cada cinco. Saber cómo garantizar a esos 2.000 millones de personas mayores una vejez digna fue el objetivo de unas jornadas celebradas en Madrid organizadas por AFI y patrocinadas por el Instituto Aviva.

La primera constatación es que la vejez ya no es lo que era. “En 1923, el actuario jefe de la Metropolitan Life, la mayor aseguradora del mundo, decía que era imposible que la esperanza de vida superase los 65 años”, relata James Vaupel, director fundador del Instituto Max Planck de Investigaciones Demográficas. “El único problema es que no tenía datos de Nueva Zelanda, donde la esperanza de vida ya había superado los 65. Lo que quiero decir es que todas nuestras predicciones sobre la esperanza de vida se han quedado cortas. No ha dejado de crecer de forma linear y no tiene visos de que esté ralentizándose”.

No solo vivimos más, vivimos más sanos. “El trabajo ya no nos destruye como lo podía hacer hace 30 años”, afirma Vaupel. “Hay muchos menos trabajos industriales, y aun estos ya no requieren un uso tan prolongado de la fuerza física”.

El 48% de los mayores en edad de recibir una pensión no lo hace, según la OIT

La Organización Internacional del Trabajo (OIT) calcula que un 48% de los mayores en edad de recibir una pensión no lo hace. Aunque esa situación está evolucionando a mejor, con la expansión de las jubilaciones y el envejecimiento del planeta crecen las dudas sobre la sostenibilidad del sistema. La propia OIT afirma que recibir una pensión no implica un nivel de vida adecuado. “Todos los gobiernos dicen que las pensiones están seguras”, recuerda Elisa Chuliá, profesora de Sociología de la UNED, “pero si lo preguntas a un grupo de estudiantes de 20 años nadie lo cree”.

La situación, sin embargo, está lejos de ser catastrófica. La clave está en enfrentarse al futuro de forma pragmática y actuar a tiempo. “Lo que hace falta es una discusión sensata”, afirma Barr. “Un informe del Gobierno británico afirma que hay cuatro, y solo cuatro, soluciones al problema de pagar las pensiones: bajar la pensión media, aumentar la edad de jubilación, elevar las contribuciones a la Seguridad Social y hacer crecer la producción del país. Hay que tener el valor de salir y explicar que hay que elegir un camino y que no hay más opciones que esas”.

Los expertos presentes defendieron retrasar la edad de jubilación como la opción más justa. “Es un mecanismo de solidaridad social”, apunta Vaupel. “El que los más viejos continúen trabajando permite que los jóvenes puedan pagar menos impuestos”. Sin embargo, la expansión de la edad de jubilación despierta recelos por sus efectos en el empleo. “Ese es otro clásico de la economía de bar”, opina Barr. “Es lo que yo llamo la falacia del bloque de empleo: de que el trabajo que hacen unos no lo hacen otros. Esto no es así. El mercado laboral se adapta”.

Papel del Estado

¿Y el papel público? Barr defiende que debe ir más allá de la regulación. El propio profesor de la LSE ha defendido en varias ocasiones que ninguna solución vale para todos los países. “Pero, en todos los casos, el gobierno ha de poner las reglas y aportar parte de las pensiones”, afirma.

“Las pensiones tienen dos funciones: redistribuir el dinero de nuestro yo de hoy a nuestro yo del futuro, y, segundo, aliviar la pobreza”, considera Barr. “Creo que las pensiones son como medicamentos. No puedes ir a la farmacia sin más; necesitas una receta porque no sabes lo suficiente sobre medicamentos. La gente no entiende como funcionan las pensiones, y esto no es un comentario de un pedante profesor de economía, está determinado por la evidencia empírica. Yo escribo libros sobre pensiones, entiendo los fundamentos. ¿Significa eso que soy capaz de elegir un buen proveedor de pensiones? ¿De gestionar mi propia cartera? No”.

Nicholas Barr: "Elegir un plan es caro"

Nicholas Barr (Reino Unido, 1943), profesor de Economía Pública de la London School of Economics, es uno de los mayores expertos en pensiones del mundo.
Pregunta. Parece que vivimos en un mundo donde ya no se cuenta en el Estado para garantizar el futuro de las pensiones. ¿Es por la dificultad política a la hora de reformar el sector o por ideología?
Respuesta. Hay una falta de lógica en la idea de que si el sistema público de pensiones tiene problemas, la respuesta es el sistema privado. Un montón de sistemas públicos tienen problemas, tienen que ser reconocidos y resueltos, pero pensar que la solución es un sistema privado es ingenuo. Ante un problema a corto plazo, un movimiento a las pensiones privadas, por muy bien diseñado y muy bien ejecutado que sea, no va a resolver nada hasta dentro de 40 años. Creo que los gobiernos deben hacer de tripas corazón ante los riesgos políticos. La solución obvia, el que todo el mundo debe trabajar más, hubiera sido mucho más fácil si se hubiera anunciado en 1950 y puesto en marcha de forma mucho más gradual. Si hoy hay una crisis, es porque los gobiernos no tomaron medidas a tiempo. Sé que eso me resulta  fácil de decir a mí, porque soy un académico y no un político que necesita ser reelegido.
P. En los países en los que gran parte del trabajo es temporal y a tiempo parcial, hay mucha gente que se queda fuera de un sistema privado, tanto porque es muy caro para el usuario como es antieconómico para las empresas.
R. Tener un sistema privado que da a los trabajadores elección tiene sus problemas. ¿Es ventajoso? Para la mayoría no, especialmente para los que menos ganan. Las opciones son inherentemente caras de administrar. La mayoría de nosotros compra los trajes en grandes almacenes donde te ofrecen trajes producidos industrialmente con calidad razonable a buen precio. Por otro lado, en una sastrería de lujo te pueden hacer un precioso traje a medida de 10.000 dólares. Creo que la mayoría de nosotros quiere una pensión de grandes almacenes: a precio razonable, bien administrada y homogénea. Quien sea rico lo suficiente puede hacerse una pensión a medida, pero no deben ser el modelo para todo el mundo.
P. ¿Y en los países con una población envejecida y alto paro?
R. Las pensiones no viven en una burbuja. El que la gente pueda trabajar más años depende de la evolución del mercado de trabajo, de que funcione correctamente. En ese sentido, solo cambiar la ley no basta.

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