Editorial

Beneficios en ciernes

La sensación es que la recuperación de las ganancias empresariales sobre bases firmes está a punto de arrancar.

Todos los parámetros se están ajustando al perfil de la etapa actual de la economía española, que bien podría definirse como recuperación débil o en ciernes. Los beneficios de las empresas también siguen esta senda de repunte moderado que señala la aceleración del crecimiento económico avanzada por las cuentas del Instituto Nacional de Estadística (INE). Las ganancias de las empresas del Ibex han aumentado en torno al 10% durante el primer semestre del año y las expectativas apuntan a que la mejora continuará en el segundo semestre. Así como la recesión ha quedado atrás, el riesgo de pérdidas ...

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Todos los parámetros se están ajustando al perfil de la etapa actual de la economía española, que bien podría definirse como recuperación débil o en ciernes. Los beneficios de las empresas también siguen esta senda de repunte moderado que señala la aceleración del crecimiento económico avanzada por las cuentas del Instituto Nacional de Estadística (INE). Las ganancias de las empresas del Ibex han aumentado en torno al 10% durante el primer semestre del año y las expectativas apuntan a que la mejora continuará en el segundo semestre. Así como la recesión ha quedado atrás, el riesgo de pérdidas y la incertidumbre aguda por la cuenta de resultados también parece cosa del pasado.

El problema radica en que no se trata de una recuperación franca y amplia, sino que todavía las empresas están, por así decirlo, en una fase de transición. A diferencia de los resultados de 2013, los beneficios durante los seis primeros meses de este año están alcanzando un ritmo sostenido sin basarse en los beneficios atípicos. Los resultados extraordinarios, imprescindibles en los últimos años para pintar cuentas y dividendos, no serán tan necesarios en 2014; los ajustes drásticos —que tanta incidencia han tenido en el empleo— tampoco pesarán demasiado en los balances este año. El estado de excepción impuesto por la crisis empieza a desaparecer. Las ventas siguen cayendo, aunque a un ritmo muy inferior al de ejercicios anteriores. En este parámetro es patente la ambivalencia típica de una transición; aunque todavía no crecen las ventas, sí se aprecia una mejora considerable en las domésticas.

Uno de los factores más importantes en esta recuperación —si no el que más— es el desapalancamiento empresarial. En el último año, las empresas del Ibex han bajado el endeudamiento en unos 14.800 millones. Para una empresa, bajar la deuda es lo más parecido a una píldora mágica; permite reducir los gastos financieros, mejorar su calidad crediticia en el mercado, reducir provisiones, impulsar, en la medida que lo permite la demanda, los beneficios y preparar una nueva etapa de crecimiento. Es el ajuste decisivo en cualquier recuperación económica latente, y las cuentas ratifican que las empresas españolas están cumpliendo con esta exigencia. Probablemente la reducción de deuda seguirá durante los próximos seis meses.

La sensación es que la recuperación de los beneficios sobre bases firmes está a punto de arrancar. Para que eso suceda, falta todavía que culmine el desapalancamiento financiero y, sobre todo, que se den las condiciones para un aumento sostenido de la demanda. No hay inversión, ni empleo ni beneficios sin expectativa de crecimiento de las ventas; sin tal expectativa, los beneficios pueden existir, pero provienen de ajustes extraordinarios y, por su propia definición, no se sostienen en el tiempo. Hay que insistir en que la recuperación no es un indicador determinado por una sola magnitud (el crecimiento del PIB), sino un estado coordinado donde juegan el empleo, la demanda (consumo), la inversión y los beneficios empresariales; cada uno de los factores impulsa y sostiene al otro. Por esa razón, no hay recuperación sostenible sin empleo estable.

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