Análisis:ANÁLISIS

El hachazo

Cuando el candidato socialista hablaba de "recortes" para definir las medidas que iba a tomar Rajoy si ganaba las elecciones una pléyade de populares, a coro, proclamaron que no iban a ser tal, sino "reformas". También se empeñaron en repetir como papagayos que "de subida de impuestos, nada". Y a la primera de cambio, cuando solo estamos en el inicio del inicio, van y nos sorprenden con un hachazo. Nada de reformas, nada de recortes, esto ha sido un hachazo dado con la contundencia del inicio. Sin embargo, nadie debe sentirse sorprendido. ¿De qué? ¿No es el PP un partido político de derechas? ...

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Cuando el candidato socialista hablaba de "recortes" para definir las medidas que iba a tomar Rajoy si ganaba las elecciones una pléyade de populares, a coro, proclamaron que no iban a ser tal, sino "reformas". También se empeñaron en repetir como papagayos que "de subida de impuestos, nada". Y a la primera de cambio, cuando solo estamos en el inicio del inicio, van y nos sorprenden con un hachazo. Nada de reformas, nada de recortes, esto ha sido un hachazo dado con la contundencia del inicio. Sin embargo, nadie debe sentirse sorprendido. ¿De qué? ¿No es el PP un partido político de derechas? Pues bien, frente a quienes puedan tacharme de simplón o de reduccionista estoy convencido de que de la derecha solo cabe esperar medidas del tipo de las tomadas por Rajoy. No es preciso diseccionarlas todas para discernir que la primera finalidad no es exclusivamente la minoración del déficit sino meter en cintura a quienes podríamos sentirnos legitimados para reclamar del Estado ayuda o protección por el mero hecho de ser sus ciudadanos.

"De la derecha solo cabe esperar medidas del tipo de las tomadas por Rajoy"
"La Ley de Dependencia se quedará en mera beneficencia"

De las medidas tomadas hay algunas que van contra todos los principios de la caridad cristiana que debiera asistir a las derechas en base a sus creencias religiosas. (Un inciso: aunque alguien pudiera achacarme que recurro con demasiada frecuencia al hecho religioso, declarándome a la vez poco o nada religioso, advierto que recurro a él porque existe realmente, en dosis excesivas en nuestras vidas por la presencia casi impertinente de una Iglesia que aún no ha comprendido el texto constitucional que declara a España aconfesional, aunque lleve en su espíritu un deseo de laicismo). Porque aunque es cierto que el Salario Mínimo Interprofesional (SMI) solo es percibido por 135.000 españoles, congelarle en la miserable cifra de 640 euros es despreciarles a todos ellos, además de ignorar con premeditación y alevosía que el SMI sirve para calcular una buena parte de las ayudas que se conceden a personas ya excluidas o en riesgo de serlo, parados de larga duración y personas con problemas de subsistencia que solo pueden llegar a sentirse dignos de la mano del Estado.

Y, ¿qué me dicen del incremento del 1% en las pensiones, en todas ellas, sin tener en cuenta que se trata de una de las cuestiones pendientes más importantes en nuestro país? Lo que ha venido siendo un empeño socialista -reducir las desigualdades entre las pensiones máximas (2.500 euros) y la pensión media (811 euros)- queda en agua de borrajas teniendo en cuenta que los que cobren la pensión media sufrirán un incremento de 8,11 euros al mes mientras que las pensiones más altas subirán 25 euros. Peor aún, la previsión aprobada por el Gobierno Zapatero (junto con CIU y, como siempre, sin el PP), para que las viudas llegaran a recibir el 60% de la base reguladora en ocho años (actualmente está en el 52%), también les ha parecido excesiva y se la han cargado. Igualmente anulan el incremento del permiso de paternidad hasta las cuatro semanas, dejándolo como actualmente está, lo que supone otro hachazo a las políticas de igualdad de la mujer en el ámbito laboral. Y ya que estoy hablando de colectivos con necesidades peculiares o especiales, han fijado una moratoria para paralizar aún más el desarrollo de la llamada Ley de la Dependencia. Sí, ya, las dificultades económicas supusieron un hándicap, durante la era socialista, para esta Ley que nacía con el objetivo y la vocación de ser el cuarto pilar del Estado de bienestar, no creo equivocarme si afirmo que en manos del Gobierno de Rajoy la Ley se quedará en mera beneficencia, poco más que una especie de sopa boba administrada desde las oficinas oficiales.

Sin entrar a valorar otros aspectos de este inmisericorde hachazo inicial creo que hay dos aspectos extraordinariamente importantes que van a incidir con fuerza en el modelo social actual para deteriorarlo y adulterarlo, de forma que el Estado, como institución y organización máxima, vea alterada su eficacia y caiga en cotas de descrédito excesivas. El recurso al sueldo y condiciones económicas de los funcionarios de forma tan reiterada -aderezado ahora con un aumento de su jornada laboral- deberá empezar a ser sopesado, porque ya no son solo Esperanza Aguirre y algún otro descarado quienes tachan a los funcionarios y empleados públicos de vagos y desidiosos, sino que empiezan a tratarse como tal en las charlas de bar y en las tertulias de amigos. Y hay que decir de forma categórica que esto es falso y, sobre todo, injusto. La Administración del Estado no es menos eficaz que la de tantas grandes empresas privadas que pregonan sumas astronómicas de beneficios para presumir de grandes y poderosas. A la gravedad de tales afirmaciones debemos sumar el empeño pernicioso en reducir el músculo del Estado liquidando empresas públicas y dando a entender que muchas de las funciones y servicios prestados desde el Estado, o no son necesarios o pueden ser suministrados por el sector privado con la misma eficacia y el mismo nivel de cobertura. Esto también es falso.

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En esta misma dirección hay que alertar de la perversa y artera intención que encierra la reducción del 20% en las subvenciones para partidos políticos, patronal empresarial y sindicatos. Nadie debe dudar de que en los actuales tiempos de dificultad se ha extendido la idea de que los sindicalistas constituyen una carga pesada para las empresas que deben pagar sus salarios, o para los gobiernos que han de hacerse cargo de los representantes de los trabajadores. Lo mismo cabe decir del dinero que aporta el Estado para el mantenimiento de los partidos políticos, en proporción a la representación que ostenta cada cual. Sin embargo, son los partidos políticos los agentes más importantes para el mantenimiento del sistema democrático. Y son los sindicatos los que tanto han de servir para fijar las condiciones laborales de todos los trabajadores como para garantizar consensos que permitan que algunas leyes o proyectos de carácter social puedan ser desarrollados con éxito, sin desórdenes colectivos de tipo social. Un Estado sin agentes sociales (o con agentes sociales desacreditados) se convierte en un Estado fallido en que los ciudadanos desprotegidos pueden ser tratados como peleles. Y esto, la derecha lo ha intentado conseguir de muchos modos a lo largo de la Historia moderna.

Si lo anunciado hasta ahora solo es "el inicio del inicio", como ha dicho la vicepresidenta Soraya, ¿cómo será el final? He elegido para este artículo unos pocos retazos del grueso de "reformas" - "recortes"- para el candidato socialista en vísperas del 20-N, pero cabe establecer un nuevo término para definir esto: "hachazo". Hasta conocer estas medidas he visto varias viñetas humorísticas que han representado a Rajoy provisto con un metro enrollado y unas tijeras en sus manos, para que tomara medidas y para que hiciera los consabidos recortes. Pues bien, ya no sirven esas imágenes, porque la nueva imagen será enarbolando un hacha brutal contra los apesadumbrados y humildes ciudadanos. Algo les tocará aportar a los adinerados satisfechos pero, de momento, esta derecha ha golpeado principalmente a los más humildes, y ya amenaza con llevar el actual Estado de bienestar al limbo del olvido. Si era esto lo que pedían la mayoría de más de once millones de españoles que votaron al PP, cabe afirmar que se trata de una mayoría de irresponsables que en su pecado llevan la penitencia.

Yo no creo, en principio, que debamos hacer esta lectura pero, una vez más, la derecha española muestra su vergonzoso espíritu, tan extralimitado y obsesionado con el ejercicio del poder absoluto que no es capaz de ceder ni una miga de él por favorecer la ética inherente a cualquier comportamiento democrático. ¿Será que no les inquieta que la democracia se convierta en una caricatura? Con un hachazo esta derecha que tanto recuerda a los gobiernos del franquismo en lo que podían tener de tecnocráticos, ha apuñalado a unos y otros, incluso a bastantes de los que la han votado. Ahora solo cabe esperar, tras este inicio bárbaro, el final inevitable. Más allá del hachazo solo cabe la guillotina: ¿será demasiado para estos irresponsables?

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