Análisis:EL ACENTO

A bolsillo descubierto

El destape de los ingresos de diputados y senadores ha generado, como no podía ser menos, abundantes comentarios periodísticos e interminables charlas de café.

La curiosidad -aquella que sirve como acicate intelectual y la otra, más cercana al cotilleo, que alimenta el morbo- se ha juntado con ocasión de esta novedad. Los políticos han jugado estos días el papel de espiados a cara descubierta, fenómenos hasta ahora reservados a otro tipo de personajes conocidos por el gran público, sean Javier Bardem, Cristiano Ronaldo o, sin ir más lejos, Belén Esteban. A la vista de los datos que hemo...

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El destape de los ingresos de diputados y senadores ha generado, como no podía ser menos, abundantes comentarios periodísticos e interminables charlas de café.

La curiosidad -aquella que sirve como acicate intelectual y la otra, más cercana al cotilleo, que alimenta el morbo- se ha juntado con ocasión de esta novedad. Los políticos han jugado estos días el papel de espiados a cara descubierta, fenómenos hasta ahora reservados a otro tipo de personajes conocidos por el gran público, sean Javier Bardem, Cristiano Ronaldo o, sin ir más lejos, Belén Esteban. A la vista de los datos que hemos leído, diputados y senadores pierden con largueza en la comparación frente a esos tres casos.

Del montante económico de unos y otros poco hay que decir, que es tanta la variedad que hace imposible un análisis detallado. Quizá lo más significativo sea el hecho de que no hay grandes diferencias respecto a grupos equivalentes de profesionales de similar formación o condición: titulados universitarios con empleo fijo, o al menos garantizado durante cuatro años, aunque algunos pocos ya superan hasta los veinte. Hay, además, un número significativo de políticos que disfrutan de bienes heredados, lo que seguramente explica unas propiedades -inmobiliarias, especialmente- superiores a la media.

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L o mejor que se puede decir de esta iniciativa es que se ha convertido en un interesante ensayo con todo lo que debería ocurrir a partir de este noviembre. Es un buen momento para que los nuevos diputados y senadores cuenten ahora a los ciudadanos, antes de tomar posesión de sus actas, cómo llegan a una u otra Cámara: pobres o ricos. Después, a los cuatro años, esos mismos ciudadanos podrán comparar esas declaraciones con las que entonces hagan. Así, sería más útil este alarde de transparencia. Y más aún si una inspección propia del Congreso, o encargada a otras inspecciones o intervenciones del Estado ya existentes, comprueban la veracidad de esos datos y ofrecen a los votantes suficientes garantías de que nadie ha escamoteado ingresos o bienes en cuentas de familiares o se ha servido de cualesquiera otras fórmulas imaginativas de ocultación.

¿Excesiva fiscalización? La justa para quienes van a tener en sus manos la Administración que pagamos entre todos.

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