Columna

El brindis y la Fiesta del Perdón

La Fiesta del Perdón: ¡esa denominación sí que es una maravilla del marketing católico! Los doscientos confesionarios posmodernos que ataviaban las lindes del Parque del Retiro durante la pasada Jornada Mundial de la Juventud iban ensalzados por esa hermosa designación. Ningún recordatorio turbio del fango del pecado, ninguna alusión a la eternidad de las penas y las variopintas torturas del Infierno; sólo fiesta, ¡la fiesta del perdón! Para que luego digan que el discurso de la Iglesia es inamovible. De eso nada, monada. Se adapta como todos al sino de los tiempos, aunque lo haga piano...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

La Fiesta del Perdón: ¡esa denominación sí que es una maravilla del marketing católico! Los doscientos confesionarios posmodernos que ataviaban las lindes del Parque del Retiro durante la pasada Jornada Mundial de la Juventud iban ensalzados por esa hermosa designación. Ningún recordatorio turbio del fango del pecado, ninguna alusión a la eternidad de las penas y las variopintas torturas del Infierno; sólo fiesta, ¡la fiesta del perdón! Para que luego digan que el discurso de la Iglesia es inamovible. De eso nada, monada. Se adapta como todos al sino de los tiempos, aunque lo haga piano, tan piano...

Por los mismos días tórridos de agosto están teniendo lugar las Semanas Grandes de las capitales vascas, con sus correspondientes manifestaciones de apoyo a los presos, este año bendecidos además con el estribillo de "los nuevos tiempos", hecho que anima a algunos a gritar "amnistía" con una mayor y alegre desinhibición. Viéndolos exaltados en ese ambiente festivo, no es difícil atar cabos y entender que ellos también están reivindicando su particular "Fiesta del Perdón". Algo sui generis, eso sí, puesto que en este caso no hay ni arrepentimiento ni reconocimiento del pecado ni propósito de enmienda. Por las mismas fechas, salta una de esas minipolémicas del verano: las fotos del brindis festivo entre Ramón Gómez, el portavoz del PP en el Ayuntamiento donostiarra, y el alcalde de Bildu, Juan Karlos Izagirre. Y bien, la pregunta puede formularse de muchas maneras: los cargos institucionales obligados a colaborar juntos ¿pueden compartir un hamaiketako con chistorra y sidra a cara de perro? O bien, ¿deben compartir un hamaiketako con chistorra y sidra a cara de perro? Etcétera. La misma pregunta va dirigida a los cargos institucionales del PSE, sin ir más lejos, que tantos premios y celebraciones han de oficiar de manera conjunta con los cargos de Bildu.

La pregunta no tiene fácil respuesta, entre otras cosas porque la respuesta más diplomática resulta ofensiva para las víctimas, sobre todo si hay fotos de por medio. Las fotos congelan un instante y lo perpetúan en la retina del espectador, como si ese instante simbolizara el todo. Y no es así: en este caso significan sólo que esas personas no han perdido la dimensión humana, la capacidad de reír y bromear, sin diluir por ello sus principios democráticos, sus firmes exigencias. Frente a la gratuita y descafeinada "Fiesta del Perdón" que predican los sectores de Bildu, más parecida a la Fiesta del Borrón y Cuenta Nueva que a cualquier acto laico de contrición, los políticos de un partido o de otro que han de cogobernar con ellos han de enfrentarse a una ardua tarea de equilibrio personal y profesional: la confraternización es imposible, como también es indeseable la cara de perro. He ahí la difícil comunión entre la firmeza ética y política y la simpatía.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Archivado En