Análisis:EL ACENTO

Camps se aferra al escaño

AFrancisco Camps le costó una barbaridad dejar la presidencia de la Generalitat valenciana. Tuvo que empujar mucho Mariano Rajoy para que cediera, a pesar de que el juez ya había ordenado su proceso por cohecho pasivo, por el supuesto incremento experimentado en su armario ropero gracias a la gentileza de la trama Gürtel. Pero Camps no quiere quitarse de en medio. Ya lo apuntó en su último discurso con abundante gestualidad cigomática: dijo que se iba aunque parecía que se quedaba. A ello ha contribuido, sin duda, su partido, insinuando que vive en un paréntesis que solo es el trámite previo d...

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AFrancisco Camps le costó una barbaridad dejar la presidencia de la Generalitat valenciana. Tuvo que empujar mucho Mariano Rajoy para que cediera, a pesar de que el juez ya había ordenado su proceso por cohecho pasivo, por el supuesto incremento experimentado en su armario ropero gracias a la gentileza de la trama Gürtel. Pero Camps no quiere quitarse de en medio. Ya lo apuntó en su último discurso con abundante gestualidad cigomática: dijo que se iba aunque parecía que se quedaba. A ello ha contribuido, sin duda, su partido, insinuando que vive en un paréntesis que solo es el trámite previo de su regreso por la puerta grande.

Sin embargo, por el camino de ese limbo se puede llegar tanto al purgatorio como al infierno, y no son pocos en el PP valenciano los que están preocupados ante el peor de los desenlaces. Desde que el cúmulo de circunstancias en el que crepita lo apeó del banco azul, Camps ha sido desplazado a la tercera fila de la bancada popular de las Cortes Valencianas. Ahora ocupa un escaño flanqueado por las alcaldesas de Valencia y Alicante. El caparazón simbólico en el que se protege parece resistente, pero el proceso judicial en marcha afila su horizonte.

Rafael Blasco, el portavoz del Grupo Popular en las Cortes Valencianas, un virtuoso en detectar el riesgo con antelación, ya le abrió la puerta para que saliera del hemiciclo. Camps es una bomba a la que Rajoy ha detenido la cuenta atrás, pero su carga explosiva continúa intacta y expuesta a la alta temperatura judicial y política. Su presencia en las Cortes es un lastre para el nuevo presidente del Consell, Alberto Fabra. Pero Camps no se da por aludido.

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Es más, a diferencia de sus antecesores, ha activado sus privilegios como expresidente, que más allá de la secretaria, coche y chófer, le abren la puerta del Consejo Jurídico Consultivo, presidido por su amigo (otro amigo) y director de tesis doctoral Vicente Garrido. Ahora Francisco Camps, en un desdoblamiento insólito, asesorará sobre las mismas leyes que votará y se habrá ido sin haberse marchado, ya que no piensa renunciar al escaño. Se lo permite la ley, pero resulta insostenible y poco elegante.

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