Columna

Vamos, Perico

En mi caso no tener televisión no es una pose intelectual sino práctica. Sí que tengo un televisor en casa pero no me antenicé con el apagón analógico, decidí dejar morir a los canales en su tránsito a la TDT. La decisión vino condicionada por el hecho de que soy un comprador compulsivo de DVD y mi estantería estaba poblada de películas sin desprecintar. Achacaba ese despropósito (comprar DVD que luego ni abres) a la existencia de la programación televisiva, esto es, a que no me ponía a ver una película porque al encender la tele me distraía la emisión de ese momento hasta el punto de que el D...

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En mi caso no tener televisión no es una pose intelectual sino práctica. Sí que tengo un televisor en casa pero no me antenicé con el apagón analógico, decidí dejar morir a los canales en su tránsito a la TDT. La decisión vino condicionada por el hecho de que soy un comprador compulsivo de DVD y mi estantería estaba poblada de películas sin desprecintar. Achacaba ese despropósito (comprar DVD que luego ni abres) a la existencia de la programación televisiva, esto es, a que no me ponía a ver una película porque al encender la tele me distraía la emisión de ese momento hasta el punto de que el DVD se quedaba en su caja.

He de decir que mi autoinmolación digital ha dado sus frutos y muchos de mis dvd han sido liberados de los plásticos que los envolvían. He comprobado que he adquirido muchas películas buenas y otras muy malas pero al fin ha tenido sentido que me compre tantos DVD. Por lo menos ahora las veo. Eso no quita para que muchas veces lamente no estar antenizado como Dios manda. No soy especialmente aficionado al deporte pero una final de Wimbledon o un partido decisivo de la liga sí llaman mi atención. O el estreno de una serie donde salga un actor amigo. O el telediario si ha pasado algo llamativo. Para solventar esas fallas de información suelo recurrir a Youtube, como si el portal de vídeos me pudiera hacer una revista de prensa para ver un gol de Messi, un momento espectacular de La Noria o una buena escena de Museo Coconut.

Sin embargo, estos días me hallo inquieto porque sé que me perderé los comentarios de Perico Delgado en las retransmisiones del Tour de Francia. Un amigo me informa de sus chascarrillos y eso me pone más enfermo: lo que me estoy perdiendo es alucinante. No me gusta el ciclismo, más bien me gustan las personalidades desatadas. Un carismático y locuaz excorredor que durante horas y horas comenta un deporte en el que la mayoría del tiempo no pasa nada (un pelotón avanza tranquilo es la estampa más habitual, la de una escapada emocionante suele ser menos frecuente) es una fuente de verborrea de lo más apasionante. Hace un par de días Perico soltó un efectiviwonder como una catedral. En medio de una conversación con el otro comentarista, sin venir a cuento, disparó a bocajarro un giro verbal que no se oía en una televisión desde la década de los noventa. Desde el VIP Guay si me apuran. He buscado el vídeo en Youtube y no está. Lo sé sólo de oídas porque durante un corto tiempo fue Trending Topic en Twitter. Una pena no tener tele para estas cosas, como cuando Perico suelta que El milagro de P. Tinto es como La vida de Brian pero española o se enrolla hablando de Bob Esponja como su serie favorita de la tele.

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