Análisis:EL ACENTO

Seis horas trascendentes

La cultura, la alta cultura, es cuestión de audacia. De atrevimiento, de reto. Cuando Gerard Mortier anunció entusiasmado su determinación un tanto lunática de montar San Francisco de Asís, de Olivier Messiaen, en Madrid, tuvo que escuchar varias voces que le reclamaban prudencia desde el Teatro Real.

Pero quizás porque Mortier, este gestor cultural, rompedor, imprevisible y tozudo en sus planteamientos, cree más que nadie en la apertura de mente y aguante de los públicos selectos; y no hizo caso y siguió adelante, minimizando cuantas advertencias formulaban los biempensantes....

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La cultura, la alta cultura, es cuestión de audacia. De atrevimiento, de reto. Cuando Gerard Mortier anunció entusiasmado su determinación un tanto lunática de montar San Francisco de Asís, de Olivier Messiaen, en Madrid, tuvo que escuchar varias voces que le reclamaban prudencia desde el Teatro Real.

Pero quizás porque Mortier, este gestor cultural, rompedor, imprevisible y tozudo en sus planteamientos, cree más que nadie en la apertura de mente y aguante de los públicos selectos; y no hizo caso y siguió adelante, minimizando cuantas advertencias formulaban los biempensantes.

Si el pasado miércoles Madrid vivió el estreno de todo un acontecimiento cultural ha sido gracias a su empeño. Y en este caso no procede utilizar la palabra acontecimiento como un lugar común, sino con todas sus letras: de hecho, habría que escribirla con mayúsculas. Porque acontecimiento era la programación de la ópera que Olivier Messiaen estrenó en 1983 y que nunca se había visto en versión escénica en España.

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Acontecimiento es sacar fuera del recinto del Teatro Real un espectáculo que requiere un sutil equilibrio entre grandilocuencia y recogimiento para disfrutarlo en todas sus ricas dimensiones.

Acontecimiento es congregar 250 músicos en escena, colocar una cúpula gigantesca de 13 metros de diámetro diseñada por Ilya y Emilia Kabakov, para lograr la adecuación de condiciones acústicas caprichosas a las exigencias de un sonido depurado... Una apuesta, como mínimo, aventurera.

Pero junto a esa lista de atrevimientos, se ha requerido una capacidad de aguante por parte del público a todas luces especial. Cuatro horas y media de música con dos largos descansos -seis horas de sesión en total- no están al alcance de la paciencia emocional ni neuronal de cualquiera por mucho que se asegure una experiencia única.

Claro que quien logró involucrarse, relajarse y disfrutar conoció sonidos inauditos, una constante búsqueda de la originalidad en los matices, la profunda y contundente sensación de haber asistido a un espectáculo insólito y excesivo, ajeno a los tiempos, las medidas y las concesiones. Un acontecimiento.

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