Cartas al director

Respeto a la voluntad popular

Después de leer el artículo de Gregorio Peces-Barba Un balance electoral y algunas ideas, publicado en EL PAÍS el 25 de junio, me veo obligado a escribir estas líneas, indignado como aludido y preocupado como demócrata.

Según el señor Peces-Barba, los resultados electorales de Alcorcón son el ejemplo paradigmático de "mayorías absolutas viciadas", y se llega a preguntar: "¿Es razonable esta mayoría absoluta?, ¿tiene fundamento?"; todo ello junto a afirmaciones falaces sobre mi persona que ni siquiera se ha molestado en contrastar. Me parece muy preocupante que se cuestione de est...

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Después de leer el artículo de Gregorio Peces-Barba Un balance electoral y algunas ideas, publicado en EL PAÍS el 25 de junio, me veo obligado a escribir estas líneas, indignado como aludido y preocupado como demócrata.

Según el señor Peces-Barba, los resultados electorales de Alcorcón son el ejemplo paradigmático de "mayorías absolutas viciadas", y se llega a preguntar: "¿Es razonable esta mayoría absoluta?, ¿tiene fundamento?"; todo ello junto a afirmaciones falaces sobre mi persona que ni siquiera se ha molestado en contrastar. Me parece muy preocupante que se cuestione de esta forma la voluntad popular, porque si es razonable o no, deben decidirlo los ciudadanos, y su fundamento es muy claro, se llama libertad, se llama democracia. Por mucha superioridad moral que crea tener el señor Peces-Barba, no debería despreciar de esta forma ni mi candidatura, ni mucho menos la decisión de los 41.335 alcorconeros que me han votado, que no tienen por qué dar cuentas a nadie de a quién deciden votar, mucho menos a un socialista que se cree con derecho a exigirlas.

La gente maneja más información de la que cree el señor Peces-Barba, tiene mayor criterio del que él supone y sabe perfectamente lo que vota. Como expliqué en una entrevista en este mismo periódico, las causas de este éxito del PP son varias: el empuje de Esperanza Aguirre -a quien Peces-Barba descalifica gravemente en su artículo-, el malestar general hacia Zapatero, el hartazgo particular hacia el alcalde socialista -que ha dejado una deuda de 250 millones de euros a los vecinos- y la ilusión y confianza que con toda humildad haya podido despertar mi propia candidatura. Creo que obviar cualquiera de estos elementos sería tan injusto y tan poco riguroso como atribuir mi victoria a una especie de error de la ciudadanía.

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