El voto en blanco no me vale
En estas pasadas elecciones, mi decepción por los partidos políticos a nivel autonómico fue tan grande que medité en darles un "castigo democrático" mediante el voto en blanco. El voto en blanco representaba para mí un voto válido y la expresión de estar de acuerdo con un sistema democrático, pero no así con los partidos que optan a ser candidatos. Qué equivocado estaba tras comprobar que el voto en blanco provoca dos acciones que aumentan más mi profunda decepción:
La primera es que hace más legítima la victoria del partido ganador, pues la principal atención en las elecciones se centr...
En estas pasadas elecciones, mi decepción por los partidos políticos a nivel autonómico fue tan grande que medité en darles un "castigo democrático" mediante el voto en blanco. El voto en blanco representaba para mí un voto válido y la expresión de estar de acuerdo con un sistema democrático, pero no así con los partidos que optan a ser candidatos. Qué equivocado estaba tras comprobar que el voto en blanco provoca dos acciones que aumentan más mi profunda decepción:
La primera es que hace más legítima la victoria del partido ganador, pues la principal atención en las elecciones se centra en el número de escaños por partido y en el número de votos válidos totales, curiosa paradoja si se trata de no sentirse identificado con ningún partido.
La segunda y quizás la más curiosa es que incrementa el corte en tanto por ciento de votos que necesitan los partidos minoritarios para obtener representación. Es decir, en las elecciones regionales es de un 5% y en las generales del 3%; esto significa que sin representación no tienen voz y sin voz no hay alternativa, además de no disponer de espacios electorales y darse a conocer. Bastante parecido a un círculo vicioso.
¿Cómo puedo entonces expresar democráticamente mi decepción sin legitimar los partidos a los que les niego mi voto?