Reportaje:

En busca de 34 fantasmas

La Oficina del Censo Electoral no logra localizar a vecinos del pueblo sospechosamente recién empadronados con vistas a las elecciones

La sombra de Don Quijote montado en un noble caballo y la de Sancho Panza a lomos de un pollino se proyecta en el suelo. El camino de tierra que lleva a la urbanización Los Llanos, levantada sobre una pendiente, está lleno de baches y boñigas de animales. En la entrada hay un cartel que señaliza un coto de caza y, más adelante, un suelo móvil de rodillos que impide a las presas huir de los cartuchos campo a través.

Unos señores con libreta, miembros de la Oficina del Censo Electoral, visitaron hace meses la zona, en busca de algunos de los nuevos vecinos que se habían empadronado, sosp...

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La sombra de Don Quijote montado en un noble caballo y la de Sancho Panza a lomos de un pollino se proyecta en el suelo. El camino de tierra que lleva a la urbanización Los Llanos, levantada sobre una pendiente, está lleno de baches y boñigas de animales. En la entrada hay un cartel que señaliza un coto de caza y, más adelante, un suelo móvil de rodillos que impide a las presas huir de los cartuchos campo a través.

Unos señores con libreta, miembros de la Oficina del Censo Electoral, visitaron hace meses la zona, en busca de algunos de los nuevos vecinos que se habían empadronado, sospechosamente, con vistas a las elecciones. Se encontraron con jardines descuidados, timbres que no abrían puertas y estatuas griegas tipo sauna junto a piscinas ocultas bajo una lona. Los investigadores recorrieron cada palmo de Villavieja de Lozoya, en la sierra norte, tras la pista de los 34 fantasmas que, supuestamente, habían engordado el censo de este pintoresco pueblo. En la mano de los candidatos a las elecciones está impugnar el censo, que está siendo revisado por la oficina electoral. "No se ve luz en el interior", escribió uno de los inspectores. Otro añade en el informe: "Todo está muy cerrado y en casa de los vecinos tampoco encontramos respuesta". Pasados los meses, buena parte de las viviendas auscultadas presenta el mismo aspecto fantasmagórico. Ninguno de esos vecinos, quizá porque pisan poco el pueblo, aparece en la agenda de teléfonos de Pedro Martín, que guarda como una reliquia en el bolsillo de su camisa. Lleva una boina que le protege de las inclemencias del sol. La libretilla que rellena desde hace dos décadas y contiene todos los números imprescindibles del pueblo tiene un aspecto amarillento y deshojado pero, en un suspiro, Martín, de 81 años, encuentra el número de quien se tercie. Es de los pocos que se ve pasear por las calles de un pueblo que parece cerrado entre semana. Con un juego de manos propio de un crupier, Martín ofrece el número de una pareja de arqueólogos: María José Mendoza, de 42 años, y Juan José Cano, de 46. Cimentaron su amor tras salir de la Universidad entre los yacimientos, pincel y paletín en mano. Ahora regentan un hotelito, la hospedería El Arco, cuya fachada posee un arco mudejar que han restaurado. "Atendemos el restaurante, el hotel rural y también hacemos arqueología", explica Mendoza. Está encantada de vivir en un pueblo de fuertes tradiciones y de "gente muy auténtica".

El INE confirmó un intento de engordar indebidamente el censo de residentes
El alcalde relaciona el fraude con las urbanizaciones de las afueras

El alcalde, Agustín Calvo, lo corrobora. Y un paseo por sus calles empedradas, donde se cuelgan sábanas de una cuerda para que se sequen al viento, le da la razón. Uno de ellos es José Antonio Pérez, un hombre, como muchos otros, envuelto en un bucle. Él almacena cachivaches en la cochera, su mujer los tira, así una y otra vez. Un perro de agua ladra como un poseso en la entrada de su finca, parapetado tras una reja, pero se torna amigable en la distancia corta. Pérez abre a continuación las puertas de su santuario: la calavera de una vaca, raquetas de madera similares a las que usó Manolo Santana para hacerse célebre en la hierba, aperos de labranza, sillas de esparto, un pato disecado, molinillos de café, una bandera pirata. Enseña todo lo que guarda con gusto, aunque pone cara de disgusto cuando se habla del posible fraude electoral: "Es una faena de algún aprovechado". El Instituto Nacional de Estadística (INE) ha dado a conocer que Villavieja ha sufrido un "incremento de residentes significativo y no justificado". El anuncio ha hecho temblar la concordia de un lugar poco acostumbrado a los sobresaltos.

El alcalde a la cabeza y los políticos locales creen que tras el fraude hay un partido que quiere asfaltar calles y colocar alumbrado en las urbanizaciones de las afueras, las de las estatuas griegas, declaradas ilegales en los años ochenta por la Comunidad de Madrid. Vamos, no quieren dejarse los bajos del coche cada vez que vayan a casa. El asunto altera a los vecinos. "¿Viene usted a empadronarse?", pregunta una mujer rubia que se ha acercado a la ventanilla del Ayuntamiento para arreglar los papeles de una herencia. El asunto recorre las conversaciones de la localidad, desde las que se generan en la terraza del único bar abierto, vermú presente, hasta las de los jubilados que andan por la carretera para matar el tiempo. ¿Dónde están los 34 que dicen vivir entre semana en Villavieja pero que nadie los ve? En la agenda amarillenta no constan.

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Una calle de Villavieja de Lozoya, localidad que ha registrado un sospechoso aumento de habitantes antes de las elecciones.SANTI BURGOS

De 183 a 222

- Villavieja de Lozoya, en la sierra norte de Madrid, tiene a día de hoy 222 personas censadas. Dos años antes, 183.

- La línea 191 sale cada hora de plaza de Castilla con destino a Buitrago, un municipio cercano. Allí, cuatro veces al día, un autobús lleva hasta el pueblo.

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