Columna

Sortu de partida

Dice un crítico francés al hablar del estilo literario de Proust que éste no contiene nunca "frases de partida, sino de llegada", lo que creo que puede verse como un indicador de ambición estética, pero además como un signo de respeto para con lector. Y es que es de agradecer que se nos propongan frases meditadas, trabajadas, colocadas con absoluta pertinencia en su justo contexto. No me parece que sea falta de generosidad o exageración críticas considerar que buena parte de las frases que nos propone, en nuestro país, el intercambio político pertenecen a categorías de partida y no de llegada....

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Dice un crítico francés al hablar del estilo literario de Proust que éste no contiene nunca "frases de partida, sino de llegada", lo que creo que puede verse como un indicador de ambición estética, pero además como un signo de respeto para con lector. Y es que es de agradecer que se nos propongan frases meditadas, trabajadas, colocadas con absoluta pertinencia en su justo contexto. No me parece que sea falta de generosidad o exageración críticas considerar que buena parte de las frases que nos propone, en nuestro país, el intercambio político pertenecen a categorías de partida y no de llegada. Que se trata de enunciados que denotan menos meditación que boteprontismo, más sumisión a la lógica del oportunismo que a la de la oportunidad. Lo que hace que, a menudo, sus autores tengan que replantear lo dicho, aclararlo, modificarlo o incluso ponerle radical remedio.

Y lo que alimenta, además, infinidad de debates que son, como mínimo, improductivos y que pueden llegar a ser también tóxicos para la vida democrática. Como éste que consiste, ahora mismo, mientras la legalización de Sortu sigue aún pendiente de resolución judicial, en pronunciarse políticamente al respecto, o en intercambiar intervenciones y mensajes políticos sobre la materia que sólo pueden sembrar tensión o discordia o incluso sospecha en el ámbito de la separación de poderes y/o en el de la independencia de los tribunales. Improductividad pues -no le corresponde a lo político decidir en este caso- y además fuerte amenaza de contaminación para la democracia en la medida en que la confianza en el buen criterio y la libertad de la Justicia constituye uno de sus pilares fundamentales, por no decir la reserva más natural de sus principios.

Voy a insistir en la improductividad de ese debate y en que la considero además doble, porque mientras los políticos hablan de lo que no deben, dejan de hablar de lo que entiendo que sí deberían: de lo que pasará, de lo que harán, de las consideraciones y convicciones que defenderán el día, cercano o lejano, en que la izquierda abertzale sea legalizada. Creo que es importante abordar desde ahora mismo cuestiones como la de qué partidos consideran o están dispuestos a considerar que la legalización sería para Sortu un argumento de llegada, suficiente para que esa formación pudiera integrarse con total normalidad en la dinámica de las alianzas o los pactos políticos.

De qué partidos entienden, por el contrario, que la legalidad sería sólo una frase de partida, que para su llegada, para su incorporación a la actividad "corriente" del juego democrático, a la izquierda abertzale le quedaría mucho por hacer: todos los tramos, de pronunciamiento y evidencia, hasta la credibilidad y la legitimidad. Me inclino por esta segunda opción. En muchas democracias maduras hay partidos perfectamente legales que no representan para el resto de los agentes políticos una interlocución compartible. Al menos aún.

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