Análisis:EL ACENTO

El arte de la corrupción

Ser opaco: he ahí la fórmula más eficaz para hacer negocios turbios. Se la recomendó Francisco Correa, el cerebro de la trama Gürtel, a un político del Partido Popular que acababa de embarcarse en la empresa privada.

Y es que los consejos de un profesional, de un experto, dan siempre una gran tranquilidad, ya sea en la investigación sobre las células madre, donde es de vital ayuda la experiencia del catedrático veterano, como, pongamos, por caso, en la mejora de la habilidad del carterista novel, donde los consejos de un ratero de trayectoria amplia son vitales para sortear las muchas d...

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Ser opaco: he ahí la fórmula más eficaz para hacer negocios turbios. Se la recomendó Francisco Correa, el cerebro de la trama Gürtel, a un político del Partido Popular que acababa de embarcarse en la empresa privada.

Y es que los consejos de un profesional, de un experto, dan siempre una gran tranquilidad, ya sea en la investigación sobre las células madre, donde es de vital ayuda la experiencia del catedrático veterano, como, pongamos, por caso, en la mejora de la habilidad del carterista novel, donde los consejos de un ratero de trayectoria amplia son vitales para sortear las muchas dificultades de un oficio tan exigente.

Cuando Carlos Clemente, viceconsejero de Inmigración en el Gobierno madrileño de Esperanza Aguirre, decidió dejar la vida pública, tan sacrificada, y transitar por el mundo de la empresa y las fundaciones privadas buscó rápidamente la ayuda de los expertos. Echó entonces un ojo a su alrededor y pensó que en su entorno ya habitaban esos grandes profesionales. Para qué ir más lejos. José María Michavila, por ejemplo, exministro de Justicia, que ya se movía con soltura en los alrededores de personajes de tanto glamour como Shakira, le aconsejó que aceptara la presidencia de la Fundación Alas para

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Clemente necesitaba, sin embargo, otro tipo de asesoramiento. Francisco Correa, dadivoso amigo e íntimo ¿colaborador, podemos decir? en el ejercicio de su cargo, se ofreció gustoso. Y desplegó todo su abanico de saberes de hombre acostumbrado a sortear esos incómodos obstáculos a la libre iniciativa que suelen poner las gentes que creen, hay que ver qué tipos más raros, en el respeto a las leyes.

Experto en según qué cosas, Correa le dio entonces el secreto para navegar por mares tan procelosos: "Yo no creo que debas ser transparente", le dijo. Y se lo explicó mejor: "Tienes que ser opaco". Porque como dice Correa con ese desparpajo de hombre de mundo que se le advierte en las grabaciones, "siendo gerente de una fundación de ese tipo no deberías transmitir que estás haciendo business". Normal.

Lástima -para ellos- que también haya policías, fiscales y jueces profesionales.

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