Crítica:

La realidad de un país ficticio

Narrativa. Es probable que tuviera razón el escritor argentino Jorge Zentner cuando le aconsejó a Antonio Ungar (Bogotá, 1974) que revisara el manuscrito de Zanahorias voladoras, una novela que de unas cuatrocientas páginas quedó reducida a unas ciento treinta y pico. No creo que la taxativa sugerencia tuviera que ver con la cantidad de páginas, a juzgar por sus palabras: "Tienes que conocer mejor a tu personaje". Leyendo ahora Tres ataúdes blancos, el título con el que Ungar obtuvo el último Premio Herralde de Novela, me parece que la solidez del protagonista-narrador tiene much...

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Narrativa. Es probable que tuviera razón el escritor argentino Jorge Zentner cuando le aconsejó a Antonio Ungar (Bogotá, 1974) que revisara el manuscrito de Zanahorias voladoras, una novela que de unas cuatrocientas páginas quedó reducida a unas ciento treinta y pico. No creo que la taxativa sugerencia tuviera que ver con la cantidad de páginas, a juzgar por sus palabras: "Tienes que conocer mejor a tu personaje". Leyendo ahora Tres ataúdes blancos, el título con el que Ungar obtuvo el último Premio Herralde de Novela, me parece que la solidez del protagonista-narrador tiene mucho que ver con el conocimiento que el escritor colombiano adquirió de su héroe. Concebir esa voz por momentos fantasmagórica, al filo de la vida y la muerte, esa voz-conciencia, esa voz-documento, esa voz-enamorada hasta "el fin de los tiempos", era imprimirle todas sus posibilidades psicológicas, ideológicas y éticas. Había que ser amigo (como dijo un día el mismo Ungar, siguiendo el consejo de Zentner, del protagonista de Zanahorias voladoras) de ese protagonista, había que dialogar con él como si lo hiciera consigo mismo. Tal vez parezca extraño que empiece mi reseña con un comentario técnico, teniendo en cuenta la dolorosa y cruenta materia política que alienta a la novela. Pero es que precisamente sin el sutil tratamiento de su escritura, sin los tres motivos que modulan el desarrollo de la historia como si se tratara de una compleja pieza musical (el doble, el hijo incomprendido y la pasión amorosa) y sin ese tono de calculada imprecisión emocional (entre la parodia y la elegía a las causas políticas perdidas), sin todo ello, difícilmente esta novela concitaría tanta admiración, por lo menos a este crítico.

Tres ataúdes blancos

Antonio Ungar

Anagrama. Barcelona, 2010

284 páginas. 19,50 euros

Tres ataúdes blancos se estructura a partir de la situación totalitaria que carcome la vida política y cotidiana de la "República de Miranda", un país latinoamericano imaginario. Poco antes de unas elecciones a presidente de la República, el jefe de la oposición es asesinado. José Cantoná, el narrador, tiene un gran parecido físico con la egregia víctima. Así comienza a urdirse una trama de sustitución hasta las próximas elecciones. Cantoná, o falso opositor demócrata, conoce a Ada. Ada o el amor: una manera impecable de mezclar erotismo y romance. La novela de Antonio Ungar incluye cosas horribles de ese país ficticio: desapariciones, secuestros, ejecuciones, un cuento abismal que no conoce fronteras entre ultraderecha y ultraizquierda. El método de esta representación es la parodia. Y su éxito, conjugar la materia parodiada con la indescriptible tristeza que también genera su relato.

El jefe de la oposición es asesinado en Tres ataúdes, como lo fue Galán Sarmiento en Colombia en 1989.AFP

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