Cien años de cárcel para El Brujo por violar a 13 menores

Tomás Arroyo Rodríguez, conocido como El Brujo por sus supuestas dotes de adivino y curandero, ha sido condenado a más de un siglo de cárcel (103 años y medio), como autor de quince delitos continuados de abuso sexual con penetración y prevalimiento, cometidos contra trece menores entre 1995 y 2006 en Ibiza y la Comunidad Valenciana, donde ejercía en un gimnasio y en su casa-despacho.

Es una de las sentencias más duras dictadas en España por estos casos tras la del violador de la Vall d'Hebron de Barcelona (311 años y cumplió 16). El Brujo, que se hacía pasar por asesor ps...

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Tomás Arroyo Rodríguez, conocido como El Brujo por sus supuestas dotes de adivino y curandero, ha sido condenado a más de un siglo de cárcel (103 años y medio), como autor de quince delitos continuados de abuso sexual con penetración y prevalimiento, cometidos contra trece menores entre 1995 y 2006 en Ibiza y la Comunidad Valenciana, donde ejercía en un gimnasio y en su casa-despacho.

Es una de las sentencias más duras dictadas en España por estos casos tras la del violador de la Vall d'Hebron de Barcelona (311 años y cumplió 16). El Brujo, que se hacía pasar por asesor psicológico, cumplirá 20 años y deberá indemnizar a cada víctima con entre 20.000 y 30.000 euros y no podrá comunicarse ni acercarse a ellas en 109 años. Tres de las violaciones las perpetró contra una misma víctima, de 13 años. Once de las menores tenían entre 13 y 17 años cuando abusó de ellas y dos contaban con 11 y 12 años.

La juez afirma que las coaccionaba y las sometía a "un temor reverencial"

La juez ponente, Mónica de la Serna, avala la única versión de las víctimas, pertenecientes a colectivos familiares desestructurados, para articular los hechos probados. El condenado, que aseguraba tener poderes para determinar y curar enfermedades y también traumas psicológicos, mantuvo relaciones con las mismas menores en numerosas ocasiones y durante largo tiempo y les obligó a tenerlas con terceros. Les coaccionaba como un déspota: si no hacían lo que él quería, les decía que no les irían bien los estudios o que enfermarían.

Según el fallo, les sometía a una situación de "una confusión profunda, un temor reverencial y un aturdimiento psicológico suficiente para obtener su aceptación y obediencia" y les imponía un "pacto de silencio".