Crítica:TEMPORADA ALTA

Un espectáculo de ensueño

El hambre y las ganas de comer, los juguetes y los anhelos infantiles, la música y quien de ella hace su vida. Albert Pla y Pascal Comelade. Perece increíble que estas dos personalidades no hubiesen hallado antes una manera de establecer complicidades en pos de un espectáculo común. La cuestión es que por fin lo han hecho, y el resultado resulta poco menos que sensacional. Porque Somiatruites es un sencillo espectáculo de ensueño cuya belleza y delicadeza arroban. Lo hicieron en su estreno en el Temporada Alta y lo seguirán haciendo ante aquellos espectadores que quieran jugar en ese mu...

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El hambre y las ganas de comer, los juguetes y los anhelos infantiles, la música y quien de ella hace su vida. Albert Pla y Pascal Comelade. Perece increíble que estas dos personalidades no hubiesen hallado antes una manera de establecer complicidades en pos de un espectáculo común. La cuestión es que por fin lo han hecho, y el resultado resulta poco menos que sensacional. Porque Somiatruites es un sencillo espectáculo de ensueño cuya belleza y delicadeza arroban. Lo hicieron en su estreno en el Temporada Alta y lo seguirán haciendo ante aquellos espectadores que quieran jugar en ese mundo propuesto por dos artistas poco comunes que, por diversas razones, no han querido comportarse jamás como se supone que les corresponde hacerlo. Eso también les une.

SOMIATRUITES

Albert Pla, Pascal Comelade & La Petita Orquestra Somiatruites.

Teatre Municipal. Girona, 27 de noviembre.

En cierto sentido, la primera canción del repertorio ofrece la pauta de lo que durante la hora y media que pasa como por ensalmo ocurre en escena. Se titula El cuarto de los trastos y así parecen los intérpretes del espectáculo a lo largo del mismo: retales de vida abandonados al azar en un cuarto oscuro en el que se niegan a perecer asfixiados por polvo y olvido. Los ropajes de los músicos, sus instrumentos, los guiñoles, la parca escenografía... todo apunta a destilado de imaginación, a objetos que movidos por la música de Comelade se activan como las figuras de una caja de música que quieren contar su vida, mucho más rica que los modestos mecanismos que las accionan. Y no, que nadie espere ver exactamente eso, porque cada imaginación, cada espectador, cada gusto verá en Somiatruites aquello que su vida haya esculpido en su sensibilidad. Es por ello que sobre el telón del teatro los músicos apuntan un bosquejo que cada espectador completa sin necesidad de cerrar los ojos.

Exceptuando el tramo central del espectáculo, en el que el ritmo se enloquece para narrar un temporal desvarío de músicos y guiñoles, el argumento musical viene pautado por la calma de un cuento infantil, ese sedoso fondo sobre el que un Pla genuino masculla sus canciones, sus letras, su extraordinario trabajo sobre las músicas de Comelade. Lo hace sin sorpresas pero llegando al tuétano, ejerciendo su papel, el de siempre, ese que lo sitúa a medio camino entre un apacible cuentacuentos y un atribulado estrangulador de infantes que llora tras cada cuello roto. Es lo que comporta aunar lucidez, sensibilidad y tormento. Eso, lucidez, sensibilidad y tormento se aúnan con la música de Comelade en un espectáculo precioso, delicado, certero y hermoso.

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