Cartas al director

Mercaderes en el templo

Hace unos pocos días, desgraciadamente, asistí en la iglesia al funeral de un viejo amigo y compañero, y me pareció sorprendente que se aprovechara la gran afluencia -el fallecido era muy querido- para hacer caja, pasando oportunamente, es un decir, dos cestillos petitorios.

Un mes antes, se hizo público que el Papa iba a cobrar a los que fueran a sus misas -en un país en el que el catolicismo es minoritario- durante su viaje pastoral y de Estado a Reino Unido. Esta doble representación es algo que incomprensiblemente todos admitimos como normal, un Estado cuyo jefe es a la vez la cabez...

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Hace unos pocos días, desgraciadamente, asistí en la iglesia al funeral de un viejo amigo y compañero, y me pareció sorprendente que se aprovechara la gran afluencia -el fallecido era muy querido- para hacer caja, pasando oportunamente, es un decir, dos cestillos petitorios.

Un mes antes, se hizo público que el Papa iba a cobrar a los que fueran a sus misas -en un país en el que el catolicismo es minoritario- durante su viaje pastoral y de Estado a Reino Unido. Esta doble representación es algo que incomprensiblemente todos admitimos como normal, un Estado cuyo jefe es a la vez la cabeza de una Iglesia universal. Por ello, el Estado huésped acoge al representante del Estado invitado al que sufraga los cuantiosos gastos de seguridad, etcétera, en nombre de sus ciudadanos -no católicos y católicos, la minoría- y los asistentes -se supone que católicos- a sus actos pastorales se rascan también el bolsillo.

Hoy escucho al portavoz de los obispos españoles decir literalmente que la visita pastoral del Papa a España "es un negocio económico y espiritual, gracias a Dios". Mi sorpresa esta vez raya en la incredulidad. Si Cristo, que lo fundó, levantara la cabeza, arrojaría a los mercaderes del templo a latigazos.

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