Columna

Por ejemplo

En estos tiempos en que lo habitual es que se olviden o se aparten palabras, que el vocabulario de uso y de pensamiento vaya perdiendo cuerpo y sustancia (en muchos casos está ya en los huesos), en estos tiempos pues de escualidez lingüística, el que nazca una palabra nueva podría verse como una buena noticia sin más; o podríamos de la manera más simple y natural alegrarnos de ese "experiendizaje" que Baketik, rompiendo, insisto, la tendencia a las bajas lingüísticas, acaba de poner en circulación entre nosotros.

Y, sin embargo, creo que la recepción de este nuevo vocablo tiene que ser ...

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En estos tiempos en que lo habitual es que se olviden o se aparten palabras, que el vocabulario de uso y de pensamiento vaya perdiendo cuerpo y sustancia (en muchos casos está ya en los huesos), en estos tiempos pues de escualidez lingüística, el que nazca una palabra nueva podría verse como una buena noticia sin más; o podríamos de la manera más simple y natural alegrarnos de ese "experiendizaje" que Baketik, rompiendo, insisto, la tendencia a las bajas lingüísticas, acaba de poner en circulación entre nosotros.

Y, sin embargo, creo que la recepción de este nuevo vocablo tiene que ser menos espontánea o más matizada. Y quisiera decir en primer lugar que "experiendizaje" no me resulta una palabra particularmente atractiva. Por un lado, por su radical simplicidad: una elemental composición en cortapega. Por el otro, porque, a pesar de lo anterior es difícil, en el sentido de enmarañada de pronunciación o con un toque de trabalenguas. Y en cualquier caso su aportación conceptual no (se) abre a lo inédito (se espera de una palabra nueva que inaugure un nuevo territorio de significación); no es un umbral hacia lo inédito, insisto, sino que se mantiene en el recinto del lugar y del sentido comunes. Porque lo que Baketik nos dice, en realidad nos recuerda, con esta palabra es que "cualquier experiencia puede servirnos de aprendizaje". En fin, que de la experiencia se aprende, sobre todo si se quiere aprender. No creo que haga falta una palabra nueva para decir esto tan clásico, o tan arraigado en la vivencia y en la conciencia humanas, desde que el mundo es mundo.

Tanto se aprende de la experiencia que en Euskadi sabemos ya un montón de cosas. Sabemos, por ejemplo, lo penoso y peligroso que es jugar con el lenguaje; forzar o retorcer el valor de las palabras; sembrar en su campo de sentido las hierbas invasoras de la ambigüedad o la manipulación. Conocemos de primera mano la tragedia que supone para la convivencia social y para la transmisión de valores cívicos a las nuevas generaciones, las apropiaciones indebidas de conceptos que durante décadas hemos padecido; el que enarbolen causas de palabra quienes de hecho nos las representan. Y sabemos, sobre todo, que en Euskadi tenemos un superávit de discursos y un déficit de gestos. O que en ese otro clásico de la sabiduría popular que dice que "obras son amores y no buenas razones", nosotros estamos aún en el desapacible territorio del desamor.

Aprecio la voluntad de Baketik que busca con esta iniciativa dotarnos de una herramienta "para vivir mejor". Necesitamos desde luego vivir mejor, pero no creo que para ello haga falta un "experiendizaje", sino devolverle al vocabulario ya existente su sentido propio, pleno, claro, libre de colonizaciones desvirtuadoras. Y, sobre todo, necesitamos hechos; una infinidad de exámenes y gestos de conciencia; una abundancia de eso que la experiencia enseña a valorar y que se llama, desde siempre, predicar con el ejemplo.

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